La edad es cuestión de tiempo

chartoftheday_1789_Facebook_s_teenager_problem_n

(Esta anotación se publica simultáneamente en Naukas)

Dediquemos un momento a la gráfica sita sobre estas líneas. Adelante, no se corten, yo les espero aquí. Más de uno dirá «ya está otra vez el rarito de las gráficas…». ¿Qué es lo que le pasa a esta? Gráfica de barras que representa adecuadamente las proporciones, colores adecuados para comparar dos instantes de tiempo diferentes, el cero está en la base, como debe ser, muestra los porcentajes sin descuidar los valores absolutos… ¿todo bien, no? Pues no.

El proceso de crear una gráfica nunca puede tener un solo paso, a saber, coger los datos y vomitarlos en un estilo predefinido. Tampoco va a constar, en general, de dos ni de tres. La razón es bien sencilla: no conocemos los datos a priori y no vamos a acertar a la primera en la gráfica que saque todo el potencial de los mismos. Por tanto, se trata de un proceso iterativo: representación, reflexión e interpretación, cambio de representación, reflexión e interpretación… hasta que el resultado es adecuado. ¿Adecuado a qué? Al objetivo de la gráfica, recordemos: transmitir un mensaje.

Volviendo al ejemplo que tenemos entre manos, ¿qué mensaje se pretende transmitir? A juzgar por el tituláridoMillones de adolescentes abandonan Facebook desde 2011—, que algo muy malo le pasa a Facebook. Sin embargo, ¿qué información aporta la gráfica acerca de este asunto? Absolutamente ninguna. Cero. Por si alguno aún no ha caído, lo explicito: algunos individuos de las barras azul claro de 2011 habrán saltado a la siguiente categoría de edad en estos últimos 3 años, digo yo. Por tanto, la cantidad de información que aporta es nula y solo es un mero adorno.

¿Qué porcentaje de las caídas se corresponde con personas que han cambiado de tramo de edad —porque la gente cumple años; y todos los años, oiga— y qué porcentaje se corresponde con abandonos realmente? No lo sabemos. Y no lo podemos saber. No con esta gráfica. A lo sumo, podemos afirmar con seguridad que los adolescentes crecen o abandonan Facebook a un ritmo superior al que entran por primera vez en la red social.

Es evidente que el perpetrador de esta gráfica no ha seguido el proceso iterativo correspondiente. Como mucho, habrá vuelto sobre ella para añadir detalles, cambiar estilos y colores, pero, desde luego, no se ha parado a reflexionar sobre el resultado, sobre su interpretación —¡si es que la tiene, para empezar!—. En su lugar, se ha dejado llevar por el primer vistazo y el titulárido impactante. Y es evidente porque el ajuste es trivial: habría bastado con desplazar tres años las categorías de edades de la barra de 2014 y tendríamos toda la información necesaria en nuestra mano. Claro, que tal vez el autor no disponía de unos datos con la suficiente granularidad, o tal vez representándolos de esa manera no se leían esas conclusiones… ¿Patoso, tramposo o mentiroso? ¿Ustedes qué opinan?

Mayor of Madrid, y ya

Hoy se celebraba en Davos el Foro Económico Mundial, en el que participaba nuestra poco apreciada y no electa alcaldesa, Anita Bottle. Ha circulado como la pólvora una instantánea que muestra el libro de autoridades participantes. He aquí el original:

anabottle

Poético. Por supuesto, los montajes jocosos no se han hecho esperar. Mi preferido, por su concisión y contundencia:

anabottle1

Elijan el suyo o dejen volar su creatividad Photoshop mediante.

La frase prohibida

trombone

El maestro Kaplin aprende por las malas que «por favor, toquen esa parte más fuerte» es una frase que nunca debe dirigirse a la sección de trombones. True story.

(No he encontrado el lugar original de publicación, pero parece ser una viñeta de este cómic de Lennie Peterson)

Donantes de cuerpos

_MG_2695

Casi todos los debates del aborto versan sobre esa eterna cuestión, tan teórica y enrevesada, de si el feto es o no una persona. Pero es un debate inútil, opino yo, porque depende enteramente de cómo defina cada cual «persona». «Persona» no es más que una etiqueta lingüística, una categoría arbitraria que se define atendiendo únicamente a su operatividad (cómo de «útil» resulta para explicar los contextos en los que se usa). Y, por ello, cada cual utilizará la definición de «persona» que más se adecue a su discurso, el concepto que mejor encaje en su propio contexto ideológico.

