«El mal del cerebro», el documental

En palabras de @aberron (originalmente en Amazings.es):

Después de todo un año de trabajo en lainformacion.com, llega el momento de presentar a mi criatura […] el documental “El mal del cerebro”, un especial en el que ahondamos en las últimas investigaciones y en las alternativas para sanar o “hackear” nuestro encéfalo en el futuro.

Consta de dos partes de 18 minutos. El jueves pasado se estrenó la primera parte, titulada «Cerebros reparados» (por aquí no llegamos a avisar porque estábamos ocupados en la inauguración de la exposición de fotos del Ártico de Almudena en el Pamplonetario: tenéis hasta marzo para visitarla —guiño guiño—). Hoy jueves 26 de enero a las 21 h se estrena la segunda parte de este estupendo documental: «En busca de la memoria». Podéis pasaros por la fantástica web oficial que se han currado para la ocasión para ver cualquiera de las dos partes.

La ciencia que se hace con cero plazas

Ver vídeo

España padece una crisis y, en su infinita sabiduría, aquellos que no supieron preverla, evitarla o prevenirla se disponen a mutilarla poco a poco. Recortes en los servicios sociales, en las clases medias y, como no, en ciencia porque ya se sabe: cuando uno padece desnutrición, lo más inteligente es arrancarse el estómago.

La ciencia que se hace con cero plazas es la crisis del mañana. Es la hipoteca pagada con nuevas deudas. Es la garantía de que pronto volveremos a encontrarnos en esta misma situación. Viviendo de lo que inventaron otros y vendiéndoles casitas en Mallorca. Sin capacidad alguna para generar riqueza duradera.

Pero la ciencia que se hace con cero plazas es también la ciencia del exilio, la de aquellos que tienen que elegir entre su vida y su desarrollo profesional, la de los que son demasiado brillantes para tener hueco en este país. Y es que, a estas alturas, pocos científicos quedan en España lo bastante ingenuos (o afortunados) como para ignorar que su futuro pasa por hacer las maletas y buscar suerte en otra parte. Cerebros fugados, los llaman. Yo suelo imaginar que son personas, incluso, y que no «se fugan»: más bien les echan.

Por tercer año consecutivo, la investigación en España sufre sus mutilaciones con presupuestos, como no, a la cola de los del resto de Europa. Como cuenta Lucas Sánchez, investigador y amigo del blog Sonicando:

Nos hemos quedado sin ministerio, con 600 millones menos de presupuesto y con una previsión de CERO plazas de investigador en oferta para el presente año en nuestro país. […] Ya no es dificilísimo conseguir una plaza de investigador en España; es imposible.

Lucas es también el autor, junto con Félix Gallego, del vídeo que encabeza esta entrada y con el que varios blogs de ciencia pretendemos denunciar la situación. Desde aquí os invito a verlo, comentarlo y compartirlo.  Quizás, si somos muchos, podamos hacer más ruido.

La homofobia ya no es apta para mayorías

(Este es un post que llega con días de retraso a tratar un tema bastante polémico. El propósito  no es otro que el de aportar otro punto de vista y llevarle la contraria —o noa otros que ya han escrito antes que yo)

Hace unos días, cundía la indignación en las redes sociales ante el descubrimiento de que unos grandes almacenes españoles llevaban años vendiendo un libro que afirma que la homosexualidad es una enfermedad y puede tratarse. Hace aunos días menos unas horas, los grandes almacenes decicían retirar de sus estanterías el libro causante de la polémica. La indignación cundía entonces en las redes sociales, alertadas por la «censura» ejercida desde las redes sociales.

Y yo no termino de entender bien por qué se concede semejante entidad a una decisión comercial puntual, de unos grandes almacenes en concreto. Me parece más que exagerado, una falsedad, hablar en este caso de censura. En España, para bien y para mal, sigue siendo perfectamente legal pensar y decir todo tipo de barbaridades. Incluso vomitarlas en voz alta. De hecho, ahí sigue colgada la web de Hazte Oír. Otra cosa muy diferente es que a una marca en concreto le salga rentable darles eco o verse asociada a ellas.

El Corte Inglés sabe bien que hay muchas cosas capaces de perjudicar su imagen de marca. Sabe que el uniforme de sus empleados debe lucir impoluto. Sabe que la falda de las dependientas debe cubrir pudorosamente sus rodillas, que el azul marino es un clásico y que conviene tratar a los clientes de usted. Conoce la importancia de la tipografía, del olor y la limpieza de sus instalaciones, del diseño de sus anuncios.

