El chiki-chiki

rodolfo_chiki-chiki.jpgUn año más, a TVE el tema de Eurovisión le ha salido rana. Más que rana, «supersapo». Y es que, en su afán por ganar un concurso ridículo desde su concepción, incurren en un desastre mayor año tras año. En este aspecto, me da la impresión de que siguen una especie de Ley de Moore: cada año se duplica.

Primer error. Este año, a alguien se le ocurrió la brillante idea (hago notar cierto tono irónico) de comenzar el concurso en Internet. Pusieron una página web para que la gente subiera sus vídeos «musicales» y el resto pudiéramos votar, al grito de «¡Salvemos Eurovisión!». De ahí saldrán 5 candidatos con los que se celebrará una gala para elegir finalmente a uno de ellos.

Segundo error (grave). Único requisito para presentarse: tener cámara de vídeo y conexión a Internet para subir el vídeo. Con lo cual, miles de frikis han colgado sus respectivas diarreas mentales.

Tercer error (más grave). Presuponer la buena voluntad de la gente. No contaron con que, en este país, para lo único que hay buena voluntad es para tocar las pelotas. Bueno, sí contaron con ello, pero poco. Creyeron que con 5 puestos les bastaría, por si se colase algún friki. Craso error. Y así les ha ido. Hasta ayer, el número uno era «El Gato», un anciano cantando flamenco con una base «tecno-dance»; además del «Baile del chiki-chiki», una parodia del programa Buenafuente, que era segundo.

¿Qué ha pasado? Pues que se les han colado demasiados frikis entre los 5 primeros, y han tenido que intervenir. A «El Gato» lo han bajado hasta el puesto 36 por supuestas irregularidades en los votos. Y qué no habrán hecho con el resto, para aupar a los candidatos medianamente decentes y salvaguardarlos de la oleada de sinsentido.

Con Rodolfo Chikilicuatre no han podido hacer nada, porque tiene a un programa detrás, el de Buenafuente, que lo ha hecho famosísimo. Otra cosa con la que no contaron, otro error.

Se lo han buscado y lo han encontrado. Ya se han cerrado las votaciones y el día de la gala ahí estará Rodolfo Chikilicuatre con su «Baile del chiki-chiki» sacándoles los colores a los de TVE. Sólo puedo aplaudir a Buenafuente y sus colaboradores por poner en evidencia a un concurso tan nefasto como este.

Manual del buen violista. Punto 1

Arco mano izquierda, viola mano derecha.

Manual del buen director de orquesta. Punto 1

Nunca les digas a las trompetas que toquen más fuerte.

Que trabajen, coño

Me tomo la libertad de transcribir un comentario de Almudena en La SGAE contraataca, porque merece una anotación aparte y no quedar relegado a ser un comentario perdido en un artículo. Dice así:

Pues yo voy a plantear mi postura, radical como yo sola, pero es lo que hay. Primero expongo y después opino.

Cuando compras un CD original, te venden dos artículos distintos:

  1. El “contenido”, esto es, la propiedad intelectual, la música que hay dentro, por la que se supone que pagas de antemano el canon (en realidad es lo que descargas de Internet).
  2. El “objeto”. El CD, con su libreto, sus fotos del artista… Aquello que puedes tocar y atesorar y que a Iñaki le hace ilusión poseer (como a mí, toda la discografía de Extremoduro y de Joao-Pires tocando los Valses de Chopin).

Bien. Lo radical: lo primero debería ser gratuito, o bien compensarse, financiarse mediante los auténticos “mecenas” de este siglo: los promotores y la publicidad. A Bach le mantenían los curas; a Goya, Carlos IV, porque en aquella época eran ellos (el clero, los monarcas) quienes movían el dinero y “patrocinaban” la “creación artística”. En el Renacimiento italiano, las familias nobles italianas; en el s.XIX, los burgueses… Pues ahora, existen dos nuevas formas de financiar el arte:

