(Esta anotación se publica simultáneamente en Aspectos Básicos de la Actividad Investigadora 2013, blog asociado a la asignatura de máster homónima impartida por Joaquín Sevilla Moróder en la Universidad Pública de Navarra)
La filosofía de la ciencia y la epistemología son disciplinas que pueden resultar tan entretenidas como necesarias son. No obstante, al igual que en otras ramas de la filosofía, a menudo corremos el riesgo de caer en un debate puramente semántico, lo que resulta improductivo y tremendamente aburrido. En último término, es un riesgo que hay que asumir.
A este respecto, durante los últimos días, han ido apareciendo en el Cuaderno de Cultura Científica (KZK) tres interesantes artículos de César Tomé —para los que todavía no le conozcáis, @EDocet en Twitter y Experientia Docet en la blogosfera— titulados Leyes, teorías y modelos (I – La definición de ley física, II – Prescripción y descripción en ciencia). Me gustaría traer a colación el último de ellos, que nos pregunta ¿Existen los paradigmas?, ¿somos conscientes de lo que decimos cuando hablamos de paradigmas en ciencia?
César nos describe el concepto de paradigma desde el contexto de la filosofía de Thomas Kuhn:
La fe de los científicos
Para Kuhn, como para Paul Feyerabend, […] las observaciones que decidimos realizar y la importancia que les atribuimos vienen determinadas por nuestras teorías previas. Esto puede parecer inocente e inocuo, pero de aquí tanto Kuhn como Feyerabend infieren que las distintas teorías científicas son “inconmensurables”, es decir, que no existe un conjunto de juicios observacionales neutro con el que distinguir la mayor o menor “validez” de las teorías.
Con lo anterior en mente, Kuhn argumenta que la historia de la ciencia muestra una sucesión de “paradigmas”, conjuntos de supuestos y ejemplos (en el sentido de modelos) que condicionan la manera en la que los científicos solucionan los problemas y comprenden los datos y que sólo cambian en las llamadas “revoluciones científicas”, cuando los científicos cambian una fe teórica por otra.
La elección de la palabra “fe” no es casual, porque dada la inconmensurabilidad de las teorías, se deduce […] que no existe razón lógica estricta para el cambio de paradigma. Los argumentos en favor de un paradigma u otro serían los mismos en última instancia que emplean los partidarios de las opciones políticas: razonamientos circulares; además no es posible recurrir al experimento para decidir entre ellos porque qué experimentos se hacen y qué validez se les atribuye dependen de la teoría que se defienda.
Llegados a este punto, y dado lo común del término paradigma hoy en día para referirse al estado de la ciencia, es muy probable que muchos se vean sorprendidos por sus implicaciones. Pero ¿realmente hay que asumir toda la filosofía de Kuhn al hablar de paradigmas? Aquí hago notar que César no ha sido totalmente honrado para con el lector al comienzo del artículo. Antes incluso de la cita que recojo aquí, afirma que «si aceptas un lenguaje […] estás aceptando una visión del mundo», por lo que «hablar de paradigmas sería aceptar, en cierta medida, primero su existencia y, segundo, la filosofía de Thomas Kuhn»; todo ello, aderezado con dos convincentes símiles políticos.
La analogía política me parece tendenciosa y, aunque lo matiza con un «en cierta medida», básicamente lo que hace es enfrentar el absolutismo fuerte de Popper con el relativismo fuerte de Kuhn y pedirnos que tomemos una posición. O blanco o negro, lo cual me parece engañoso por su parte, dado que existe una extensa gama de grises por el camino, ¡incluso entre los propios escritos de ambos autores! (está por nacer un filósofo con una doctrina férrea e inalterable durante toda su existencia).
En definitiva, el uso de paradigma científico, tal y como creo que lo entiende la inmensa mayoría de la gente, no tiene por qué estar casado por necesidad con toda la visión de Kuhn, lo que tampoco implica que no se pueda estar de acuerdo con muchas partes de su filosofía. En concreto, y referido al texto de César, aunque opino que construimos «teorías de la verdad coherentes y pragmáticas» en lugar de una «cartografía fidedigna de un universo real», no comparto en absoluto esa supuesta «inconmensurabilidad» de las teorías científicas.
No es tan habitual que los paradigmas cambien radicalmente como que se amplíen. Sin duda el heliocentrismo, con respecto al geocentrismo, supuso un fuerte cambio de paradigma en su época; y, sin embargo, el descubrimiento de que giramos como parte de una galaxia no puede sustituir al anterior, sino ampliarlo. A estas alturas, ya nadie duda de las Leyes de Maxwell, nadie duda de la Teoría de la Evolución (bueno, en realidad sí, pero ese es otro tema…). Podemos estar bastante seguros de que no queda nada por venir que eche por tierra el paradigma que las contiene, y también bastante seguros de que habrá refinamientos —como los ha habido, y muchos, desde Maxwell y Darwin—.
