Animusic es una compañía americana que se especializa en la visualización en 3D de música basada en MIDI. Fundado por Wayne Lytle, fue creada en Nueva York y tiene oficinas en Texas y California.
Podéis descargaros una demo en tiempo real [archivo .EXE de 45MB] desde la página web de ATI que permite el desplazamiento con el ratón por toda la animación. Bastante recomendable.
Descubro a través del blog de Maikelnai la obra del fotógrafo Caleb Charland. Se trata de imágenes que ilustran experimentos sencillos, pero el resultado plástico es, sin excepción, excelente. Un medio más de divulgar la ciencia, explotando su potencial estético. Aunque en casos así, no se sabe bien quién utiliza a quién: ¿se trata del arte al servicio de la ciencia y su difusión, o más bien un tipo con un ojo excelente que retrata experimentos como podría fotografiar coches de carreras, sin que ello tenga nada que ver con la mecánica? ¿Hasta qué punto puede resultar educativa, informativa una obra así?
Os dejo un par de fotos interesantes. La primera se titula «Cubo con regla y penlight» (¿boli de luz?). Aunque no lo parezca el cubo está dibujado sobre un plano, las manos que sostienen las reglas ayudan a verlo. Para hacer bien un dibujo así hay que estudiar bien la perspectiva, el lugar donde se coloca la cámara, pensar cómo veríamos un cubo real en la situación elegida. Sencillamente genial.
La segunda imagen es bellísima, aunque quizás menos ilustrativa: los clavos se mantienen en el aire gracias a la fuerza del imán.
Eso es lo que nos pareció a Almudena y a mí Los crímenes de Oxford cuando fuimos a verla. El caso es que el argumento pintaba bien, tenía muchas posibilidades. Pero el guión es tan pésimo… taaan taaan pésimo…
Sin embargo, hoy me alegro mucho de haberla visto. Porque si no lo hubiera hecho, no me habría pegado la jartá de reír de hace un rato cuando he leído la disección que ha hecho Supermon de esta película. Ay, es que hasta me duele la mandíbula. Como muestra, su resumen de la trama; creo que no se puede explicar mejor:
La trama la tengo clarísima. El matemático viejo descifraba códigos secretos de los nazis, el matemático joven había cruzado las puertas de Moria. La anciana es la dueña de Piolín. Leonor juega a los médicos y Frodo al squash. Polvo. El policía es tonto, la biblioteca muy bonita y los libros secretos estaban a la vista de todos. Pitágoras vivió en Siracusa, la violinista se subió al tejado. Polvo. Diez negritos se fueron a cenar. Descubren al asesino. Ferpecto.
No dejéis de visitar el artículo original, en Halón Disparatado. ;-)
Siempre me he preguntado, por qué en todas las disciplinas artísticas, el hombre tiende a autorretratarse constantemente. Si recorréis cualquier museo, u os fijáis en las esculturas que decoran las catedrales y demás, comprobaréis que la mayor parte de estas obras plásticas representan figuras de hombres, y muy especialmente, rostros humanos.
Cuando estudiaba Bellas Artes, mi asignatura preferida era Escultura. Trabajábamos principalmente con barro y uno de los ejercicios consistía en hacer una copia lo más exacta posible de un busto original de piedra o yeso. Todos trabajábamos en la misma aula en caballetes contiguos y los bustos a copiar se situaban centrados entre los caballetes, con lo que la sala, amplísima, parecía una especie de campo sembrado de cabezas blancas y marrones sobre bases de madera. El caso es que, una vez finalizado el ejercicio, resultaba más o menos fácil atribuírselo a su autor, porque los rasgos de la figura ¡eran una mezcla de los de la escultura original y los del alumno que había hecho la copia! Es decir, cada escultor, intentando hacer una reproducción exacta, objetiva, de una figura, no había podido evitar autorretratarse un poco. Por supuesto, no se trataba de un autorretrato evidente… era más bien «un aire»: por ejemplo, si el escultor tenía la barbilla demasiado grande, también la tenía su figura o si era una una persona con la cara larga, lo mismo.
Es algo que me llamaba mucho la atención y me ha hecho reflexionar sesudamente sobre la función del arte y sus orígenes. Afortunadamente, no he podido llegar a ninguna conclusión, con lo que aún sigo dándole vueltas al asunto de vez en cuando. Precisamente volvió a mi cabeza el otro día, cuando vi el siguiente vídeo en No puedo creer… Le ponen un pincel en la trompa a un elefante, y no tiene nada mejor que hacer el animalillo que autorretratarse. Aunque en esta ocasión es posible que el mérito sea exclusivamente de los domesticadores, desde luego… da que pensar ¿o no?