No creo en Dios, pero, ¿sabéis qué?, ojalá me equivoque. Ojalá Dios exista y tenga un sentido del humor infinito. Ojalá Dios sea un cínico hijo de puta de vuelta de todo. No sería de extrañar, teniendo en cuenta que su obra más perfecta eres tú.
(Jose A. Pérez, alabado sea, en Mi Mesa Cojea)
Yo también estoy enamorado de él. Platónicamente, se entiende. Y si no fuera un tío.
El caso es que si Dios es bondad infinita, no te va a hacer la putada de castigarte por no haber creído en él. Y si es el Dios rencoroso vengador que nos enseñan, da igual que creas o no. Algo malo habrás hecho en tu vida, y él va a estar al final de todo para recordártelo.
Últimamente el Pérez está que se sale.
Siempre se ha salido bastante… menos en los artículos que escribía para Malpensando, que se cortaba 5 pueblos (los 5 pueblos que, supongo, le pedían que se cortase) y le salían los cafés sin cafeína y el jamón sin sal. Ahora le han dado una nueva columna, a ver qué tal está.