Había decidido abandonar este tema debido a su antigüedad, pero, como las grandes imbecilidades siempre encuentran grandes imbéciles en los que hacerse eco, hoy, los obispos africanos me ofrecen una nueva excusa para retomarlo. De nuevo, insisten en que los preservativos agravan el problema del sida, en el continente más castigado por esta pandemia.
El caso es que, en parte, estoy totalmente de acuerdo Ratzinger. A fin de cuentas, su prédica en contra del preservativo se basa en la abstinencia sexual y en este sentido, tiene toda la razón: si no follas, ponerse un condón es tontería. Pero en su integrismo, Benedicto omite por completo la realidad y es que la gente, de hecho, mantiene relaciones sexuales. La disyuntiva sobre el preservativo, por tanto, no es sexo o no sexo. Aquellos que lo necesitan, ya mantienen relaciones y en tal caso ¿qué es mejor según Benedicto, hacerlo a pelo?
El catolicismo más recalcitrante, suele argumentar que los condones favorecen la promiscuidad. Lo dudo. La promiscuidad es un hecho. La gente respira, come y busca sexo, a grandes rasgos. Decir que los condones favorecen la lascivia, es como afirmar que la comida sin veneno favorece el hambre. Y en el caso de que, realmente, la ausencia de preservativos fomentase la monogamia y la abstinencia (¿existe algún estudio que lo demuestre?), se trataría de una prevención basada exclusivamente en el miedo. Por la mismas, se podría argumentar que las vacunas contra la gripe son lo peor para prevenir la gripe, ya que la gente, sin temor, sale más a la calle y se puede contagiar. O que el cinturón del coche aumenta el número de accidentes porque la gente conduce más desprevenida.
Hace poco se perdió la oportunidad de reprobar todas estas sandeces en el Congreso. Los obispos salieron espantados, clamando contra semejante ataque a su «libertad religiosa». Nada más lejos de la realidad: nadie les prohibe decir burradas. Pero tampoco está de más que el Parlamento diga lo que son: burradas, y muy peligrosas además. Libertad religiosa no debería implicar inmunidad, y predicar contra la salud pública, hacer apología del suicidio colectivo, merece ser condenado por nuestras instituciones, sea obra del Papa o de un mindunguis que pasaba por ahí.