El último parche propuesto para el kernel de Linux ha creado una gran sorpresa en la comunidad. Con solo 200 líneas de código, Mike Galbraith —el autor del cambio— ha conseguido mejorar drásticamente el rendimiento del sistema y la experiencia del usuario. Este parche agrupa automáticamente tareas de cara a competir por los recursos de CPU. De esta manera, se consigue que aplicaciones que ponen en ejecución muchos hilos luchen en igualdad de condiciones con tareas más simples que de otra manera quedan eclipsadas. El resultado no es que se ejecuten más rápido, sino que se distribuye mejor el tiempo; y la experiencia del usuario, bajo demandas fuertes del procesador, es que todo va más fluido.
Hay un par de vídeos en Youtube donde se muestran sendas pruebas (sobre Phoronix), sin parche y con parche, de un sistema Linux con alta carga (compilación del kernel, reproducción de vídeo en alta definición, navegador abierto, movimiento de las ventanas en el escritorio…). Veamos primero la prueba sin parche:
El soporte ofrecido y la atención al cliente son dos de los valores más grandes de una empresa; más todavía hoy en día con las posibilidades infinitas que brindan las nuevas tecnologías y los nuevos servicios. Os cuento esto porque me ha sorprendido mucho el buen uso de Twitter que hace una gran empresa de hosting como Liquid Web. Enchufa2 se encuentra en sus servidores, allá al otro lado del charco, y sin embargo no soy su cliente. En realidad, Liquid Web es el proveedor de la empresa de hosting a la que he contratado los servicios: Minerva Hosting —de la cual, tras casi 3 años, no tengo más que palabras positivas, por cierto—.
El caso es que ayer llegué a casa de la universidad y Enchufa2 no cargaba. El dominio se resolvía sin problemas, pero no había respuesta a las peticiones a su IP. Supuse que habría sufrido una caída y así lo manifesté en Twitter a las 20:33 h:
Liquid Web está caído. Y por consiguiente, Enchufa2 también… :-(
Poco más tarde, desapareció el problema y Enchufa2 volvía a ser accesible. Efectivamente, esta misma mañana recibía un email de Minerva Hosting que me informaba de que había existido esa incidencia el día anterior y que no era culpa de los servidores, sino de una red intermedia entre la península y el emplazamiento de los mismos en Estados Unidos. Otra muestra más del soporte impecable que me ha brindado siempre esta empresa.
Pero es que 10 horas antes del email de mi proveedor de hosting, recibía dosmensajes de Liquid Web a través de Twitter:
@Enchufa2 I am sorry you were seeing problems earlier. It should be fixed now. The problem was with an internet service provider in Spain and Portugal. Novis was able to get it repaired, though. Let me know if I can help with anything. ^bc
Es decir: se molestan en buscar los mensajes que hablan de Liquid Web (fijaos en que no pongo la @ en mi mensaje y no aparece como una mención), encontraron el mío y se disculparon ofreciéndome una explicación; y ni siquiera soy su cliente. Me quito el sombrero.
Los nombres de dominio están representados por cadenas de carácteres unidas por puntos (por ejemplo: enchufa2.es, example.com). Estas cadenas —llamadas etiquetas (labels)— tienen una longitud máxima de 63 carácteres (véase RFC 1035). Así pues, si nos ponemos a buscar, encontraremos un puñado de páginas web que afirman poseer el dominio más largo de Internet, como…
Y, por último, una página que, como su propio nombre indica, recoge la lista más larga de las cosas más largas en el nombre de dominio más largo al fin y al cabo:
No es la primera vez que publicamos un fragmento de la película Allegro non troppo, de Bruno Bozzetto. Si su interpreatción del vals triste de Sibelius me pareció perfecta para la música, esta versión del Bolero de Ravel me ha sorprendido, porque yo misma me había planteado trabajar en una animación parecida: con peces sucesivamente más grandes devorando a otros más pequeños, pero, en esencia, la música me había sugerido la misma idea. De alguna forma, el Bolero, con su ritmo constante (la percusión no varía en toda la pieza), su tema sensual y tranquilo, su dinámica siempre creciente, nos remite a un fenómeno imparable, maquinal, que se repite una y otra vez en un bucle creciente y se expande conquistando nuevos territorios. Como una infección incontrolada, o como la aparición y proliferación de la vida en la Tierra, que viene a ser algo parecido.
En cualquier caso, la excusa es perfecta para hablar de Maurice Ravel y su archiconocidoBolero. Fue compuesto hacia 1928 a instancias de Ida Rubinstein. Esta célebre bailarina francesa, pretendía hacerle la competencia a los Ballets Rusos de Diaghilev con su propia compañía. Por ello encargó a Ravel que idease un «ballet con carácter español» que ella misma representaría. Por aquel entonces, Ravel era un compositor muy reconocido, y estaba a punto de emprender su gira por Norteamérica, uno de los puntos cumbre de su carrera, seguido por el estreno del Bolero y su Concierto para piano.
La idea del Bolero, sin embargo, llegó más bien de rebote. En un principio Ravel pensó en trabajar en un arreglo para orquesta de de la Suite Iberia de Albéniz. Sin embargo, en el último momento y con el trabajo ya empezado, se enteró de que los derechos para esa obra habían sido cedidos en exclusiva a Enrique Fernández Arbós, un antiguo discípulo de Albéniz (SGAE, dando por culo desde 1899). Nunca sabremos cómo habría sonado el arreglo de Ravel (una verdadera lástima, ya que, como se demuestra en la pieza de hoy, era un gran orquestador) y Arbós nunca llegó a terminar su trabajo. Sin embargo, y pese a la decepción inicial, Ravel salió adelante con una nueva y atrevida idea, dando lugar a la que hoy es, sin duda, su obra más conocida e interpretada.
El punto de partida era sencillo: Ravel quería componer una pieza a partir de un solo tema musical (0’50»-1’34») y un contratema no demasiado contrastante (2’30»-3’15»), repetidos incesantemente durante más de 15 minutos y sin la menor variación. Se trataría, por tanto, de una partitura sin evolución ni desarrollo, donde el único elemento estructural, lo único que gradúa la tensión y da una dirección a la música, es su orquestación, siempre creciente. En este sentido, hablamos de una partitura experimental, algo parecido a los Ejercicios de estilo de R. Queneau (siempre lo mismo pero nunca igual). De hecho, el mismo Ravel consideraba su Bolero como un mero ejercicio de orquestación y su éxito llegó a sorprenderle. En cualquier caso, el resultado es una pieza muy original, puede que algo aburrida para algunos (sobre todo para el percusionista), pero ante todo, una música sensual, obsesiva y tremendamente pegadiza, quizás de ahí su gran popularidad.