La luz del Sol de Medianoche tiene otro color. Es una luz sin escondites, sin noche ni oposición. Es una luz que afila aquello en lo que se posa, elimina las sombras y congela los perfiles nítidos de los objetos. Por eso, todo lo que sucede en el Ártico parece más definido: desde el azul del hielo a la quietud del agua, incluso la densa oscuridad de las nubes parece más dicha, más clara, más innegable en estas latitudes.
Por eso, probablemente, me resulte tan difícil procesar las fotografías de este viaje. Por eso también, me despido del Ártico con nuevas ideas claras e intensas, aunque puede que contradictorias entre sí, como puntas de flecha afiladas en direcciones opuestas.