Summertime de la ópera Porgy and Bess de Gershwin

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Hablando de compositores estadounidenses… Muchos conoceréis a George Gershwin como un gran compositor de temas de jazz, junto a su hermano Ira Gershwin. Lo que algunos no sabréis es que también fue el autor de grandes obras que hoy calificaríamos como música clásica. Sin embargo, si algo caracteriza a este autor es, precisamente, lo inclasificable de su producción. Gracias a su variada formación, Gershwin fue capaz de combinar los mejor de ambos lenguajes. Escribió obras orquestales llenas de disonancias propias de la música folk estadounidense y canciones de jazz con una riqueza armónica propia de la música «culta» europea, demostrando así que no todo lo que lleva violines tiene por qué ser «clásico» y no todo lo que canta «el vulgo» tiene por qué ser pobre artísticamente.

Fue, por otra parte, un autor bastante prolífico a pesar de su muerte temprana a los 38 años. Además de sus innumerables canciones, compuso varias piezas orquestales (como Un americano en París o Rhapsody in Blue), piezas para piano, comedias musicales para teatro y bandas sonoras para cine (como Shall We Dance?).

Gershwin se atrevió, incluso, con la ópera. En 1935 se estrenó en Nueva York, Porgy and Bess, con libreto de Ira Gershwin y DuBose Heyward y basada en una novela de éste último. Aunque Gershwin la consideraba su mejor obra, al principio no fue aceptada en EEUU como una «verdadera ópera» debido a su poca ortodoxia. No obstante, terminaría imponiendose en los teatros de todo el mundo. Está inspirada en la vida de una comunidad negra en el sur de Estados Unidos, y narra la historia de Porgy, un lisiado enamorado de Bess. Cuando la pareja de ésta, Crown, comete un  asesinato y huye de la policía, Bess se refugia en casa de Porgy y ambos se enamoran. Sin embargo, Porgy acaba asesinando a Crown y es arrestado. Nuevamente abandonada, Bess huye con un traficante de cocaína. Cuando Porgy sale de la cárcel, parte en su búsqueda.

Summertime es una nana que suena nada más comenzar el primer acto y se repite en el último, cantada por Bess. Se trata, sin duda, del aria más conocida de esta ópera y existen infinidad de versiones diferentes en internet (o más). Las hay de todos los gustos y colores: la original cuenta con soprano, orquesta y todos los elementos propios de una ópera clásica. En el primer vídeo podéis escuchar la voz de Cecily Nall junto a The Point Chamber Orchestra dirigida por Efraín Amaya. Sin embargo, a mí personalmente, la versión que más me ha impresionado siempre es la de Janis Joplin.

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Adagio para cuerdas Op.11 de Barber

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Samuel Barber fue un compositor estadounidense del siglo XX. Fue considerado niño prodigio, comenzando a tocar el piano y componer a los 6 años. Más tarde cursaría sus estudios musicales en el Curtis Institute of Music de Filadelfia, junto a otros músicos destacados como Leonard Bernstein. Su obra más conocida, el Adagio que hoy os presentamos, formaba parte originalmente de su Cuarteto para cuerda No.1 en si menor, compuesto en 1936 cuando apenas tenía 26 años. Dos años más tarde, a sugerencia de Arturo Toscanini, destacado director orquestal de la época, Barber realizó un arreglo para orquesta de cuerdas del segundo movimiento del cuarteto, el Adagio para cuerdas por el que se conoce la pieza actualmente.

Se trata de una obra muy popular debido a su gran dramatismo. Una anécdota curiosa es que en 2004, fue elegida por los oyentes de la BBC como la pieza de música más triste jamás escrita, por delante del Lamento de Dido de Purcell y el Adagietto de la 5ª Sinfonía de Mahler. Curiosamente, ambas son piezas de las que ya hemos hablado en Enchufa2, (será que nos gustan las penas musicales), aunque, desde mi punto de vista, el Adagio no supera el dolor de Dido descrito por Purcell. En cualqueir caso, el uso popular del Adagio ha estado ligado siempre a momentos de tragedia: funerales como el de Einstein, el anunciamiento de la muerte de Rooselvelt o la ceremonia de conmemoración de las víctimas del 11-S, en 2001. También se ha empleado en numerosas bandas sonoras como la de El hombre elefante de David Lynch, o Platoon, una película ambientada en la guerra de Vietnam dirigida por Oliver Stone, e incluso se puede escuchar en Amélie.

La interpretación de hoy corre a cargo de Zhang Xian al frente de la Orquesta Filarmónica de Hong Kong. Es la versión que más me gusta de las que he encontrado en YouTube, principalmente por el tempo: bastante más ligero que el elegido por otros, como Bernstein, sobre todo. No obstante la suya, es otra excelente interpretación del Adagio, así que os dejo el enlace para que la escuchéis también.