Todos ellos parecen criterios válidos para que un potencial cliente elija frecuentar cierto establecimiento. Pero, por algún motivo, los productos a la venta en el establecimiento no deberían serlo. Hay quien se alarma por la llamada al boicot. Lo suyo es huir de una marca que se publicita en Comic Sans o sube los precios del tomate en enero: preocuparse porque da visibilidad a panfletos homófobos es cosa de inquisidores.

Por suerte, los grandes almacenes se han dado cuenta de que la venta de porquería también puede perjudicar su imagen de marca. De hecho, existe una gran colección de productos que no se pueden ver en sus estanterías. Un cliente de bien, acostumbrado a las faldas azules y el trato de usted, no quiere ir con los niños a descubrir que ya es primavera y darse de bruces con «Las Guarras de las Galaxias» en DVD. Ni con la venta de bragas de segunda mano. Ni con camisetas de Soziedad Alkohólika. Ni, ya era hora, con textos homófobos.

Pero esto no significa que el contenido de ese libro esté censurado en este país o que nadie haya querido quemarlo. Cualquier librería lo suficientemente minoritaria, con un «target» lo bastante definido ideológicamente como para no temer un boicot de rojos y maricones, podrá permitirse venderlo. Y supongo que con gran éxito económico después de lo sucedido. Es más: en un mundo bien guionizado, La Gaceta empezaría a repartirlo dentro de unos pocos domingos. La novedad aquí es que el emisor del mensaje ha cambiado: ese texto ya no puede venderse en un establecimiento dirigido a mayorías, respaldado por una marca pretendidamente «neutra» y políticamente correcta, como si fuese «un libro normal». Y, fuera de los comercios convencionales, perderá la visibilidad necesaria para difundir su mensaje más allá de aquellos que ya lo recitan en su credo.  La novedad aquí es que la homofobia ya no es apta para mayorías.

Lo fascinante es que el departamente de marketing de El Corte Inglés haya tenido que esperar a que alguien les sacase los colores para tomar estas medidas. Supongo que esperarían que nadie se diese cuenta. Que los ingresos de la porquería siguiesen llegando sin hacer demasiado ruido. Total: ¿quién iba a fijarse? La culpa es de Twitter, que publica lo que le da la gana.

El único poder que nos queda, ahora que ya nadie cree en la democracia, es el que tenemos como consumidores: como dinero repartido en pequeños montoncitos. Quizás es el momento de empezar a usarlo responsablemente. Quizás las redes sociales sirvan para organizarse también en esto.

Disclaimer

Fantástico el disclaimer con el que Barry Ritholtz adorna los comentarios del blog The Big Picture:

Please use the comments to demonstrate your own ignorance, unfamiliarity with empirical data, ability to repeat discredited memes, and lack of respect for scientific knowledge. Also, be sure to create straw men and argue against things I have neither said nor even implied. Any irrelevances you can mention will also be appreciated. Lastly, kindly forgo all civility in your discourse… you are, after all, anonymous.

Por favor, use los comentarios para demostrar su propia ignorancia, el desconocimiento de los datos empíricos, la capacidad para repetir memes desacreditados y la falta de respeto por el conocimiento científico. También, asegúrese de crear hombres de paja y argumentar en contra de cosas que no he dicho ni he insinuado. Cualquier irrelevancia que pueda mencionar también será apreciada. Por último, tenga la amabilidad de renunciar a todo el civismo en el discurso… después de todo, usted es anónimo.

(Visto gracias a Pedro J. Hernández)

Cómo librarse con rapidez de las llamadas comerciales de las operadoras

No hay otra. Antes o después te va a tocar; te van a llamar. Y son duros de pelar: si no coges, vuelven a llamar; si dices que no eres el titular de la línea, vuelven a llamar; si dices educadamente que no te interesa, te bombardean a preguntas y te tienen media hora al teléfono; si cuelgas repentinamente, vuelven a llamar; si te cagas en sus muertos, a veces vuelven a llamar, a veces no… Sin embargo, hoy he descubierto, de manera improvisada, un método rápido e infalible para deshacerme de ellos:

Teleoperadora: Buenas tardes, le llamo de Vodafone, soy fulanita de tal. ¿Es usted el titular de esta línea?

Yo: Buenas tardes. Así es.

TO: ¿Con qué compañía tiene contratada su línea?

Yo: Con Yoigo.

TO: Le llamaba para ofrecerle…

Yo: Tranquila, no te calientes… No puedo cambiar de compañía porque estoy en periodo de permanencia.

TO: ¿De cuánto tiempo estaríamos hablando?

Yo: 18 meses.

TO: Gracias, buenas tardes.

[Click]

Espero que no se lo haya apuntado… Si alguien conoce un método mejor y más rápido, se aceptan sugerencias.