La lengua para quien la habla, magnífico artículo de Miguel A. Román en el blog Román Paladino, de Libro de Notas:
[…] no pocos de los prenunciados cambios son ya cosa juzgada en esta sala (aquí y aquí) y créanme que no voy a modificar aquellos criterios, menos aún en los casos en que los doctos académicos me dan la razón.Pero no venían mis razonamientos hoy a esos detalles “científicamente” tratables de la cuestión, sino al hecho (que se me antoja sorprendente) de las polémicas, zalagardas, soflamas, bochinches, garapas y mitotes que se han producido en días pasados a cuenta de un quítame allá esas tildes.
Hombre, que los filólogos, ortotipógrafos, etimólogos y lexicógrafos pongan el grito en el cielo imbuidos de espíritu científico y corporativista me parece razonable. Al fin y al cabo son profesiones lo suficientemente aburridas como para que cualquier algarabía suponga una liberación de la rutina.
Pero que el “pueblo llano” reaccione ante las decisiones académicas de poner o quitar grafema como si se subieran los impuestos o se declarara la ley marcial, colma mi capacidad de asombro. Al parecer realmente piensan que es importante (adelanto: no lo es) y que las mudanzas propuestas son profundas (aclaro: no lo son). Y concluyo que somos pueblos (los de allá y los de acá) para los que el idioma y su uso correcto alcanzan estatura de problema nacional y aun transnacional.
Pero lo que no es de recibo es que si no parecen buenas las disposiciones en materia de normalización idiomática que debaten, acuerdan e imprimen la Asociación de Academias de la Lengua Española, se ejerza simplemente ese derecho al pataleo resignado, en la creencia simplista de que “por la fuerza de la ley” se nos obligará a aceptar unas normas que no son las conformes a la costumbre.
Porque, insisto (y ya son mil), no es así. Las normas las pone quien habla y quienes le escuchan, quien escribe y quienes le leen, primando por encima de cualquier criterio la claridad en el mensaje, la función comunicativa. Y no es ese argumento una llamada a la desobediencia, sino a la conciencia de que el idioma es nuestro y las autoridades académicas únicamente tienen la misión de estudiarlo, entenderlo, aceptarlo y proclamarlo.
Y, recogido del segundo artículo enlazado en esta cita:
La única recomendación razonable en todo esto es apelar a la honradez personal: tilde usted como pronuncie, será la mejor forma de que en sus escritos persista no únicamente sus pensamientos, sino también, de chiripa, algo de su voz.
Efectivamente, se pongan como se pongan los señores académicos, ni Dios escribe ni escribirá jamás «güisqui», por mucho que se sea de uso común «fútbol». Me temo que con algunos de los últimos cambios pasará lo mismo.
Por otro lado, creo que la academia debería ser fiel a su lema, y además de limpiar y dar esplendor (¿lo hacen?) también se dedicara a fijar un poco y no dar muchos bandazos.
Esto último lo digo por mi experiencia como víctima de la academia gallega: Consiste en unos señores que no hablan gallego, y se les nota que piensan en castellano y traducen mentalmente, pero que por vaya usted a saber por qué razón se dedican a cambiar las reglas ortográficas e incluso gramaticales cada pocos años. El resultado para mí es que después de haber estudiado y sacado buenas notas en Lengua Gallega toda la EGB, BUP y COU (sí, soy de esa época), lo que suman bastantes años, ahora resulta que soy prácticamente analfabeto en ese idioma. Pues lo va a estudiar de nuevo su p*** m****. Conclusión: reducir el idioma que pretenden defender a una lengua meramente oral, para toda la gente (mucha) como yo, que nos negamos a leer o escribir nada en gallego si podemos evitarlo, a pesar de ser un idioma propio que hablamos a diario.
Como la Real Academia empiece, el FSM no lo quiera, a practicar las mismas veleidades, no creo que la gente vaya a dejar de escribir en español, pero sí a escribirlo cada cual a su manera.
Yo me meto en esos berenjenales pero por la peregrina razón de que cualquier excusa para un flame siempre es bienvenida, mas si en él se encuentran pinches weys y Arturo Pérez Reverte.
Si soy un enfermo, pero anda que no os doy vidilla a veces en los hilos.
1# Suso: La RAE ya no «limpia, fija y da esplendor».
Que yo sepa, han quitado ese lema, o al menos, ya no es oficial y no le dan bombo.
Quizá sea porque de unos años a esta parte hay algunos lingüistas científicos de primera fila entre ellos (aunque sean un puñao entre egos inflados y prestigios espúreos), y un lema como ese tenía que hacerles daño a los ojos.
Porque ese lema responde a una ideología dieciochesca y un estado precientífico de la lingüistica.
Nadie defiende hoy que la lengua sea fija, ni que se la fije con grapas aunque pudiera fijarse (que no se puede).
Tampoco hay una gran cantidad de gente que suponga que una ni varias Academias sean importantes para mantener la unidad lingüistica del español en su área, tarea que cumplen en cambio bastante bien la escuela universal, los medios masivos e internet.
Igualmente, lo de que haya de «limpiar» la lengua es muy dudoso, ni lo de que se «ensucie», ni lo de la «pureza» como valor (¿pureza de qué, cuando si le quitamos los antiguos arabismos, cultismos, italianismos, galicismos, vulgarismos y similares se nos quedaría en medio plato de natillas de dieta para enfermo?)
Lo del esplendor es más subjetivo, pero parece bastante claro, salvo para quien tenga prejuicios aristocráticos exagerados, que el esplendor de una lengua lo da el vigor de la cultura que vehicula y de la sociedad que la utiliza, y no unas docenas de egos con chaqué.