Diario Malaspina: día 24

Quizás hayan echado de menos las dunas, pero este desierto ha sido suficiente para que los Reyes decidieran venir a visitarnos.

La verdad es que ya estaba todo pensado desde tierra: hubiese resultado muy triste que alguien se quedase sin regalo, precisamente estas navidades, cuando estamos todos tan lejos de casa. Tan lejos de nuestras familias y conocidos. Por eso, se había organizado de antemano una suerte de amigo invisible para el día 6 de Enero. El regalo era parte del equipo imprescindible de la maleta, junto con el certificado médico y las botas de seguridad.

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Diario Malaspina: días 22-23

Elegir un hogar no es fácil cuando eres fitoplancton. Todo depende de su ubicación, pero no existe el lugar perfecto. La luz del sol es necesaria para realizar la fotosíntesis, por lo que vivir en la superficie podría parecer lo más deseable. Sin embargo, los nutrientes son más abundantes en aguas frías, procedentes de capas más profundas de la columna de agua (entre otras cosas, arriba, todo el mundo se los come enseguida). Estos dos factores se equilibran en un punto óptimo llamado DCM (deep clorophyll maximun): la profundidad a la que se encuentra más clorofila, el punto donde la mayoría del fitoplancton prefiere vivir.

Hace algunas semanas os comenté que la roseta llevaba un CTD que le servía para conocer la salinidad, temperatura y presión a distintas profundidades, pero se me olvidó mencionar el fluorímetro que también lleva incorporado. Este aparato sirve para medir, precisamente, la cantidad de clorofila presente en distintos puntos de la columna de agua. Para ello emite un pulso de luz azul que hace que la clorofila emita fluorescencia de una longitud de onda determinada (en el espectro del rojo). De este modo se puede medir la actividad biológica fotosintética: podemos saber cuántas microalgas y cianobacterias hay ahí, por pequeñas que sean.

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Las cuentas no cuadran en el océano profundo, el mayor ecosistema del planeta

(Esta ano­ta­ción se pu­bli­ca si­mul­tá­nea­men­te en Ama­zings.​es)

En cierto sentido, los oceanógrafos son como los macroeconomistas. También ellos estudian intercambios a gran escala que, por eso mismo, no se pueden cuantificar de forma independiente (la suma tendría infinitos factores). También ellos utilizan balances y estimas para acercarse a una red de relaciones compleja en la que intervienen infinidad de variables, muchas de las cuales se desconocen y otras tantas que ni siquiera creemos ignorar.

Existen, no obstante, dos diferencias fundamentales entre ambos colectivos: (1) al contrario que los expertos en capitalismo, ningún oceanógrafo en su sano juicio piensa que los recursos de carbono y oxígeno de su contabilidad puedan crecer indefinidamente; (2) hasta la fecha, las predicciones de los oceanógrafos no han causado ninguna crisis a nivel mundial debida a la burbuja del fitoplancton (crucemos los dedos).

De hecho, el material de construcción de los océanos (la base de toda su economía), no es el ladrillo, pero hasta hace poco se creía que sí provenía de una sola fuente: la capa fotosintética del océano. Esto es: la capa superior de la columna de agua, de unos 200 metros de profundidad y la única a la que llega la energía solar. Esta es necesaria para que el fitoplancton y las algas puedan asimilar el CO2 disuelto en el agua (proveniente en gran parte de la atmósfera) y generar oxígeno y materia orgánica (de hecho, son las responsables de casi dos terceras partes de toda la actividad fotosintética del planeta). Es lo que se conoce como producción primaria del océano.

Toda esta materia orgánica es consumida por distintos organismos dando lugar al proceso inverso: la respiración. Si antes decíamos que la producción consiste en sumar agua, más CO2 y energía para obtener carbohidratos y liberar oxígeno, la respiración permite volver a oxidar esos carbohidratos y recuperar parcialmente la energía invertida anteriormente, liberando CO2. Parte de este CO2 regresa, a su vez, a la atmósfera aunque por el momento los océanos están funcionando como sumideros de CO2 (es decir, por el momento el flujo de CO2 de la atmósfera al océano es mayor en este sentido que en el contrario, pero el cambio global podría invertir la situación). Por otro lado, una porción del carbono se sedimenta en el fondo marino. Gracias a ello hoy contamos con depósitos de petróleo y gas que tardaron millones de años en producirse.