  1. Las empresas (que se publicitan).
  2. El “pueblo”. Pero el pueblo, financia como consumidor y, en ese sentido, compra el “objeto”. Como dice Iñaki, el CD tiene su encanto y hay mil maneras para convertirlo en algo “vendible”: añadir comentarios del autor, fotografías, documentación, vídeos…

Por otra parte hay algo que me cabrea sobremanera. Todos los currantes de España se pasan 8 horas al día, como poco, en su trabajo para ganarse duramente la vida. Y estos señores (que, no hace falta recordar, no viven precisamente debajo de un puente), se quejan porque un trabajo que han realizado exclusivamente durante el tiempo que se han pasado en el estudio de grabación (o, si quieres añadirlo también, el minuto y poco que han tardado en componer cada canción) no les reporta beneficios durante el resto de su vida. Y a esto añado que los derechos de autor se cobran de por vida, e incluso se “heredan” de unas generaciones a otras.

Yo propongo: que el artista trabaje, como todos. Que genere un bien a la sociedad cada día y que entretenga. Que toque en conciertos, que dé giras. Que monte espectáculos y divulgue su trabajo. Y que sonría: que Internet lo único que consigue es que se vuelva más popular, que más personas tengan acceso a lo que hace. Si su trabajo es bueno, la gente comprará sus discos (el objeto, el producto, que, por supuesto, debería ser infinitamente más barato. De hecho, puntualizo, la venta del producto sirve para mantener a la compañía discográfica sobre todo, para que se puedan seguir grabando trabajos nuevos), e irá a sus conciertos. Estos conciertos, las giras, los espectáculos, y la popularidad que tuviese cada artista, dándole la oportunidad de participar en anuncios, revistas etc. tendrían que ser suficientes para que viviese suficientemente bien.

Y ahora suavizo. Lo que digo no es tan radical. Soy pianista clásica. Viviré de dar clases, tocar en algún concierto, ganarme la vida. Igual que viven y se buscan las castañas miles de músicos de jazz, cantautores poco conocidos (estoy pensando ahora en César Rodríguez por ejemplo, un tipo brillante que cada semana toca en algún local de Madrid y deja descargarse gratis sus canciones de Internet…) que se lo curran todos los días, sus ocho horas, como todos. Y no se mueren de hambre. Pero no quieren ser super-estrellas. Tenemos asumido, y muy mal asumido, que nuestros artistas tienen que llevar una vida cómoda, nadando en la abundancia, como una nueva oligarquía, de gente “brillante”, “intelectual”, “simbólica”… ¡¡Son mitos!! Y quieren vivir como tales. Pues yo me niego. Que trabajen, coño. Y si quieren un sueldo fijo, que hubieran estudiado… (mierda, no se me ocurre ninguna carrera con salida segura…) ¡Que se hubieran metido a especular en el mercado inmobiliario!

El canon, contra la ética y la presunción de inocencia

He encontrado este trabajo vía Kriptópolis. Lo firma Jorge Ramió Aguirre, profesor de Seguridad Informática de la UPM, y puede descargarse completo en formato PDF.

Se trata de un análisis pormenorizado de lo que supone el canon digital. Argumentos a favor y en contra tratados con rigor para llegar a una conclusión:

Se han puesto sobre la mesa de forma imparcial los argumentos que presentan quienes apoyan y quienes atacan la implantación del nuevo canon digital. Tras un análisis más profundo y luego de sopesar cada uno de los aspectos presentados en este documento, se llega a la conclusión de que la hipótesis planteada en el título del mismo, es verdadera: la implantación del canon digital atenta contra la ética y la presunción de inocencia.

Y para afirmar aún que el canon es un atentado a la ética, dos frases del presidente de Aetic: ‘En este contexto se llegaría al absurdo de que los ingresos de un artista por la aplicación del canon superarían al de las ventas de sus discos’ y ‘Es inadmisible que se obligue a todos los ciudadanos a pagar un impuesto que sólo repercute en una pequeña minoría de individuos’.

Eso ya lo sabíamos nosotros de manera intuitiva, ¿verdad? La miga está en el resto del trabajo. Merece la pena echarle una ojeada.