El enfoque científico… ¡está por todas partes!

(Esta anotación se publica simultáneamente en Aspectos Básicos de la Actividad Investigadora 2013, blog asociado a la asignatura de máster homónima impartida por Joaquín Sevilla Moróder en la Universidad Pública de Navarra)

Cada vez más. Afortunadamente.

Soy seguidor de diversos blogs que escriben sobre esta nuestra maravillosa lengua. Son escasos los artículos que producen, pero están entre los que más disfruto de mis lecturas habituales, y suelen acabar muy frecuentemente citados en alguno de mis artículos (curiosamente, no tengo una categoría específica para ello y al final terminan en el cajón de sastre Curiosidades). Hoy no va a ser una excepción en ese sentido ya que no podía dejar de compartir esto con vosotros: Miguel A. Román, siempre brillante en su blog Román Paladino, adscrito a Libro de Notas, nos brinda un Desmadre (ortográfico) en la Universidad.

¿Cuántas veces habremos oído eso de que «los jóvenes de hoy escriben peor por culpa de los móviles»? (Los tiempos cambian rápido, por cierto; de un tiempo a esta parte, ya se ha convertido en «por culpa de las redes sociales»). Eso es lo que se pregunta dicho artículo. ¿Se trata verdaderamente de un problema moderno o son achaques históricos? He aquí la duda ante algo aparentemente de sentido común, el primer síntoma de que la razón se abre paso en nuestro interior.

De hecho, podemos encontrar numerosos testimonios críticos con la destreza en la escritura de los más jóvenes, testimonios que pertenecen a diversas épocas y diversos países y que resultan sorprendentemente actuales. Recomiendo leer los ejemplos del artículo original. Uno en concreto, de 1985, culpa a la televisión y el cine de la decadencia de la lectura y la escritura. Y atentos que aquí viene el enfoque científico. Dice el señor Román:

Ignoro si los autores disponían de estudios estadísticos fiables de cómo escribían los universitarios costarricenses “de generaciones anteriores” para poder comparar y afirmar sin duda que “se lee muchísimo menos” y que era la influencia del cine y la televisión la causa probable del desmadre en aquellos años.

Y entiendo que, en cualquier caso, a eso habría que añadir un factor corrector del perfil económico y cultural de los estudiantes que accedían a la universidad en los años 50-60, que, al menos en España, eran normalmente varones hijos de familias pudientes.

[…]

Y, en definitiva, tengo para mí que los universitarios y estudiantes de secundaria de hoy en castellano no escriben destacadamente peor que hace décadas ni que en otras lenguas; aunque si alguien posee estudios serios y basados en pruebas objetivas y estadística comprobable que muestren la evolución en ese aspecto estoy dispuesto a rectificar y admitirlo.

Ya veis. La ciencia es la única vía para generar conocimiento válido. Hasta «los de letras» se dan cuenta. (Que nadie se tome en serio esta última frase).

¿Hace ruido el árbol al caer si nadie lo escucha?

Escribir bien un trabajo científico no es una cuestión de vida o muerte; es algo mucho más serio.

Robert A. Day, en Cómo escribir y publicar trabajos científicos.

Sobre paradigmas científicos

(Esta anotación se publica simultáneamente en Aspectos Básicos de la Actividad Investigadora 2013, blog asociado a la asignatura de máster homónima impartida por Joaquín Sevilla Moróder en la Universidad Pública de Navarra)

La filosofía de la ciencia y la epistemología son disciplinas que pueden resultar tan entretenidas como necesarias son. No obstante, al igual que en otras ramas de la filosofía, a menudo corremos el riesgo de caer en un debate puramente semántico, lo que resulta improductivo y tremendamente aburrido. En último término, es un riesgo que hay que asumir.

A este respecto, durante los últimos días, han ido apareciendo en el Cuaderno de Cultura Científica (KZK) tres interesantes artículos de César Tomé —para los que todavía no le conozcáis, @EDocet en Twitter y Experientia Docet en la blogosfera— titulados Leyes, teorías y modelos (I – La definición de ley física, II – Prescripción y descripción en ciencia). Me gustaría traer a colación el último de ellos, que nos pregunta ¿Existen los paradigmas?, ¿somos conscientes de lo que decimos cuando hablamos de paradigmas en ciencia?

