El pasado 10 de marzo se estrenó la nueva serie-documental Cosmos: A Spacetime Odyssey, un remake del aclamado Cosmos: A Personal Voyage de Carl Sagan de los 80, esta vez presentado por el astrofísico y divulgador Neil deGrasse Tyson. Yo vi ayer el primer capítulo y no quería dejar pasar la oportunidad de ofrecer por aquí mi opinión como muchos otros han hecho estos días.
Este producto es claramente superior al original, porque los tiempos han cambiado, las técnicas y la tecnología ha mejorado, etc. Y si ajustamos la inflación, este producto es claramente equivalente al original. Así que no puedo más que quitarme el sombrero y aplaudir. Los jóvenes de hoy van a quedar tan ojipláticos como vosotros —espectadores del primer Cosmos; viejunos, asumidlo— quedasteis en su día (o más).
Yo quedé encantado, maravillado. Y Almudena me preguntaba que por qué, que no me había enseñado nada el capítulo. A lo que yo respondí que, precisamente porque conozco los conceptos que se exponen, precisamente porque conozco las aproximaciones y simplificaciones que se hacen y los porqués que hay detrás, soy capaz de apreciar las decisiones que se han tomado y todo el cuidado que se ha puesto en su concepción y realización. Y me maravilla.
La perfección y la rigurosidad extrema no enganchan en divulgación, lo siento. Asumidlo también. Comentarios y críticas que he visto como que «el cosmos no existe», «en el espacio no hay sonido» y zarandajas similares no enganchan a un iniciado. Eso ya es divulgación nivel 2, y con eso no se ilusiona a nadie que no se haya pasado el nivel 1.
Lo único que hay para vosotros, seguidores de Sagan, es la frase inicial y el final oh-Sagan-qué-bueno-era que tanto os ha gustado. Enorme tributo y enorme acierto, pero eso a un niño de hoy en día se la refanfinfla: de nuevo, asumidlo. Viejunos.