Sinfonía No.7 en La mayor Op.92 de Beethoven

Volvemos a los clásicos para hablar del maestro de maestros: Ludwig van Beethoven. Todavía no habíamos hablado del alemán, uno de los más grandes compositores de todos los tiempos. Su música parte de un Clasicismo maduro y evoluciona poco a poco hacia lo que sería más tarde el Romanticismo.  No me extenderé en los detalles sobre su vida, ya que es un personaje muy popular sobre el que mucho se ha escrito. Quien más, quien menos, sea por libros o por películas, ya conocerá su difícil infancia, su carácter irascible, la sordera que padeció que no le impidió seguir componiendo obras maravillosas, y las dolencias que sufría, que acabaron con su vida a los 57 años (investigaciones recientes indican que fue por intoxicación por plomo).

Podría elegir decenas de obras para mostraros (por ello, seguro que esta no será la única ocasión que os ofrezcamos su música):

[…] nueve sinfonías, una ópera, dos misas, tres cantatas, treinta y dos sonatas para piano, cinco conciertos para piano, un concierto para violín, un triple concierto para violín, violonchelo, piano y orquesta, dieciséis cuartetos de cuerda, una gran fuga para cuarteto de cuerdas, diez sonatas para violín y piano, cinco sonatas para violonchelo y piano e innumerables oberturas, obras de cámara, series de variaciones, arreglos de canciones populares y bagatelas para piano.

Sin embargo, la obra escogida hoy, sin ser de las más famosas, contiene un movimiento sublime que consta entre mis piezas favoritas. Y aunque recomiendo escuchar la sinfonía entera, aquí os dejaré sólo el segundo movimiento, el Allegretto de la Sinfonía No.7 en La mayor Op.92. En este movimiento se reflejan las características fundamentales de la música de Beethoven: nunca compuso grandes melodías, ni falta que le hizo; su creatividad se hallaba en los pequeños motivos, y el trabajo se desarrollaba en la armonía, el contrapunto, y en la repetición y variación de los motivos. En este Allegretto la melodía es una mera espectadora de lo que ocurre a su alrededor, es armonía, es una línea que juega al contrapunto con las demás voces. Se encuentra en todo momento —salvo en el clímax— en una posición intermedia: siempre hay instrumentos más graves e instrumentos más agudos sonando a la vez haciendo lo verdaderamente importante. Porque la melodía queda en anécdota cuando uno se da cuenta de la fuerza de la base, esos acordes lentos, bajo un patrón rítmico implacable, con esa armonía que te lleva en volandas.

Me he acordado estos días de este movimiento tras ver la película Knowing, de Nicolas Cage. Muy mala, por qué no decirlo, pero con una secuencia de imágenes acompañadas de esta obra de Beethoven que impresionan bastante; pareciera que la música está hecha expresamente para ellas. De hecho, ya hablamos del Allegretto por aquí con motivo del centenario de Karajan, pero quería recuperarlo para poner una versión más cercana a mi gusto. La versión de Karajan es demasiado rápida: se preocupa más de la melodía que del resto, y eso es un error. Esto hace que el ritmo se diluya y que la armonía pierda su carácter y su fuerza. A menudo se utiliza la expresión de que la música «camine», y tiene un sentido siempre de que no hay que precipitarse, pero tampoco hay que pararse. Y en este movimiento los acordes deben caminar sin precipitarse, llevando a la melodía hacia el clímax a un ritmo calmado pero inexorable.

La versión que más me gusta es la interpretación que la London Symphony Orchestra hace en un álbum donde se recogen las sinfonías completas de Beethoven. Los que tengáis Spotify podéis buscarlo mediante la cadena «beethoven complete symphony london». Como en Youtube no está, he encontrado una interpretación próxima a cargo del director Charles Latshaw. Fijaos como mueve los brazos de atrás hacia adelante formando un círculo indicando precisamente eso: que la música camine.

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9 comentarios sobre “Sinfonía No.7 en La mayor Op.92 de Beethoven

  1. Disiento, ya lo sabes. A mí me gusta el tempo elegido por Karajan. Le da un carácter más… inevitable, indiferente. La indiferencia ante una muerte inevitable, que sólo produce melancolía o tristeza, pero no drama. La versión de la London es dramática, demasiado dicha para mi gusto (aunque no está nada mal, he de reconocerlo). En ese sentido me gusta más la de Karajan… En una cosa tienes mucha razón: no camina, vuela.

  2. […] Recientemente tuve la suerte de asistir al Concierto Fin de Carrera del excelente pianista (y mejor amigo), Carlos Guerrero Luceno. En la segunda parte del mismo, nos sorprendió con la última sonata del Maestro de Maestros. […]

  3. Por cierto, el movimiento de brazos del director me recuerda muchísimo al de Luis Aragonés en la Eurocopa, con su «toquen, toquen».

  4. Excelente el artículo. Me puse a buscar información sobre este movimiento por la misma razón que el autor lo escribió, gracias a la película de N. Cage.

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