La evolución a ritmo de Bolero

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No es la primera vez que publicamos un fragmento de la película Allegro non troppo, de Bruno Bozzetto. Si su interpreatción del vals triste de Sibelius me pareció perfecta para la música, esta versión del Bolero de Ravel me ha sorprendido, porque yo misma me había planteado trabajar en una animación parecida: con peces sucesivamente más grandes devorando a otros más pequeños, pero, en esencia, la música me había sugerido la misma idea. De alguna forma, el Bolero, con su ritmo constante (la percusión no varía en toda la pieza), su tema sensual y tranquilo, su dinámica siempre creciente, nos remite a un fenómeno imparable, maquinal, que se repite una y otra vez en un bucle creciente y se expande conquistando nuevos territorios. Como una infección incontrolada, o como la aparición y proliferación de la vida en la Tierra, que viene a ser algo parecido.

En cualquier caso, la excusa es perfecta para hablar de Maurice Ravel y su archiconocido Bolero. Fue compuesto hacia 1928 a instancias de Ida Rubinstein. Esta  célebre bailarina francesa, pretendía hacerle la competencia a los Ballets Rusos de Diaghilev con su propia compañía. Por ello encargó a Ravel que idease un «ballet con carácter español» que ella misma representaría. Por aquel entonces, Ravel era un compositor muy reconocido, y estaba a punto de emprender su gira por Norteamérica, uno de los puntos cumbre de su carrera, seguido por el estreno del Bolero y su Concierto para piano.

Ida Rubinstein retratada por Valentín Serov.

La idea del Bolero, sin embargo, llegó más bien de rebote. En un principio Ravel pensó en trabajar en un arreglo para orquesta de de la Suite Iberia de Albéniz. Sin embargo, en el último momento y con el trabajo ya empezado, se enteró de que los derechos para esa obra habían sido cedidos en exclusiva a Enrique Fernández Arbós, un antiguo discípulo de Albéniz (SGAE, dando por culo desde 1899). Nunca sabremos cómo habría sonado el arreglo de Ravel (una verdadera lástima, ya que, como se demuestra en la pieza de hoy, era un gran orquestador) y Arbós nunca llegó a terminar su trabajo. Sin embargo, y pese a la decepción inicial, Ravel salió adelante con una nueva y atrevida idea, dando lugar a la que hoy es, sin duda, su obra más conocida e interpretada.

El punto de partida era sencillo: Ravel quería componer una pieza a partir de un solo tema musical (0’50»-1’34») y un contratema no demasiado contrastante (2’30»-3’15»), repetidos incesantemente durante más de 15 minutos y sin la menor variación. Se trataría, por tanto, de una partitura sin evolución ni desarrollo, donde el único elemento estructural, lo único que gradúa la tensión y da una dirección a la música, es su orquestación, siempre creciente. En este sentido, hablamos de una partitura experimental, algo parecido a los Ejercicios de estilo de R. Queneau (siempre lo mismo pero nunca igual). De hecho, el mismo Ravel consideraba su Bolero como un mero ejercicio de orquestación y su éxito llegó a sorprenderle. En cualquier caso, el resultado es una pieza muy original, puede que algo aburrida para algunos (sobre todo para el percusionista), pero ante todo, una música sensual, obsesiva y tremendamente pegadiza, quizás de ahí su gran popularidad.

El crack cocaínico del pueblo

Fútbol. Salvo el socialismo, no se ha imaginado manera más refinada de resolver los problemas del capitalismo.

(Terry Eagleton, crítico literario británico en un recomendable artículo)

Operación bikini

(Vía: El Perro Mistetas. Desconozco quién es el autor. TxinTxe nos aclara que se trata del diseño de una camiseta de Threadless)

SD Europe

Una casa es una máquina para vivir

(Le Corbusier, arquitecto y diseñador suizo-francés)

La semana pasada fui a visitar el Solar Decathlon Europe, un concurso entre universidades de todo el mundo, encargadas de desarrollar casas sostenibles. Todas ellas estuvieron expuestas al público al lado de Principe Pío, y la mayoría contaba además con visitas guiadas por sus propios creadores. Fue una visita interesante y bastante recomendable, una buena ocasión para ver todo tipo de aparatos tecnológicos, casas móviles desde las baldosas al techo y, sobre todo, las 1001 formas de optimizar el espacio en «la casa del futuro». De hecho, una vez visto el concurso, me da la impresión de que sus participantes estaban más preocupados por adaptarse a la superpoblación mundial (¡cómo vivir en 15 metros cuadrados!) que por combatir el cambio climático, dos causas muy nobles ambas, eso sí. Quizás por eso, por las casas infinitamente móviles, por su construcción modular y su consecuente aspecto de caja, de máquina o a veces incluso de nave marciana, las mayoría de las propuestas terminaron pareciéndome poco realistas. Muy bonitas y mu modennas, pero más dignas de un museo, que de una ciudad y sus habitantes. Y eso sin hablar de los precios. La mayoría de las casas presentadas al concurso casas tenían un coste de entre 200.000 € y 500.000 € ¡sin incluir el suelo! No sé por qué incluir tanta pijada y tanto techomóvil, cuando lo fundamental de este tipo de soluciones ecológicas es que puedan aplicarse masivamente y que empiecen a hacerlo DESDE YA.

Para ejemplo, un botón. La casa ganadora del concurso, si no me equivoco, terminó siendo la Lumen Haus. Toda ella estaba cubierta con cristales especiales capaces de adoptar distintos tonos y opacidad a voluntad del consumidor, además de un sistema de iluminación con colorines totalmente controlable desde un iPad o un iPod. ¿Y todo eso para qué? ¿Para esos días en que te despiertas y quieres ver el mundo de color rosa salmón? ¿Para que la broma te cueste medio millón de euros? Está claro que los juguetes de Apple tenían que aparecer por algún lado. Aunque no deja de ser divertido que el ordenador central de la casa (el que controlaba la climatización, el agua y demás) funcionase con Windows.

El arte de vender la moto

—En esta obra, el autor se sentía impulsado a comunicar una indignación moral e intelectual hacia la guerra de Irak…

—¡No tenía ni idea! ¡Joder, soy la hostia!

Muchos artistas asisten a visitas guiadas para recibir una explicación de su trabajo.

(Otra perla de Wulff­mor­gent­ha­ler)