Canción a la Luna de la ópera Rusalka, Op.114 de Dvořák

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Aprovechando que mañana se cumple el 40 aniversario de la llegada del hombre a la Luna, os presento esta bellísima aria de Antonín Dvořák, perteneciente a su ópera Rusalka.

Dvořák fue uno de los músicos más representativos del nacionalismo checo, junto con Smetana, de quien hablamos en su día, y Janáček. Probablemente Dvořák sea el más conocido. De hecho, casi todos habréis escuchado alguna vez fragmentos de la célebre Sinfonía del Nuevo Mundo, o las Danzas eslavas, por ejemplo.

Su ópera Rusalka, la novena que escribió, no es menos conocida. Fue estrenada en Praga en 1901 y tuvo un gran éxito entre el público checo (no tanto entre el europeo). Está dividida en tres actos y cuenta una historia que, sin duda, os resultará familiar. La rulsalka, según la tradición eslava era una especie de sirena-fantasma que vivía en el fondo de los ríos. En el libreto de esta ópera, escrito por Jaroslav Kvapil, Rusalka es una ninfa acuática enamorada de un príncipe, que desea hacerse humana para poder estar con él. Para ello acude Jezibaba, la bruja del lago. La bruja atiende la petición de Rusalka, pero a cambio, le arrebata su voz y le advierte de que, si no logra el amor del príncipe, dejará de ser ninfa o humana y estará condenada a vagar en soledad por el lago llevando la muerte a los hombres. Rusalka accede y toma una poción que la convierte en humana.

Cuando el príncipe la encuetra, la lleva a su palacio con la intención de casarse con ella. Sin embargo su mudez lo contraría. Cuando una princesa extranjera llega al palacio, el príncipe se enamora de su hermosa voz y olvida rápidamente a Rusalka. Pronto le declara su amor a la princesa, pero ésta lo rechaza y le dice que siga a Rusalka al infierno.

En este punto la versión de Dvořák se vuelve bastante más macabra que la de Disney (como toda  ópera que se precie, ésta no podía tener un final feliz). Rusalka es condenada y, desesperada, le pide ayuda a la bruja Jezibaba. Ésta le indica que debe matar al príncipe, pero ella se niega. A todo esto, el príncipe recuerda su amor por Rusalka y, desolado, la busca sin descanso. Cuando al fin la encuentra, le pide perdón y le ruega que lo bese. Rusalka le advierte que si lo hace, morirá, pero a él no le importa. Por fin se besan y el príncipe muere dichoso.

La Canción a la Luna es un aria perteneciente al primer acto de la ópera. En ella, Rusalka le habla a la Luna de su amor por el príncipe y le pregunta si él la corresponde. Podéis pinchar en el link para leer la letra traducida al castellano. En el vídeo, la soprano Renée Fleming interpreta magistralmente esta aria. A los menos aficionados al canto lírico les recomiendo la versión instrumental a cargo del violinista Joshua Bell.

Sonata Op.111, No.32 de Beethoven

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Recientemente tuve la suerte de asistir al Concierto Fin de Carrera del excelente pianista (y mejor amigo), Carlos Guerrero Luceno. En la segunda parte del mismo, nos sorprendió con la última sonata de El Maestro de Maestros.

No me extenderé mucho sobre Ludwig, a quien, sin duda, todos conocéis. Desde mi punto de vista es el mejor músico de la historia (si tal comparación fuese posible), sólo equiparable a Bach, quizás. Su música no sólo es emocionante y efectiva, constituye todo un monumento intelectual, un alarde de inteligencia y genialidad. Pero, ante todo, Beethoven ha pasado a la historia por su gran aportación al desarrollo de la música occidental. Tuvo un papel clave en la transición del Clasicismo al Romanticismo: Beethoven desarrolló el lenguaje armónico, amplió y flexibilizó las formas musicales, fue el Maestro indiscutible de la Sinfonía, el mejor de los músicos formales que inspiró también el desarrollo de la música programática del XIX…

Lo que no sabía yo es que Beethoven fuese también el inventor del swing: estad atentos al minuto 6’56», parece un pasaje anacrónico, como si una partitura del siglo XX se hubiese colado entre los papeles del Maestro. Me ha hecho darle vueltas a la idea del «platonismo musical» del que suele hablar Jesús Zamora. El vídeo muestra una interpretación del segundo movimiento de la Sonata No.32 de Beethoven. No dispongo de la interpretación de Carlos Guerrero, así que tendremos que conformarnos con la de Claudio Arrau, que tampoco está nada mal. Os recomiendo que le prestéis también la oreja al primer movimiento.

