Estudio Op.8, No.12 de Scriabin

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Hoy os quiero presentar a mi compositor preferido: Alexander Scriabin. Ruso de finales del siglo XIX, se lo suele asociar con el postromanticismo, (sobre todo sus primeras obras), pero el estilo de Scriabin es tan personal que resulta imposible encajarlo en ningún movimiento determinado. Llegó a desarrollar un lenguaje musical propio, ligado a sus propias ideas místicas y filosóficas, y a su propia concepción de la música: Scriabin perseguía la obra de arte total, donde todos los sentidos se vieran involucrados. Quizás esto se debiera a su supuesta sinestesia: para él lo auditivo estaba ligado a sensaciones visuales, de hecho, asoció distintos colores a los acordes musicales.

El objetivo de este arte era espiritual. La música para Scriabin era una religión y su papel era el de Mesías. Scriabin pensaba que con la música el hombre podría redimirse, alcanzar un éxtasis que lo re-uniese (re-ligare, re-ligión) con su verdadero Ser. Sobra decir que Scriabin debió ser un personaje bastante excéntrico y obsesivo.

Pero al margen de tanta «paja mental» (que en otros capítulos iré detallando porque lo cierto es que no tiene desperdicio), su música es inconfundible. El sonido de Scriabin es azul, flota sobre las teclas sin que el mundo lo roce. El sonido de Scriabin no surgió del polvo o del barro como nosotros, sanguíneos, mortales: su sonido es un fantasma luminoso, una llamarada oscura, un no-sé-qué que se escapa entre los dedos, como el humo, como el aire, como un fuego helado.

Pero a pesar de todo este misterio, a pesar de todo este misticismo, su música no debe entenderse como algo tétrico o deprimente. Scriabin, a su modo etéreo y alucinado era «feliz». Según Sabaneyev, cuando Scriabin escuchaba su propia música «a veces agachaba la cabeza de manera extraña, con los ojos cerrados. Su aspecto expresaba un placer casi fisiológico. Abría entonces los ojos y miraba hacia arriba como si deseara volar».

Volar… cuando yo tocaba este estudio, mi profesor solía animarme a que alzase los brazos como si todas mis plumas acompasasen su movimiento. El propio Scriabin estaba obsesionado con el vuelo. Dicen que un día se lo encontraron corriendo por una colina agitando los brazos y dando grandes saltos, intentando flotar sobre el suelo. Podréis reconocer estos intentos al final de cada melodía ascendente, después de cada impulso, en cada carrera agitada hacia el frente.

3 comentarios sobre “Estudio Op.8, No.12 de Scriabin

  1. Si tuviera mucho dinero y no tuviera que trabajar me encataría ser un loco como Scriabin.

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