Leo cada día la prensa -miento, cada dos días que Google Reader se encarga de penalizar con cientos y cientos de noticias por sesión- y me abruma la cantidad de noticias que ponen en evidencia el carácter de la Santa Iglesia Católica Apostólica y muy especialmente, del clero español. No hay día de la semana que se libre de alguna obispada y cuando los súbditos de Rouco deciden echarse la siesta, siempre hay hueco entre las páginas de EL PAÍS para alguna monja pedófila u otra barbaridad parecida desde los confines de la cristiandad.
Esta vez, dos joyas. La primera desde la mismísima cuna del cristinismo: Rouco predica desde Roma contra la fecundación in vitro y, en general, cualquier forma de reproducción que no pase por meterse en la cama con las luces apagadas y fornicar con el legítimo cónyuge, a ser posible sin disfrutar demasiado, que también es pecado.
El discurso empleado, claro, es el mismo para combatir el aborto: que si los embriones son personas, que la vida humana es sagrada desde su mismísima concepción etc. Pero si bien en el caso del aborto, dicho discurso tiene una causa «real» por decirlo de alguna manera (desde el punto de vista católico defienden la vida existente como lo es el mismo embarazo del no-nato), en el caso de la reproducción asistida sin embargo, tanto… puritanismo se cae por su propio peso. El Papa niega a las personas la posibilidad de combatir su esterilidad, en virtud de la supuesta dignidad de una «persona» que, de no practicarse la fecundación in vitro, ni siquiera existe. Ya no defiende la «vida» de nadie, si no que, en primer término niega la posibilidad de crear esa «vida» pretendiendo así defender su dignidad. Si no fuese tremendamente retorcido, creería posible emparentar su discurso con el de los defensores de la eutanasia. Pero supongo que en el fondo, su discurso es consecuente con su credo que, igual que hace más de 2000 años, sigue defendiendo que Dios es el único capaz de dar la vida, milagro por antonomasia de la Creación. Adoremos por ello al embrión, fruto Sagrado de su Santísima Sabiduría -hago notar la ironía-.
La otra joyita is made in Spain ¡oh yeah!. Y no seré la última que hable de la dichosa nota electoral. Quizás lo más expresivo sería un lacónico «sin comentarios», pero leo más y más comentarios de prelados o políticos y me desespero, me tiro de los pelos, me repateo… ¡Aah! Iñaki me mira divertido y propone: «¡vamos a quemar iglesias, anda!» y quizás sea la mejor solución, porque llevo un buen rato dándole vueltas al asunto y no le veo ninguna otra. Pero sarcasmo aparte, planteo… cómo es posible a estas alturas que… ¡¡cómo es posible a estas alturas!! a secas. Una cosa es que un obispo, cura o derivado, a título personal y de forma más bien discreta le comente a sus colegas que va a votar al PP y otra muy distinta que la CEE de forma oficial ¡empiece a hacer campaña electoral! Como si fuese de buen cristiano votar al PP porque así lo dicen Las Escrituras (que por otra parte, parece que es lo que algunos vienen a decir). Si aceptásemos en primer lugar que el aborto o el matrimonio gay (bueno, y ahora incluso el diálogo con ETA), no son compatibles con la doctrina católica, la labor del obispado sería convencer a sus fieles de que no reliacen dichas prácticas, pero no veo por qué un buen católico no puede llegar a entender que su vecina sea libre de casarse con quien quiera o de tener los hijos que quiera. Es como si… ahora a los curas les diese por predicar contra el matrimonio civil ya que un buen católico debe casarse por la Iglesia, y pretendiesen que su rebaño se movilizara para prohibirlo por ley. ¡¡No tiene ni pies ni cabeza!!