Sinfonía No.7 en La mayor Op.92 de Beethoven

Volvemos a los clásicos para hablar del maestro de maestros: Ludwig van Beethoven. Todavía no habíamos hablado del alemán, uno de los más grandes compositores de todos los tiempos. Su música parte de un Clasicismo maduro y evoluciona poco a poco hacia lo que sería más tarde el Romanticismo.  No me extenderé en los detalles sobre su vida, ya que es un personaje muy popular sobre el que mucho se ha escrito. Quien más, quien menos, sea por libros o por películas, ya conocerá su difícil infancia, su carácter irascible, la sordera que padeció que no le impidió seguir componiendo obras maravillosas, y las dolencias que sufría, que acabaron con su vida a los 57 años (investigaciones recientes indican que fue por intoxicación por plomo).

Podría elegir decenas de obras para mostraros (por ello, seguro que esta no será la única ocasión que os ofrezcamos su música):

[…] nueve sinfonías, una ópera, dos misas, tres cantatas, treinta y dos sonatas para piano, cinco conciertos para piano, un concierto para violín, un triple concierto para violín, violonchelo, piano y orquesta, dieciséis cuartetos de cuerda, una gran fuga para cuarteto de cuerdas, diez sonatas para violín y piano, cinco sonatas para violonchelo y piano e innumerables oberturas, obras de cámara, series de variaciones, arreglos de canciones populares y bagatelas para piano.

Sin embargo, la obra escogida hoy, sin ser de las más famosas, contiene un movimiento sublime que consta entre mis piezas favoritas. Y aunque recomiendo escuchar la sinfonía entera, aquí os dejaré sólo el segundo movimiento, el Allegretto de la Sinfonía No.7 en La mayor Op.92. En este movimiento se reflejan las características fundamentales de la música de Beethoven: nunca compuso grandes melodías, ni falta que le hizo; su creatividad se hallaba en los pequeños motivos, y el trabajo se desarrollaba en la armonía, el contrapunto, y en la repetición y variación de los motivos. En este Allegretto la melodía es una mera espectadora de lo que ocurre a su alrededor, es armonía, es una línea que juega al contrapunto con las demás voces. Se encuentra en todo momento —salvo en el clímax— en una posición intermedia: siempre hay instrumentos más graves e instrumentos más agudos sonando a la vez haciendo lo verdaderamente importante. Porque la melodía queda en anécdota cuando uno se da cuenta de la fuerza de la base, esos acordes lentos, bajo un patrón rítmico implacable, con esa armonía que te lleva en volandas.

Me he acordado estos días de este movimiento tras ver la película Knowing, de Nicolas Cage. Muy mala, por qué no decirlo, pero con una secuencia de imágenes acompañadas de esta obra de Beethoven que impresionan bastante; pareciera que la música está hecha expresamente para ellas. De hecho, ya hablamos del Allegretto por aquí con motivo del centenario de Karajan, pero quería recuperarlo para poner una versión más cercana a mi gusto. La versión de Karajan es demasiado rápida: se preocupa más de la melodía que del resto, y eso es un error. Esto hace que el ritmo se diluya y que la armonía pierda su carácter y su fuerza. A menudo se utiliza la expresión de que la música «camine», y tiene un sentido siempre de que no hay que precipitarse, pero tampoco hay que pararse. Y en este movimiento los acordes deben caminar sin precipitarse, llevando a la melodía hacia el clímax a un ritmo calmado pero inexorable.

La versión que más me gusta es la interpretación que la London Symphony Orchestra hace en un álbum donde se recogen las sinfonías completas de Beethoven. Los que tengáis Spotify podéis buscarlo mediante la cadena «beethoven complete symphony london». Como en Youtube no está, he encontrado una interpretación próxima a cargo del director Charles Latshaw. Fijaos como mueve los brazos de atrás hacia adelante formando un círculo indicando precisamente eso: que la música camine.

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Romeo y Julieta de Tchaikovsky

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Piotr Illich Tchaikovsky es uno de mis rusos preferidos. Quizás no llegue a sentirme muy identificada con él: su música no es cerebral como la de Prokofiev, carece del misticismo de Scriabin, o la pasión dolida de Rachmaninov… pero todo ello lo compensa con una desbordante fantasía y una dulcura casi infantil. Quizás por ello, casi todos lo conozcáis de bandas sonoras de películas de Disney como Fantasía o la Bella Durmiente.

