Son las 12 de la noche y fuera la gente todavía está trabajando. Yo he decido resguardarme en mi camarote en busca de un momento de tranquilidad: llevamos todo el día moviéndonos de un sitio para otro, sin parar un solo momento, sin un segundo para aburrirse. Tanto es así… que me cuesta elegir por dónde empezar: cada vez que intento rememorar este último día, se pasean por mi memoria, por lo menos, 53 horas. Es una emoción y una responsabilidad estar aquí en nombre de QUO, único medio invitado en esta primer etapa. En cualquier caso, empecemos por el principio, que viene siendo tradición.