César nos describe el concepto de paradigma desde el contexto de la filosofía de Thomas Kuhn:

La fe de los científicos

Para Kuhn, como para Paul Feyerabend, […] las observaciones que decidimos realizar y la importancia que les atribuimos vienen determinadas por nuestras teorías previas. Esto puede parecer inocente e inocuo, pero de aquí tanto Kuhn como Feyerabend infieren que las distintas teorías científicas son “inconmensurables”, es decir, que no existe un conjunto de juicios observacionales neutro con el que distinguir la mayor o menor “validez” de las teorías.

Con lo anterior en mente, Kuhn argumenta que la historia de la ciencia muestra una sucesión de “paradigmas”, conjuntos de supuestos y ejemplos (en el sentido de modelos) que condicionan la manera en la que los científicos solucionan los problemas y comprenden los datos y que sólo cambian en las llamadas “revoluciones científicas”, cuando los científicos cambian una fe teórica por otra.

La elección de la palabra “fe” no es casual, porque dada la inconmensurabilidad de las teorías, se deduce […] que no existe razón lógica estricta para el cambio de paradigma. Los argumentos en favor de un paradigma u otro serían los mismos en última instancia que emplean los partidarios de las opciones políticas: razonamientos circulares; además no es posible recurrir al experimento para decidir entre ellos porque qué experimentos se hacen y qué validez se les atribuye dependen de la teoría que se defienda.

Llegados a este punto, y dado lo común del término paradigma hoy en día para referirse al estado de la ciencia, es muy probable que muchos se vean sorprendidos por sus implicaciones. Pero ¿realmente hay que asumir toda la filosofía de Kuhn al hablar de paradigmas? Aquí hago notar que César no ha sido totalmente honrado para con el lector al comienzo del artículo. Antes incluso de la cita que recojo aquí, afirma que «si aceptas un lenguaje […] estás aceptando una visión del mundo», por lo que «hablar de paradigmas sería aceptar, en cierta medida, primero su existencia y, segundo, la filosofía de Thomas Kuhn»; todo ello, aderezado con dos convincentes símiles políticos.

La analogía política me parece tendenciosa y, aunque lo matiza con un «en cierta medida», básicamente lo que hace es enfrentar el absolutismo fuerte de Popper con el relativismo fuerte de Kuhn y pedirnos que tomemos una posición. O blanco o negro, lo cual me parece engañoso por su parte, dado que existe una extensa gama de grises por el camino, ¡incluso entre los propios escritos de ambos autores! (está por nacer un filósofo con una doctrina férrea e inalterable durante toda su existencia).

En definitiva, el uso de paradigma científico, tal y como creo que lo entiende la inmensa mayoría de la gente, no tiene por qué estar casado por necesidad con toda la visión de Kuhn, lo que tampoco implica que no se pueda estar de acuerdo con muchas partes de su filosofía. En concreto, y referido al texto de César, aunque opino que construimos «teorías de la verdad coherentes y pragmáticas» en lugar de una «cartografía fidedigna de un universo real», no comparto en absoluto esa supuesta «inconmensurabilidad» de las teorías científicas.

No es tan habitual que los paradigmas cambien radicalmente como que se amplíen. Sin duda el heliocentrismo, con respecto al geocentrismo, supuso un fuerte cambio de paradigma en su época; y, sin embargo, el descubrimiento de que giramos como parte de una galaxia no puede sustituir al anterior, sino ampliarlo. A estas alturas, ya nadie duda de las Leyes de Maxwell, nadie duda de la Teoría de la Evolución (bueno, en realidad sí, pero ese es otro tema…). Podemos estar bastante seguros de que no queda nada por venir que eche por tierra el paradigma que las contiene, y también bastante seguros de que habrá refinamientos —como los ha habido, y muchos, desde Maxwell y Darwin—.

Para concluir, me quedo con la visión de Joaquín Sevilla que establece una anología entre la realidad y una función matemática, y entre nuestros modelos científicos y la serie de Taylor que representa dicha función: a medida que tomamos más términos, más nos aproximamos a la realidad.

Principio de incertidumbre de la música online

Cuando necesitas los auriculares, no los tienes; cuando los tienes, no los necesitas.

La ciencia como actitud vital

La ciencia no es una profesión, es una manera de afrontar el conocimiento de la realidad […] y cualquier persona puede dedicarse a ella si se enfrenta al conocimiento de la naturaleza desde una perspectiva racional, escéptica, rigurosa y metódica.

Xurxo Mariño, científico y divulgador, en Naukas.