Leo en EL PAÍS una historia muy divertida. A ver qué os parece:
Érase una vez hace muchos muchos años un pueblo, gallego para variar, con una parroquia para variar y unos terrenos a su alrededor, todo ello propiedad de la Iglesia Católica también para variar. Bien, allá por 1967 en este pueblo, las aguas del embalse de Portodemouros anegaron el templo y el cementerio de la parroquia. Como no iban los señores curas a invertir su propio dinero en arreglar el desastre, la propiedad de los terrenos fue cedida a los vecinos del pueblo, a condición de restituir los daños provocados. Estos mismos vecinos, buenos cristianos y voluntariosos, fueron quienes reconstruyeron el nuevo templo (propiedad, esto sí, del Obispado) y salvaron las piedras del antiguo, que el bueno del párroco se encargó de vender al mejor postor, quedándose él solo con los beneficios, claro. Hasta aquí, los vecinos de puro buenos, parecen tontos, pero resulta incluso creíble. Lo surrealista empieza aquí: la Iglesia Católica ha reclamado ahora, la propiedad de esos terrenos. Y lo hilarante, aquí: mientras los vecinos no se los regalen, ¡amenaza con no celebrar más misas en la parroquia del pueblo!
Los vecinos, claro, lloran desesperados por la calles del pueblo. Ya han envuelto las escrituras de los terrenos con un gran lazo rojo y una carta de arrepentimiento. Algunos incluso quieren regalarle sus coches, casas y esposas al Obispado, con tal de que el párroco vuelva a sus vidas. Pero que estén tranquilos, que la Iglesia es infinitamente misericordiosa y no conoce la avaricia, jamás aceptaría semejantes presentes… en el mundo de yupi del Obispo de Lugo. En el mundo real, el pueblo entero se parte el culo: qué gran sensación de superioridad, que alguien que no tiene ningún poder sobre uno, lo intente chantajear.
Vergonzoso y lamentable, pero… ¿por qué lo que hace esta gente no me sorprende últimamente tanto como debería? ¿La costumbre?
No me sorprende la historia porque aquí en Navarra están haciendo lo mismo… poniendose a su nombre un monton de terrenos, iglesias, etc…
No, si ya sabía Mendizábal lo que se traía entre manos…
Lo triste es que un Mendizábal hoy no sería posible… ¡Ni siquiera se atreven a expropiar el Pazo de Meirás a la familia Franco!
Y luego hay quien dice: «Joé, con estos rojos de zetapé, que le están quitando todo a la iglesia». Aaaay, señora… ¡si por mí fuera, a usted el párroco le daba la comunión en el salón de casa!