Un día más para blasfemar


—¡Hey! ¡No! ¡No me colguéis eso! ¡Tíos, sois gilipollas!

«¡Quiero a los romanos tooooooooodo esto!»

(A cargo de SMBC: divino)

Clérigos humoristas: edición especial (2)

Parecidos inquietantes…

Últimamente estaba recopilando frases de estos personajazos, así que dentro de unos días caerá una colección de chistes en toda regla. El caso es que he visto esta cita y me ha parecido tan emblemática, tan reveladora, que no me he podido resistir. En efecto, si el sexo con mujeres sirve exclusivamente para procrear… en algún lado habrá que buscar el placer ¿no?

Las mujeres son para los hijos. Los chicos son para el placer.

(Dicho afgano. Vía Las penas del Agente Smith)

Palabras como putas

Hay palabras meretrices, en el peor de los sentidos. Palabras dispuestas a venderse al mejor de los postores, palabras que engañan a quien las oye y a quien las usa, dejándole un distintivo aliento a mierda en la boca. Los periodistas y los publicistas saben mucho del tema. Saben que suena mejor (y, ante todo, menos agitadora) la solidaridad que la justicia. Saben que nos hace sentir mejor la condescendiente tolerancia que el respeto. Saben que las mujeres de la tele no cagan: se liberan, no menstruan: les gusta ser mujer y, por supuesto, no tienen pelo: tienen cabello.

Los periodistas y los publicistas saben mucho del tema, pero —como el que no corre, vuela— otros vendedores profesionales de patrañas han decidido ponerse al día. Los señores curas quieren convencernos de que el Estado debe buscar la laicidad, no laicismo. Y la diferencia no es sutil, sobre todo porque el término que ellos acuñan, laicidad, no existe. Si lo buscas en el diccionario, la RAE te sugiere que busques «laxidad» o «laxitud», a saber, cualidad de lo laxo: flojo, relajado, poco sano. A lo mejor es eso lo que buscan: un laicismo relajado, destilado… tanto como el de hace 50 años, más o menos.

Llama la atención, sin embargo, la calidad de esta campaña de manipulación. Como decía otro genio de la propaganda llamado Joseph Goebbles: «Miente, miente, miente que algo quedará». Durante los últimos años, los curas no han perdido ocasión de colocar cada término en su contexto. Gracias a ellos, hoy sabemos que el laicismo es intransigente, radical, filofascista (manda huevos) y violento. La laicidad, en cambio, es sana, positiva, inclusiva… En internet también han puesto su granito de arena: si a alguien se le ocurre buscar «laicismo, laicidad» en Google, los resultados dan miedo, y es que casi todas las fuentes tienen un solo sesgo ideológico. La razón es sencilla: quienes necesitan establecer esa diferencia lo hacen para poder demonizar el legítimo laicismo, sin parecer demasiado retrógados. De este modo, laicismo —doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa— queda convertido en «hostilidad o indeferencia contra la religión». Vaya, lo que hasta ayer venía siendo anticlericalismo.

La conveniente ambigüedad está perfectamente calculada. El cambio de significados de las palabras no es casual y tiene un nombre que todos conocemos: manipulación. Lo que sucede es que estos señores no quieren renunciar a sus privilegios y, visto lo visto, tampoco parece que nadie vaya a impedirlo.

Fe

Fe significa no querer saber la verdad.

(Frie­drich W. Nietzs­che, fi­ló­so­fo ale­mán)

Religión nacional