Estudio Op.39, No.5 de Rachmaninov

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Rachmaninov escribió dos conjuntos de estudios para piano o «études-tableaux» (literalmente, estudios-cuadro). Cada uno describía alguna escena o situación, si bien Rachmaninov no especificó qué pretendía retratar. El opus 39 fue publicado en 1917. Rachmaninov acababa de estar investigando sobre la obra de su contemporáneo Alexander Scriabin, recientemente fallecido en 1915, para preparar un recital en su honor. Por ello, es probable que el estilo de Scriabin  influyera notablemente a Rachmaninov cuando escribió este opus y quizás también por ello, es una de mis obras preferidas.

Rachmaninov y Scriabin pueden parecer dos músicos incompatibles. Rachmaninov podría definirse bien como un músico «pop» del siglo XIX. Su música está escrita para la audiencia. Escribe a la melancolía, al dolor, de un modo idealizado y romántico (o mejor aún, postromántico: romántico al cuadrado), como todos los músicos pop. Lo cual no quita que su música tenga una gran calidad: está escrita para gustar y emocionar, como el kitsch más vulgar, sí… y lo logra hasta la médula. Su dolor es vigoroso, brillante, amplio, apasionante. A mí, personalmente, es un músico que me entusiasma.

Scriabin es todo lo contrario: el músico místico que escribe para sí mismo, el pensador que busca la filosofía y la salvación a través de su trabajo. Scriabin no es de este mundo: flota sobre él, vuela sobre él… y allí, entre las nubes, él es feliz. Extrañamente feliz. Su música parece inaccesible y en cierto modo siniestra y, a veces, cuando a Scriabin le entran dudas, muy oscura. Se puede llegar a escuchar verdadero temor en sus acordes, el miedo de alguien que se tortura por dentro, una angustia contenida que no encuentra la salida. Hay una enorme necesidad en su música… de no se sabe qué.

Creo que a Rachmaninov se le contagió parte del misterio y la volatilidad de Scriabin en este cuaderno de estudios, aunque logra conservar su dolor terrenal. Mi preferido es el número 5 en mi bemol menor, Apassionato, aunque el número 6 (Caperucita y el Lobo), o el número 3 son también muy recomendables. En el vídeo tenéis la interpretación de Kissin, siendo casi un niño.

Peer Gynt, Suite No. 1 Op. 46, de Grieg

De los grandes nacionalistas del siglo XIX, aún no habíamos hablado de  Edvard Grieg, pianista y compositor. Es el más conocido de los músicos noruegos de su época. Frente a la tradición europeísta, la obra de Grieg pretende dotar de una identidad cultural distintiva a una nación emergente como Noruega: un país que había estado largamente sometido a Dinamarca (1450-1814) y Suecia (1814-1905), hasta lograr su independencia en 1905. Para ello, como tantos otros nacionalistas, Grieg se inspiró en el folklore de su tierra, sus tradiciones y leyendas, sus paisajes…

Peer Gynt fue originalmente una pieza de música indicental (música «de fondo», a modo de banda sonora, para alguna representación escénica). Fue compuesta en 1876 para la obra de teatro de Henrik Ibsen del mismo nombre. La partitura original tenía un total de 23 movimientos. Más tarde, en 1888 y 1891, Grieg seleccionaría los 8 mejores para dar forma a las dos suites orquestales por las que se conoce actualmente la pieza.

Mi suite preferida y, probablemente la más conocida, es la primera. Sus cuatro movimientos son excepcionales. Probablemente todos habréis oído en más de una ocasión La mañana o En el salón del rey de la montaña. Sin embargo, yo, sin duda, me quedo con el segundo movimiento, La muerte de Asse, de un dramatismo tan exagerado que resulta casi liberador.

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El gran prestidigitador

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Más humor musical. En este caso, una parodia fantástica de los Monty Python. A veces acudimos a un concierto como quien va al circo: no para escuchar la música, sino para admirar la proeza imposible del gran virtuoso, su hazaña casi mágica que ponga a prueba nuestra credulidad. Liszt lo sabía bien: por eso escribía los trabalenguas que solía escribir y por eso fue el primer gran conciertista de la historia del piano. La mayor parte de sus primeras obras estaban destinadas a un único fin, el lucimiento circense del gran prestidigitador. Por eso quizás es un autor que gana infinitamente en concierto, pero que, personalmente, termina aburriéndome. El pianista al que parodian es el Sviatoslav Richter, uno de los mejóres intérpretes del siglo XX (ruso, como no podía ser de otra manera) y, probablemente, el más conocido. La pieza es el Concierto No.1 para piano en si bemol menor, Op.23 de Tchaikovsky, muy recomendable también.