El arte ha estado relacionado con la representación de la naturaleza desde los inicios de la humanidad. Por un motivo u otro, el hombre ha intentado representar el mundo que lo rodea, y así capturarlo, poseerlo. Sin embargo, toda representación implica algún tipo de comprensión. Implica transformar lo visible a través de códigos y patrones visuales que permitan esquematizarla información compleja que llega a nuestros ojos, o convertir las tres dimensiones del espacio en sólo dos, por ejemplo.
Por eso, Ernst Gombrich argumenta en Arte e Ilusión que no es posible representar correctamente aquello que no se entiende, de acuerdo a cierta cultura visual. Resultaría imposible dibujar correctamente un motor cuyo funcionamiento se desconoce o copiar bien un bloque de viviendas, sin contar antes los pisos que tiene. Por eso también, en el Renacimiento, los artistas que querían reproducir correctamente la forma del cuerpo humano, se empeñaron también en aprender anatomía (una materia que aún se imparte en muchas academias de Bellas Artes). Resultan muy interesantes en ese sentido los estudios realizados por autores como Davinci, por ejemplo.