Citas célebres de clérigos humoristas (9)

En esta ocasión los clérigos nos hablan de educación. Las negritas, como ya sabéis, son mías. El genio, todo suyo.

La edad y la formación de los alumnos aconseja el empleo del método demostrativo para ciertas cuestiones. Parece lógico que en la argumentación el Profesor utilice preferentemente fuentes dogmáticas (Sagrada Escritura, Tradición). […] Como ejercicios complementarios se recomiendan lecturas adecuadas: definiciones conciliares, textos patrísticos, fragmentos apologéticos, relatos de conversiones, etcétera.

Religión. Sexto curso. Programa de una asignatura de Bachillerato del plan 1957, encontrado en algún lugar del trastero de mi casa. Me ha recordado mucho a esta otra frase (título alternativo del monólogo):

Teme al hombre de un solo libro.

Santo Tomás de Aquino.

[La retirada de los crucifijos] supone un atentado contra la libertad religiosa de los alumnos, a los que se desprecia y se les impone el criterio gubernamental como si fuera una dictadura. El crucifijo es un signo cultural e histórico que no resulta ofensivo para el no cristiano o el ateo, ya que su presencia no obliga a nada.

Manifiesto de CONCAPA (Confederación Católica de Padres de Alumnos) contra la retirada de los crucifijos, en La tiranía de la ausencia de tiranos (si lo dices muy rápido, muchas veces y sin tartamudear, acaba por tener sentido).

Detrás de la ley en trámite del aborto, […] se esconde un ambicioso plan de introducción de la llamada salud sexual y reproductiva. […] El Ministerio de Sanidad está elaborando una normativa legal que obligará a los centros educativos, sin excepciones, a impartir educación sexual a todos los alumnos.

Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo en La conspiración de los masones o Alternativa pedagógica: cuando un parisino se tira a una cigüeña entre las coles.

Zapatero, con esta nueva actuación, muestra que está deslegitimado para hablar de Pacto Educativo o para intervenir en la educación española.

El Estado no es el educador de la sociedad, ni puede imponer principios morales.

La Iglesia debería estar en el Pacto por la Educación y todas las realidades sociales que tienen que ver con la educación.

Nuevo fragmento del Manifiesto de CONCAPA seguido por las intervenciones de Juan Antonio Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal y An­to­nio María Rouco Va­re­la, car­de­nal ar­zo­bis­po de Ma­drid y pre­si­den­te de la CEE, en Dejad que los niños se acerquen a mí.

La Iglesia no reivindica el puesto del Estado. No quiere sustituirle. La Iglesia es una sociedad basada en convicciones, que se sabe responsable de todos y no puede limitarse a sí misma.

Nosotros no aspiramos a tenerlo [el poder] sino a educar a las personas.

Tarcisio Bertone, número dos del Vaticano, y José Sánchez, Obispo de Sigüenza nos lo aclaran todo en Yo no aspiro a ser rico, sino a tener mucho dinero.

Si no existiesen colegios católicos, habría que inventarlos.

Antonio Cañizares, aplauso y telón.

Niveles de error

Cuando las personas creían que la Tierra era plana, estaban equivocadas. Cuando creían que la Tierra era esférica, estaban equivocadas. Pero si crees que considerar la tierra esférica es tan equivocado como creer que la Tierra es plana, entonces tus ideas están más equivocadas que las dos ideas anteriores juntas.

(Isaac Asimov, es­cri­tor y bio­quí­mi­co. Vía Etiopica)

El Sol gira alrededor de la Tierra

Futility closet recupera algunos de los argumentos esgrimidos contra las teorías heliocéntricas defendidas primero por Aristarco y Copérnico, y, finalmente, por Galileo.

Los animales, que sí se mueven, tienen extremidades y músculos; la Tierra no tiene extremidades ni músculos, por lo tanto, no se mueve.

Scipio Chiaramonti, Universidad de Pisa, 1633.

Los edificios y la Tierra misma saldrían disparados a tal velocidad, que los hombres necesitarían estar provistos de zarpas, como los gatos, para poder agarrarse a la superficie terrestre.

Libertus Fromundus, Anti-Aristarchus, 1631.

Si aceptásemos que la Tierra se mueve, ¿por qué, al disparar una flecha al aire, esta vuelve a caer en el mismo punto, cuando, entretanto, la Tierra y todas las cosas que hay sobre ella se han movido rápidamente hacia el Este? ¿Quién no ve el gran desorden que provocaría este movimiento?

Polacco, Anticopernicus Catholicus, 1644.

[Los astrónomos estiman que la velocidad de rotación de la Tierra es de unos 1000 kilómetros por hora.] Un avión volando a esa velovidad en la misma dirección de la rotación, no avanzaría en absoluto. Permanecería suspendido en el aire, sobre el mismo punto sobre el que despegó, ya que ambas velocidades son iguales. Además, no habría necesidad de volar de un sitio a otro situados en la misma latitud. El avión podría, sin más, elevarse y esperar al país deseado en el curso normal de la rotación, y entonces aterrizar; aunque es difícil imaginar cómo un avión podría posarse en absoluto sobre una pista que se desliza a una velocidad de 1000 kilómetros por hora. Ciertamente, sería útil conocer lo que la gente dedicada a la aviación piensa acerca de la rotación de la tierra.