Antes mencionábamos que, al contrario que los economistas, los oceanógrafos trabajan con presupuestos acotados (budgets en inglés). Como es evidente, no pueden saber cuántas algas comen al día todos los cangrejos del mundo. Ni cuántos cangrejos son digeridos por cada pez de cada especie. En cambio, hay huellas que son más fáciles de rastrear, documentos y facturas que testimonian los intercambios que allí han tenido lugar. Así, podemos medir la cantidad de oxígeno o de CO2 disuelto en el agua, averiguar cómo reaccionan estos valores en distintas circunstancias (con más o menos luz o temperatura, por ejemplo) e intentar aplicar estos datos a un ecosistema tan vasto y complejo como es el océano. Con ello se pretende deducir cuántos bichos hay ahí abajo, de qué se están alimentando y quién tiene que pagar la cuenta al final de la cena (no sabemos si el océano podrá seguir absorbiendo CO2 de la atmósfera indefinidamente).

Evidentemente, se trata de contabilidades complejas en las que entran en juego demasiadas variables (y algunas más que ni imaginamos). El gran problema es que, en el océano profundo, los errores de nuestras cuentas son del orden del 300%, como poco y tirando a optimistas (según otras estimas podrían rondar el 700%). Según los datos que se tienen sobre el consumo de oxígeno (la respiración), allí abajo debería haber una cantidad de materia orgánica bastante superior a la estimada: si hay mucho gasto, tiene que haber alguien comprando cosas. Pero, según los libros de texto, toda la producción primaria proviene de la capa superior del océano y esta no es suficiente ni de lejos para mantener la respiración que hemos contabilizado. Una de dos: o no sabemos contar o… los libros de texto están mal y nos encontramos ante una economía sumergida comparable a la industria de la Coca Cola (el 80 % de la respiración tiene lugar por debajo de los 800 m y el 10 %, por debajo de 4500 m).

Es decir: es posible (como advierte Carlos Duarte, su hipótesis es poco ortodoxa) que en el océano profundo, en ausencia de luz, se esté produciendo materia orgánica a partir de CO2 gracias a la quimiosíntesis efectuada por arqueas y bacterias cuyo repertorio metabólico desconocemos. Precisamente por eso, uno de los objetivos de esta expedición es explorar la biodiversidad y el funcionamiento de esta zona oscura del océano y hacer un inventario genómico de todo lo que se vaya encontrando. Las consecuencias de descubrir novedades en esta materia podrían ser impredecibles para el sector energético entre otros.

Diario Malaspina: días 20-21

Carta de su Majestad el Rey Neptuno al Hespérides.

Un año más estoy enojado por la osadía de algunos neófitos que intentan cruzar el Ecuador de mis mares sin ser bautizados, sin pagar tributo y sin rendir pleitesía.

Debería descargar sobre ellos toda mi furia, pero en lugar de ello voy a dar muestra de mi benevolencia y por eso anuncio que el próximo sábado día 1 a las 11 de la mañana, tomaré el mando de mi querido Hespérides, con el beneplácito de mi viejo amigo el Comandante, para que todos aquellos neófitos que voluntariamente pasen unas pruebas puedan ser bautizados y así poder proseguir la travesía y aplacar mi terrible ira y obtener mi gracia, todo ello acompañador por mis ninfas, verdugos y negros, y de ricos sabrosos manjares.

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Diario Malaspina: días 17-19

Estos han sido días intensos. El 31 despedimos el año y a una botella Niskin que decidió emanciparse de la roseta para conocer el fondo del Atlántico. También dieron problemas la Multinet, los bongos (unas redes sobre una estructura circular que se lanzan por parejas), Luana (nuestra científica brasileña) se torció un tobillo y al jefe se le rompió una uña. Sólo una pequeña parte de estos “accidentes” se debieron a las corrientes ecuatoriales que ejercieron demasiada presión sobre las redes y dificultaron casi todas las maniobras. En fin, un día accidentado como poco que, sin duda, augura un nuevo año libre de incidencias.

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