La divina representación

Una representación es una ficción que produce realidad

(Félix de Azúa define «representación» en su Diccionario de las artes)

Toda representación es posible gracias a la aceptación tácita de una mentira necesaria para real-izar aquello que sólo es ficticio (a veces, una abstracción). Se entiende así que no sólo Hamlet, sino también las naciones y Dios necesiten representantes. La ficción dura mientras todos los participantes, incluído el público, la acepten como real, mientras decidan compartir y acatar las normas del juego. Entre tanto, DiCaprio podrá ser Romeo siempre que lleve las polainas. Urkullu (o Arnaldo Otegi o la AVT) podrán contarnos los deseos del «pueblo vasco», declamando sobre el nudo de su corbata. Así también, Benedicto XVI, un viejo por lo demás bastante flácido y paliducho sin su báculo y su mitra, puede dictaminar los designios de Dios. Puede, incluso, cantarnos sus espectaculares ofertas de verano: «absolución de los pecados», «Cielo express: conexión directa con el Señor», «¡¡Perdón para las abortistas!! (promoción limitada)». Todo sea por el bien de su gran función, no vaya a ser que se complete el aforo (cosa que viene pasando).

Y no me parece mal, que conste. Siempre fui una gran amante del teatro. Gracias a él he sido monja, pastorcilla, nazi y flor (cómo molaba el cole). Las rebajas de ficción son lo mejor, sobre todo en ciertas librerías. Las que me tocan las narices son las otras: las rebajas de verdad las que, ¡oh novedad! van a salir de las arcas públicas. Me toca las narices tener que pagar cinco veces más en el metro por no viajar alucinada por Madrid. Me toca las narices que se hayan gastado 25 millones de dinero público, sin contar con los beneficios fiscales (hasta el 80%) concedidos a las empresas privadas patrocinadoras de la función. Me toca las narices la cesión de espacios públicos, las entradas gratuitas del Reina Sofía, los descuentos al por mayor…

Coño, que yo en el cole me pagué el disfraz de margarita. ¿Alguien me explica por qué Dios habría de ser especial?

4 comentarios sobre “La divina representación

  1. La verosimilitud de la representación debe estar casi al límite con la intensidad dramática, que es lo principal. No debemos despreciar el realismo demasiado, pues entonces el espectador se molesta y deja de seguir el hilo de la historia… Pero cuidado con el excesivo realismo, que si no acabamos haciendo un documental.
    Supongo que en la política y la religión no hay muchas diferencias con la narrativa convencional. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de construir un relato atractivo, una pedagogía para que otros les sigan.

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