Esta mañana hemos amanecido con tormenta. A primera hora me han sorprendido los destellos de luz repentinos en mi habitación. Amodorrada, pensé que había algún problema de iluminación en el barco, hasta que me di cuenta de que eran los rayos que se veían a través de la ventana. Todo esto implica dos cosas: que las maniobras de hoy han vuelto a ser accidentadas y que yo no me he podido mover de la cama en todo el día. Me encantaría parar este vaivén, darle al “pause” aunque sólo fuese durante cinco minutos para poder recomponerme y volver a subir al buque en condiciones. Pero eso es, precisamente, lo más agobiante del mareo: que no hay salida aparente.