Existen muchas recopilaciones de consejos para protoinvestigadores —más conocidos como doctorandos o grad students—, más o menos acertadas, de personas más o menos experimentadas, en formato artículo o powerpoint, con algunos consejos de puro sentido común, otros no tanto… No obstante, y siempre desde el punto de vista probablemente equivocado de mi recién iniciada aventura, ninguno a la altura del que vais a leer a continuación; al menos de cara a la salud mental y laboral de los interesados.
Alguien que ya ha pasado por el trance, @copepodo, lanza un aviso a navegantes alertando de un mal endémico pero invisible: El síndrome del impostor (tiene unos meses el artículo, pero me ha llegado hoy). Dice así:
El mundillo de la investigación científica es muy complejo y a menudo definitivamente mejorable […] pero una característica que es evidente es que hay mucha presión: presión por publicar más y en mejores revistas, presión por estar en el cuartil superior de cualquier índice o parámetro imaginable, presión por ser el que más sabe, el que mejor lo hace y el que mejor lo cuenta. […] El caso es que quizá por esta presión o por la causa que sea, muchos protoinvestigadores desarrollan un complejo acerca de sí mismos y de la contribución que hacen como doctorandos. Los “afectados” creen que han sido aceptados por chiripa, de forma inmerecida y que en cualquier momento se descubrirá la verdad: que no saben hacer la “o” con un canuto y se les mandará a tomar viento. A mí me pasó esto. […] No se me ocurrían soluciones inteligentes, no me daba cuenta de las cosas, no era capaz de hacer aportaciones originales, etc. Mi percepción, la más sincera que podía tener conmigo mismo, era que todo el mundo, todos mis compañeros (tanto los más experimentados como los recién llegados), hacían las cosas mucho mejor que yo: avanzaban más rápido, aprendían más deprisa, eran mejores científicos, hacían observaciones más inteligentes… vamos, que estaba totalmente fuera de lugar, que no estaba a la altura de mis obligaciones.
Recomiendo encarecidamente leer el resto del artículo en el citado blog. Pero, por resumir, todo esto desemboca en el siguiente consejo:
No evalúes tu propio trabajo: no estás capacitado para hacerlo de forma objetiva, aunque lo intentes.
Me interesan mucho estas cosas. El periodo de formación de los investigadores es crítico, porque es cuando se adquieren los hábitos con los que luego tendremos que trabajar.
He llegado, desde tuiter, en busca de un buen consejo, y aunque la reflexión que antecede me ha interesado y me ha gustado, no comparto la conclusión o, mejor dicho, no le acano de ver el interés práctico a esa conclusión. A ver si soy capaz de explicarme.
Yo supe que mientras haces la tesis tienes momentos en los que te pueden asaltar muchas dudas. Esto lo supe por otros. Quizás no esté bien que lo diga, pero a mí la tesis solo me suscitó una duda: ¿Dónde cortar? Una vez que decidí, con mi director, hasta dónde llegaría, me limité a seguir hasta terminar. Nunca me planteé si aquello era bueno o no; para mí era lo que había que hacer. Me había examinado un tribunal y aquel tribunal decidió que mi proyecto de tesis era interesante y viable, y que yo era una persona capacitada para llevarlo adelante. Y me dieron la beca con la que poder vivir durante unos años mientras hacía aquel trabajo. Quizás si no hubiera habido aquella prueba presencial previa, las cosas hubieran sido diferentes, pero el caso es que fueron así.
La conclusión de que uno nunca es objetivo cuando valora lo suyo, por otro lado, me parece obvia. Claro que uno no es objetivo valorando tu trabajo, tanto por exceso de exigencia como por lo contrario, por autocomplacencia. Pero para eso está el director de la tesis. Se supone que él sabe de qué va la historia, tiene experiencia y te guía. Yo tuve suerte con mi director. Fue un director excelente, y quizás por eso crea ahora que no debiera haber mayor problema con la consideración que haces de tu trabajo.
Bueno, lo he intentado.
@Juan Ignacio Pérez: Como he dicho más arriba —es decir, desde la visión probablemente equivocada de un principiante como es la mía—, me da la sensación de que tú tuviste suerte, y que lo que describe el artículo de Copépodo está bastante extendido. Al menos, «normalmente» extendido —en el sentido de la campana de Gauss, como dice él mismo—.
El quid de la cuestión para el que siente eso en alguna ocasión (también en otros ámbitos) está en que da igual que el supervisor esté para eso, para evaluar tu trabajo. Inevitablemente tú lo haces, y generalmente en ciencia lo hacemos de manera muy dura y exigente con uno mismo. El consejo solo dice: aprende a vivir con ello. Me gusta particularmente el paralelismo que hace con la ilusión óptica: sabes que esa imagen es estática, pero no puedes dejar de ver que se mueve; así que tienes que racionalizarlo, y punto.
Añado además que yo esto ya lo he vivido en la carrera de música, otro ámbito en el que la exigencia, las presiones y la búsqueda de excelencia se llevan al extremo más extremo. Solo espero haber aprendido lo suficiente a vivir con ello.
Yo tuve suerte, sí, lo tengo claro. Pero me parece que tanto Copépodo como tú padecéis el mal de exceso de autoexigencia. ;-)
Ser un buen director de tesis es, sin lugar a dudas, muy difícil. Por cómo Juan Ignacio habla de su experiencia, parece que tuvo uno excelente, pero por desgracia a menudo no es así. Esa y otras razones hace que muchos, muchos doctorandos pasen por las mismas malas (y prescindibles) experiencias. Puedo decir que me he sentido abrumado, como nunca antes por un post en mi blog, por la cantidad de respuestas, tanto en público como en privado de gente que ha tenido problemas parecidos (y que creo que no es exactamente lo mismo que exigirse demasiado). Creo que la incidencia de este fenómeno es mucho mayor de lo que podría parecer, y que merece ser contado para que «los nuevos» entiendan a qué pueden enfrentarse. Mi consejo final no iba tanto por pensar que en alguna circunstancia somos capaces de «evaluarnos objetivamente» (es difícil en cualquier faceta), sino por seguir adelante tratando de hacer nuestro trabajo lo mejor posible sin frustrarse por pensar que «no se es suficientemente bueno».
Iñaki, muchas gracias por hacerte eco, y me alegro si te ha servido de algo.
Hola,
pues al hilo de este post, recomiendo leer el discurso que ayer hizo Muñoz Molina en los premios Príncipe de Asturias. Sin dudas, describe un oficio en toda su esencia, y matiza que da igual si es artista, literato o científico.
Interesante y constructivo.
saludos
http://ep00.epimg.net/descargables/2013/10/25/9afc1bbdbbcdf2defd7934b2b0d017f4.pdf
Pues yo soy la polla y mis investigaciones tambien. Mis articulos son lo mejor de lo mejor y no los han publicado en el primer cuartil porque los revisores son unos cabronazos y hay un mamoneo de la ostia.
He dicho… :D