¿Por qué no se publican los resultados negativos en ciencia?

Preguntaba @InerciaCreativa en Twitter lo siguiente:

A lo que yo replicaba:

El detalle es fundamental y, si se desea comprender por qué los resultados negativos no se publican, necesario. No es que sea secreto: no es que yo me guarde los resultados negativos para mí; es que, si los envío a una publicación, se rechazan.

Antes de comenzar, para los no familiarizados con esto, cabe preguntarse qué son los resultados negativos y si son importantes. Un resultado negativo sería, por ejemplo, que «tal vacuna que utiliza tal vector y preparada de tal forma no funciona»; o «la técnica x para confinar protones en un acelerador no funciona». ¿Son importantes? Sin duda. Algunos argumentan que tanto como los resultados positivos (i.e., una vacuna que funciona), pero yo no estoy de acuerdo por la sencilla razón de que hay millones de maneras de hacer las cosas mal y, en el mejor de los casos, unas pocas de hacerlas bien. Ahora bien, un equipo científico puede llegar a un resultado negativo siguiendo una vía en principio muy lógica y prometedora y que, por tanto, a otro equipo en otro lugar del mundo se le puede ocurrir explorar en algún momento. Dado que hacer ciencia es caro, la publicación de resultados negativos tiene el potencial de ahorrar muchísimo dinero.

Entonces, ¿por qué no se publican? La versión corta es porque el sistema de valoración de la actividad científica lo desincentiva, al igual que desincentiva otras cosas deseables en las que no voy a entrar en este artículo. Pero para entender el porqué, hay que entender primero cómo funciona este sistema que hemos erigido, uno de los demonios de la ciencia moderna.

El currículo de un científico —al contrario del de cualquier otro profesional, que cuanto más sintético, mejor—, dicho burdamente, se valora al peso: si tiene treinta páginas, mejor que veinte. Dentro de ese peso, destaca el número de publicaciones en revistas científicas importantes. Para decidir qué revistas son importantes, por consenso se toma la clasificación que todos los años elabora la empresa Thomson Reuters. Las revistas reciben un puesto en función de una métrica llamada factor de impacto, y dicha métrica depende fundamentalmente del número de citas que reciben sus artículos.

Por tanto, los científicos quieren aparecer en las revistas importantes y las revistas quieren ser importantes para que los científicos quieran publicar en ellas. Así las cosas, las revistas buscan —y los científicos preparan— artículos de impacto, artículos citables. Y un resultado negativo es muy informativo, pero no es citable. Un artículo podrá decir «hemos utilizado [esta técnica] para producir tal material», pero nunca dirá «no hemos utilizado [esta técnica] ni [esta] ni [esta] ni [esta], porque se reportó que no funcionaban». No tiene sentido.

Desde luego, yo no tengo la solución a este problema, pero la herramienta es clara: de media, lo que se incentiva sucede y lo que se desincentiva, no. En esta y en todas las actividades humanas.

Ideología con ecuaciones

No es muy común ver tirar piedras sobre el tejado propio en una disciplina en la que la autocrítica no es precisamente un valor al alza:

A los economistas nos gusta fingir que somos científicos, pero no lo somos. En ciencias naturales y en ingeniería, hay una demarcación muy clara entre el mundo de la ideología y el mundo de la ciencia práctica. Por tanto, tú y yo podríamos ser físicos, y tú podrías ser de extrema derecha y yo de extrema izquierda, pero eso no importa: cuando hablamos de física, estamos hablando de física. En economía, esto es absolutamente imposible. La economía es la única «ciencia» o disciplina en la que puedes tener dos premios Nobel que piensan al mismo tiempo que el otro es un charlatán. Lo diré de otra forma. Si de verdad fuéramos los maestros de la economía política, deberíamos prohibir la democracia. No deberíamos tener democracia. No debería haber elecciones para decidir quién es el ministro de finanzas o qué política económica se persigue. Deberíamos tener a los tecnócratas sentados en este despacho gestionando la economía de manera eficiente. Pero la cuestión es que la democracia es esencial porque la economía no es una ciencia. En el mejor de los casos, es una especie de ideología con ecuaciones. Se necesita la lógica, el razonamiento analítico, para descartar falsedades, las cosas que están equivocadas. Pero no es posible saber lo que es correcto a través de un proceso tecnocrático. Y dado que no es posible, la democracia es necesaria. La alternativa es la dictadura. Y yo la viví, y puedo decirte, como muchos españoles recuerdan, que no es un buen sistema.

Lo decía Yanis Varoufakis, profesor de economía y exministro griego de finanzas, en una entrevista de Jordi Évole para Salvados.

El color de la corrupción

Ayer estuve reflexionando. Sobre la entropía, que el lunes tengo examen.

Pero después, sin pensarlo tampoco mucho, me metí en la hemeroteca de El País y empecé a contar portadas con algún tema relacionado con la corrupción. Aquí tienen el resultado del año 2015, coloreado en azul.

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Por una de esos caminos maravillosos que tiene twitter, acabé dando con un análisis, mucho más exhaustivo (y con más colores) que otro friki de twitter había hecho mucho antes (y mejor) que yo. En él podéis ver la corrupción por colores, en las portadas de los distintos periódicos que siguen vistiendo celulosa. Me falta eldiario, por ejemplo, pero entiendo que ahí el concepto de «portada» es mucho más difuso.

 

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Os recomiendo encarecidamente echarle un vistazo a la Numeroteca y sus múltiples visualizaciones de este y otros temas. A mí, desde luego, me ha encantado.

Por cierto, es falso que todos los colores cubran la misma superficie: voten con moderación, es su responsabilidad. Y, ante todo, voten.

Los reales (y bonitos) fotones

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Es muy bonito (muy muy bonito) plantarse con un papel y una hoja e intentar dirigir con números el lugar donde debe colocarse la luz.

—¡Aquí las ondas se anulan! ¡Por allá giran en círculos! Tráiganme 3,4 kilos de fotones, la trifracción de algún símbolo griego y la junta de la trócola, amén.

Pero lo más bonito (joder, ¡tan bonito!) es que luego pillas un láser, un cacharro hecho de «realidad», con su consumo ineficiente y sus manchas de tomate de la cena; lo enfocas contra una pared, lo pasas por un agujerillo y ¡el muy real hace lo que decía en el papel!

Es emocionante.

Tweet fractal

(Esta anotación se publica simultáneamente en Naukas)

Hace un par de días, @AitorMenta_ puso el siguiente tweet:

A este, le siguió otro tweet con el mismo texto que lo mencionaba:

Y así comenzó a generarse toda una red de menciones de tweets con el texto «tweet fractal» que mencionaban a otros con el mismo texto, que mencionaban a otros… Fractal o no, lo que se ha formado es un gran árbol cuya raíz es el tweet de Aitor. ¿Y qué pinta tendrá? Me dio la curiosidad, me puse manos a la obra y parí esta visualización. Espero que os guste.

tweet_fractal

Por supuesto, podéis seguir contribuyendo con menciones. Solo tened en cuenta que la visualización no carga automáticamente los nuevos tweets, sino que una tarea aparte lo hace cada varias horas, así que no seáis impacientes. ;-)