Sin embargo, lo grave del aborto no son los derechos del no nacido: si los tiene, los merece o los deja de tener. La cuestión es si estos derechos tienen prevalencia absoluta sobre el derecho de cualquier persona a tomar las decisiones que afectan a su salud. Por eso, en este post, voy a negar la mayor: supongamos que el feto es una persona. ¿Y qué cambia eso?

Imaginemos, por ejemplo, que una persona está en peligro de muerte. Digamos que es un adulto, con apego por la vida, con empatía, con dolor, con seres queridos y narrativa vital: con todo lo que caracteriza a un ser humano. Nadie puede ser obligado a donarle ni una gota de su sangre si no quiere. Un gesto tan gratuito, tan sencillo e indoloro como sentarse y recibir un pinchazo, es (y debe ser) perfectamente voluntario. Porque si no, el cuerpo, la vida y la salud del donante quedarían supeditados a los de otra persona. Estaría siendo «usado para» otro…

Y con el embarazo, pasa lo mismo. Solo que no es un poco de sangre lo que se pide: el feto exige de la madre 9 meses de su vida, exige que deforme su cuerpo, sus pechos, sus caderas, exige las estrías de su piel y sus náuseas matutinas. Exige un parto. Exige su cuerpo. Y eso es algo que nadie debería ser obligado a donar. Incluso si ha cometido, en el peor de los casos, la maldad (por su culpa, por su gran culpa) de follar una noche sin condón.

Sinceramente, creo que el debate sería muy diferente si los fetos llegasen al mundo en probetas en lugar de en úteros y unas cuantas rojas quisiésemos destruirlos desde el otro lado del cristal. O si existiese la tecnología médica capaz de extraer un embrión o un feto en cualquier estadio de desarrollo sin dañarlo para poder ser adoptado más tarde por una buena cristiana. No creo que ninguna de las mujeres que a día de hoy quieren interrumpir su embarazo ordenasen la destrucción del feto en estas condiciones. Pero la cuestión no es la vida del ser que ocupa el útero de quien no lo desea. La cuestión es que nadie puede ser privado de la absoluta potestad sobre su cuerpo: ni siquiera para salvar la vida de otra «persona».

En defensa de la falacia lógica

Todo esto de las falacias lógicas está muy bien. Muy interesante y tal: conocerlas, aprender a ser mejores argumentadores… Bonito y loable propósito. No, lo digo totalmente en serio. Estos 10 mandamientos de  la lógica deberían estar grabados a fuego en nuestras mentes, especialmente en la de aquellos que influyen diariamente en la opinión pública, nos dirigen o nos educan.

Los escépticos son (somos) muy dados a denunciarlas. Aquí, Rinze es uno de nuestros grandes exponentes: véase esto, esto y esto. Imaginamos un mundo de razón pura con elegantes argumentadores de blanco corcel batiéndose en duelos dialécticos que nos acercan, a todos, poco a poco, a la Verdad. Qué noble, qué constructivo, qué caballeresco. ¡Ah!… y qué gafapasta queda.

—Disculpe, vuesa merced; tenga a bien evitar el avieso ardid de utilizar un hombre de paja contra mi último razonamiento.
—Hállome culpable. Mas no habría incurrido en tan magna treta de no haber rechazado usted mi argumento previo utilizando un ad hominem tan vulgar.
Touché.

No obstante, yo vengo aquí, como reza el título, a defender la falacia lógica. Más concretamente, a defender que su uso, con conocimiento de causa, no es solo defendible, sino conveniente —cuando no absolutamente necesario— en determinados casos. El mundo idealizado anteriormente descrito es maravilloso cuando nos encontramos entre iguales: es a lo que toda discusión bien fundamentada entre personas con los suficientes conocimientos debería aspirar. Pero este escenario no siempre se da —raramente se da, me atrevería a decir—.

¿Qué ocurre cuando una de las partes implicadas se limita a decir tonterías sin sentido, cuando los argumentos brillan por su ausencia por el simple hecho de que uno de los interlocutores es incapaz de hilar dos pensamientos sin una falacia como nexo? Sirva lo siguiente como ilustración: ¿qué ocurre cuando una persona de ciencia intenta razonar con un homeópata? En estas ocasiones, un buen hombre de paja, por ejemplo, viene al pelo para poner debidamente en contexto el tamaño de una soplapollez. Esto es así: o jugamos con las mismas reglas, o la batalla está perdida. Siempre.