Romeo y Julieta es una obertura-fantasía escrita en 1869 y basada en la archifamosa obra de Shakespeare. Muchos compositores se inspiraron en este drama: Prokofiev tiene un ballet con el mismo nombre bastante conocido, pero también Gounoud, Berlioz, Kabalevsky o Bernstein (West Side Story) se inspiraron en Montescos y Capuletos. La versión de Tchaikovsky me parece una de las más heroicas y dulces al mismo tiempo: como un cuento fantástico (con dragones y todo) contado por un experto narrador, eso sí. Por ello, creo que es especialmente adecuada para la tragedia shakesperiana. Fijaos especialmente en el tema del amor. Aparece presentado por la cuerda bastante grave, en el minuto 7’45» y más tarde, ya triunfal y pleno, cantado con una increíble dulcura por el viento madera en el minuto 9. El que Tchaikovsky nos presenta es un amor inocente, limpio, sin dobleces: un primer amor de niños o adolescentes, sin sexo ni violencia, puramente platónico y, por eso mismo, romántico y apasionado. Muchas veces al tocar un instrumento, la música inspira el movimiento físico necesario para interpretarla correctamente. Bien, fijaos en el director de la orquesta en la segunda parte del vídeo, minuto 4’30»: los brazos abiertos, el gesto amplio, abarcándolo todo. Al escuchar esta música, cualquiera siente la necesidad física de extender sus brazos y abrir el pecho: el amor de Tchaikovsky se materializa en un abrazo inmenso.

Esta pieza se ha utilizado en gran cantidad de películas y series de televisión. Una curiosidad que quizás os haga gracia es que el tema del amor  se utiliza en los Sims para representar «beso apasionado». Os recomiendo también una entrada del blog En do sostenido menor que habla sobre esta pieza desde un punto de vista más programático.

La interpretación de Youtube correponde a la London Symphony Orchestra dirigida por Valery Gergiev.

Suite del Teniente Kijé Op.60 de Prokofiev

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Últimamente en mi cuarto sólo suena música de Prokofiev. Ya se me pasó el mes de Rachmaninov y, desde finales de mayo, me he cambiado de ruso. En su día os presenté a Sergéi con una de mis obras preferidas: su Concierto No.2 para piano. Hoy voy a hablaros de la Suite Sinfónica del Teniente Kijé.

Esta suite está basada en la música que Prokofiev escribió en 1933 para la película Lieutenant Kijé, dirigida por Aleksandr Fajntsimmer. No fue la única banda sonora que compuso Sergéi: os recomiendo vivamente que escuchéis la música que escribió para Alexander Nevsky, (otra composición que me obsesiona últimamente), o la banda sonora de Iván el Terrible, ambas películas dirigidas por  Sergéi Eisenstein.

Las características de la música de Prokofiev resultan de nuevo patentes en estas piezas: es una música cerebral, algo distante, inhumana en cierto sentido. No parece surgir de la subjetividad de su autor (en una época en la que nos venden que el arte debe ser reflejo de la misma): parece más bien un fenómeno externo, objetivo, universal. En este sentido me recuerda a Beethoven, si bien Prokofiev es más mecánico, más inhumano todavía que Beethoven. Su música no es una opinión, ni una relato personal del autor: es un hecho al que el oyente se aproxima. La emoción que produce, no nace de la empatía del oyente con el autor, sino del hecho en sí que es la música. En este sentido me parece una obra especialmente adecuada para el cine.

La Suite del Teniente Kijé consta de cinco movimientos: El nacimiento de Kijé, Romance, La boda de Kijé, Troika y El entierro de Kijé. No he encontrado una versión completa de la suite que me convenza en Youtube, así que sólo he colgado mi movimiento preferido: El Romance (si bien la Troika y El entierro de Kijé, donde Prokofiev retoma el tema del Romance, son también más que recomendables). Hay un recurso que Prokofiev utiliza tanto en este movimiento como en el primer movimiento de su Concierto No.2 para piano: la música parece impulsarse siempre hacia la parte débil del compás, produciendo una sensación increíblemente sensual, tensa, contenida y sexy. Me encanta (creo que se me nota). La melodía principal, en figuras largas, tenidas, sirve para reforzar este efecto, además de ser bellísima. En el último movimiento de la suite, Prokofiev retoma esta melodía y la hace sonar junto con otros motivos musicales. El efecto es impresionante y sumamente cinematográfico: el oyente está atendiendo a dos músicas completamente diferentes que se superponen y, aún así, encajan a la perfección. Me recuerda al montaje cinematográfico que permite alternar secuencias de distintas escenas para darnos una idea de lo que sucede a la vez en sitios diferentes. Esta técnica fue muy utilizada también por Stravinsky, contemporáneo de Prokofiev.  Una última curiosidad: Sting utilizó la melodía del Romance en una canción titulada Russians y Woody Allen ha utilizado fragmentos de esta suite en Love and Death.