«Puede haber menores que consientan los abusos, hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo; incluso, si te descuidas, te provocan”.
Estas son las palabras con las que el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, se refería al grave problema de los abusos a menores, durante una entrevista para el diario local, “La Opinión” el pasado mes de Diciembre.
Tras comparar la homosexualidad con la pederastia, el obispo sostiene que los abusadores no son enfermos puesto que muchas veces la relación es consentida o incluso provocada por el menor en cuestión. Lo cual me recuerda a aquella otra sentencia de un juez que absolvió a un violador porque la menor, de 16 años, no era virgen, o a aquél otro asno con toga que redujo la pena del criminal porque su víctima llevaba minifalda. Si al final resultará que “¡¡la culpa es de los padres, que las visten como putas!!”. Y Torrente como el mejor representante de la inteligencia media de algunos dignatarios de este país.
Lo grave de la declaración del obispo es que confunde a las víctimas con los verdugos y les niega toda posibilidad de denuncia. Pero más grave es aún que la Conferencia Episcopal Española se haya negado a pronunciarse sobre dichas declaraciones, y que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, sólo se haya atrevido a comentar que no ha comprendido esas palabras. Los que sí las han querido entender y aún esperan la destitución del obispo, es la Asociación pro Defensa de los Derechos del niño que ha enviado cartas a la Conferencia Episcopal Española y al Vaticano en las que denuncia «el apoyo y la comprensión» que la Iglesia Católica da a curas acusados y condenados por pederastia.
Como colofón políticamente incorrecto, yo me pregunto… a saber qué pérfido niño ha tenido la malicia de provocar a nuestro pío obispo tinerfeño, hasta saciar sus más oscuros deseos…