Para concluir, me quedo con la visión de Joaquín Sevilla que establece una anología entre la realidad y una función matemática, y entre nuestros modelos científicos y la serie de Taylor que representa dicha función: a medida que tomamos más términos, más nos aproximamos a la realidad.
1 No compartir la inconmensurabilidad de las teorías científicas y no argumentarlo es un acto de fe.
2 Nadie dice que las doctrinas de los filósofos sean inamovibles. Yo no presento al Kuhn de 1962 sino la esencia de su pensamiento, mantenida a lo largo de su evolución.
3 Hablar de «ampliación de paradigma» es no comprender lo que es un paradigma.
4 Dices que existe una extensa gama de grises. Me gustaria que me dieses un ejemplo de un gris en este tema. Uno, pero que sea consistente en su pensamiento. Uno, pero que no sea la expresión de un deseo sin análisis.
5 No voy a entrar en que me califiques como «poco honrado» o «tendencioso». Res ipsa loquitur.
No compartirlo y no argumentarlo es no compartirlo y no argumentarlo, otra cosa es si tengo argumentos o no.
Primero deberíamos definir qué es «neutro». No voy a entrar en el debate semántico. Me basta con argumentar que los juicios observacionales pueden ser lo suficientemente neutros como para establecer que una teoría es más o menos válida. Si no fuera así, no podrían existir los descubrimientos inesperados, y la historia de la ciencia está plagada de ellos. Si no existen razones lógicas para establecer cambios de paradigmas, si todo se reduce a argumentos circulares, ¿qué demonios estamos haciendo? ¿Qué demonios hemos estado haciendo todos estos siglos?
En todo caso, no casa con el concepto de paradigma que la filosofía de Kuhn describe. Precisamente lo que trato de argumentar es que el uso, hoy, de «paradigma» no tiene por qué llevar de la mano todo el pack. Por supuesto, si hablamos de «falsacionismo», si hablamos de una doctrina, estamos utilizando todo un conjunto de ideas. Pero «paradigma» no es una doctrina, es un concepto y, aunque no cabe duda de que tiene una fuerte influencia de la definición que utilizó Kuhn en su doctrina, evoluciona con el uso.
No en la esencia del pensamiento de Kuhn o de Popper, sino en las posibles doctrinas intermedias entre ambos polos que incorporan, inevitablemente, conceptos de los mismos.
El adjetivo «tendencioso» no iba para ti, sino para la analogía política. En política, la apariencia, lo «políticamente correcto», cuenta tanto o más que todo lo demás. Por ello, cualquier ideología huirá como de la peste de cualquier concepto utilizado en el discurso de la ideología contraria. No me parece, por tanto, comparable.
Disculpa por lo de «poco honrado», iba como sinónimo de «tramposo». Tramposo en el planteamiento del artículo, en el sentido de que, a mi modo de ver, condicionas al lector desde el principio ofreciéndole dos únicas opciones: «si utilizas paradigma, estás aceptando todo esto; si no, no lo uses».
Si no podemos volver a utilizar las palabras ni redefinir los conceptos usados por los filósofos muertos, apaga y vámonos; nos quedamos sin vocabulario.
[…] Sobre paradigmas científicos | Enchufa2 Esto es grande, y me lo apropio para mi escaso bagaje epistemológico: «[…] me quedo con la visión de Joaquín Sevilla que establece una anología entre la realidad y una función matemática, y entre nuestros modelos científicos y la serie de Taylor que representa dicha función: a medida que tomamos más términos, más nos aproximamos a la realidad.» […]
(Copio lo que había escrito en el blog de la asignatura antes de leer la discusión)
La atención selectiva lleva a la incapacidad de ver el clásico gorila (http://www.youtube.com/watch?v=vJG698U2Mvo). El punto de partida del científico, el paradigma desde el que comienza a trabajar, le limita lo que es capaz de observar. Por más profesional y aséptico que quiera uno ponerse, es inevitable. En ese sentido, es indudable que el paradigma existe (en el sentido de creencias asumidas que mediatizan la observación(acepción 1)). Pero ¿en qué medida ese paradigma es un reflejo de la realidad(acepción 2)?
La primera acepción es más de Kuhn, y la segunda más de Popper. Y en esta segunda línea, el símil de la serie de Tailor creo que es una forma sencilla de entender en que medida la sucesión de paradigmas se aproxima más a… ¿la realidad? ese es el problema fundamental que queda abierto, la función que uno aproxima en serie existe, y la existencia última de una realidad observable sigue siendo un enredo filosófico importante. Aún así, a casi todos los científicos les (nos) resulta cómoda (casi natural) la idea de que esa realidad existe, se deja observar sin engaños, y es comprensible en términos generales.