Gabrielle Henriet, Heaven and Earth, 1957.

Si la Tierra se moviese a una gran velocidad, ¿cómo podríamos agarrarnos a ella con nuestros pies? Solo podríamos caminar muy, pero que muy lentamente, y la veríamos deslizarse rápidamente bajo nuestros pies. Si caminásemos a favor de su tremenda velocidad, nos empujaría terriblemente rápido. Pero ¿y si tratásemos de caminar contra su rotación? —De un modo u otro, estaríamos tremendamente mareados y nuestros procesos de digestión serían imposibles.

Margaret Missen, The Sun Goes Round the Earth, citada por Patrick Moore en Can You Speak Venusian?, 1972.

Arte y religión: El dogma (4)

Dogma No.4:

La obra de arte es única.

Va a ser complicado refutar este dogma, pues conozco el valor simbólico de los «originales»: sin duda temblaría de emoción ante un manuscrito de Scriabin, y, si me apuras, ante cualquier papel con el que se hubiese limpiado el culo. Pero entiendo que mi adoración por ese cacho de papel higiénico no lo convierte en algo sagrado o distinto de cualquier otro rollo que pueda comprar en un supermercado. En su ensayo Modos de ver, John Berger plantea cómo, a partir de la aparición de la fotografía, el valor de una obra pictórica se ha trasladado de su imagen (su contenido, reproducible), al objeto único y no reproducible que lo contiene:

Este nuevo estatus de la obra  original es una consecuencia perfectamente racional de los nuevos medios de reproducción. Pero, llegados a este punto, entra en juego de nuevo un proceso de mistificación: la significación de la obra original ya no está en la unicidad de lo que dice sino en la unicidad de lo que es. ¿Cómo se evalúa y define su existencia única en nuestra actual cultura? Se define como un objeto cuyo valor depende de su rareza. El precio que alcanza en el mercado es el que afirma y calibra este valor. Pero como es, pese a todo, una «obra de arte» y se considera que el arte es más grandioso que el comercio, se dice que su precio en el mercado es un reflejo de su valor espiritual. Pero el valor espiritual de un objeto, como algo distinto de su mensaje o su ejemplo, sólo puede explicarse en términos de magia o de religión. Y como ni una ni otra es una fuerza viva en la sociedad moderna, el objeto artístico, la «obra de arte» queda envuelta en una atmósfera de religiosidad enteramente falsa.

La falsa religiosidad que rodea hoy las obras originales de arte, religiosidad dependiente en último término de su valor en el mercado, ha llegado a ser el sustituto de aquello que perdieron las pinturas cuando la cámara posibilitó su reproducción. Su función es nostálgica. He aquí la vacía pretensión final de que continúen vigentes los valores de una cultura oligárquica y antidemocrática. Si la imagen ha dejado de ser única y exclusiva, estas cualidades deben ser misteriosamente transferidas al objeto de arte, a la cosa.

Como las obras de arte son reproducibles, teóricamente cualquiera puede usarlas. Sin embargo, la mayor parte de las reproducciones —en libros de arte, revistas, films, o dentro de los dorados marcos del salón— se siguen utilizando para crear la ilusión de que nada ha cambiado, de que el arte, intacta su autoridad única, justifica muchas otras formas de autoridad, de que el arte hace que la desigualdad parezca noble y las jerarquías conmovedoras.

De nuevo encontramos que la obra de arte se valora por «lo que es», no por «cómo es». Este es el motivo de que (como mencionaba Suso en un comentario) valga más la firma que lo firmado: un mismo lienzo, atribuido a un pintor desconocido o al mismísmo Goya, se valorará de formas radicalmente distintas aunque la imagen sea la misma. Cualquier obra puede ser declarada «arte» siempre que pueda demostrarse su genealogía, su «autenticidad». Consecuentemente, la historia del arte se enseña, no como análisis sistemático de las imágenes, sino como historia de ciertos objetos de culto asociada a la biografía de sus creadores («Felipe VIII encargó a Maurice Claudel una obra para su palacio en 1342…»).

Paralelamente, las técnicas que desde un principio nacen para la reproducción de imágenes en serie (desde el grabado a la fotografía, pasando por el diseño gráfico), son desprestigiadas. Sólo el grabado conserva cierta valoración «artística», por lo que le queda de artesanal, pero, incluso en este caso, las tiradas se numeran en un intento de distinguir y autentificar cada estampa.

Internet

Debería haber un gran almacén de arte en el mundo al que el artista pudiera llevar sus obras y desde el cual el mundo pudiera tomar lo que necesitara.

(Ludwig van Beethoven, el Maestro. Visto en MangasVerdes)