Llego a la siguiente cita vía Halón Disparado, que a su vez la encontró en Siguen sin pagarme… Como Almudena —al igual que el Camarada— suscribió el manifiesto Hartismo, considero que es de obligada publicación, aunque a algunos os resulte redundante. Ahí queda eso, se lo dedico a todos los culturetas-gafapasta.
Dado que ya el arte no es el alimento que nutre a los mejores, el artista puede ejercitar su talento en todos los intentos de nuevas fórmulas, en todos los caprichos de la fantasía, en todos los recursos del charlatanismo intelectual.
En el arte, el pueblo ya no busca consuelo ni exaltación, pero los “refinados”, los ricos, los ociosos, los destiladores de quintaesencia buscan lo nuevo, lo extraño, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Y yo mismo, desde el cubismo y más allá, he contentado a esos maestros y a esos críticos con todas las rarezas cambiantes que se me pasaron por la mente, y cuanto menos las entendían, más las admiraban. Y divirtiéndome con todos esos juegos, con todas esas patrañas, he conseguido la celebridad y muy rápidamente. Y la celebridad para un pintor significa ventas, ganancias, fortuna y riqueza.
Y hoy, como usted sabe, soy célebre, soy rico. Pero a solas conmigo mismo, no tengo el valor de considerarme como artista en el sentido grande y antiguo de la palabra. Fueron grandes pintores Giotto, Tiziano, Rembrandt y Goya; yo sólo soy un “amuseur” público que ha entendido su época, y ha agotado en cuanto ha podido la imbecilidad, la vanidad y la codicia de sus contemporáneos.
Amarga confesión la mía, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero con el mérito de ser sincera.
(Pablo Picasso, en una carta enviada a Giovanni Pappini, y posteriormente publicada en la revista “Poitiers-Université”, en su nº 120, correspondiente al mes de Abril de 1978)
¿Hará esto bajar el precio de sus originales? ¡No! Picasso es Picasso, es célebre, nosotros imbéciles, él pinta, nosotros admiramos, él se valora, nosotros ya veremos.