No a las columnas dóricas

—Dime una cosa, ¿practicas más sexo tras ganar el premio Nobel?

—Eh… no.

—¿Y tras ganar el certamen de Miss Universo?

—¡Pues sí!

—Ya lo ven, el mundo apesta. Hasta mañana.

Nostálgicos de Amanece, que no es poco, traigo la buena nueva. Ciudad K, el programa de TV creado y dirigido por Jose A. Pérez, por fin sale a la luz. Podéis echarle un vistazo al capítulo piloto aquí y dejar vuestro parecer en los comentarios.

Crisis (2)

Sólo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable.

(Milton Friedman, premio Nobel de Economía)

Desbarrada en los Goya

Ayer tuvo lugar la gala de los Premios Goya, ese acto que organiza la Academia todos los años para mirarse un ombligo lleno de pelusas que nunca se han molestado en quitar. Sólo vi un trocito. La única motivación que tenía para ello era que estaba puesto en la tele mientras yo cenaba y que salía Buenafuente, pero su guión era pésimo y él parecía poco convencido de lo que estaba haciendo, así que me apresuré en la cena y volví al ordenador. Sin embargo, en ese rato vi suficiente: entre premios e intervenciones de Andreu, se intercalaban citas célebres, y una de ellas fue la siguiente, de Luis Buñuel:

La ciencia no me interesa. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas que me son preciosas.

Con dos cojones. Veo en Twitter que no he sido el único en atragantarme con la sopa. Con la Ministra de inCultura allí presente, casi es como si hablara el mismo Gobierno. Lo sueltan ahí, con letras bien grandes y voz en off, y la masa se regocija y aplaude. Si os digo la verdad, he sentido vergüenza ajena. Creo que habrían hecho bien en medir sus palabras, porque esto supone un revés intolerable en una televisión que no se prodiga precisamente en temas científicos.

Y es que estamos con lo de siempre: si lo tuyo es la ciencia, tienes que saber de todo; si lo tuyo son las artes o las letras, no tienes por qué saber hacer la o con un canuto en materia de ciencia. Lo discutíamos el otro día en clase en un tema similar, con el profesor de Organización y Dirección de Empresas, a raíz de un artículo que recogía la opinión de varios consejeros delegados sobre sus respectivos directores del departamento técnico. Al parecer todos se quejan de que estos no tienen una visión global de todas las tareas que cubre la empresa y que, puesto que cubren el resto de departamentos, deberían aprovechar para aprender lo que allí se hace. A lo que yo digo: y el resto de departamentos, ¿no debería aprender lo que se hace en el departamento técnico, ya que está cubierto por él?

Total, que al cine español no le interesa la ciencia. Tampoco le interesa el público, y lo demuestran con cada nueva película.

La religión como subproducto

Parece que en muchas culturas, los conceptos y creencias religiosas se han convertido en la forma estándar de conceptualizar las intuiciones morales. Aunque, como discutimos en nuestro artículo, este vínculo no es necesario, mucha gente se ha acostumbrado tanto a usarlo, que las críticas contra la religión se experimentan como una amenaza fundamental a nuestro existencia moral.

El Dr. Marc Hauser, de la Universidad de Harvard, junto al Dr. Ilkka Pyysiainen, del Colegio para Estudios Avanzados de Helsinki, ha realizado un estudio cuyos resultados apoyan la teoría de que la religión «evolucionó como un subproducto separado de funciones cognitivas pre-existentes a partir de funciones no religiosas».

No es malo buscar fórmulas para «conceptualizar las intuiciones  morales». Pero, a mi modo de ver, el fallo de la religión es que queda plasmada en un libro intocable, invariable con el tiempo; y, mientras tanto, pasan miles de años y nosotros evolucionamos, cambiamos.

(Vía: Ciencia Kanija)

Pragmatismo

Un espectador preocupado le envió una carta a Hitchcock, conocida por su respuesta:

—Después de ver Las Diabólicas; mi hija no quiso tomar nunca más un baño. Y tras Psicosis no querrá ya ducharse. ¿Qué debo hacer?
—Llévela a la tintorería.