Las tetas deberían ser el emblema de la deconstrución. Adquieren lecturas opuestas según el contexto y, muy especialmente, según el lector. Una teta puede ser un contenedor de leche para ciertos desdentados, un juguete sexual para otros, una fuente de placer o de dolor, la Razón Última de Internet, un globo de silicona, el refugio de un tumor… Personalmente, estoy convencida de que cuando las tetas de Irina Shayk se juntan en ese sutil gesto con los codos al final del anuncio de Intimissimi, hacen un sonido similar al de dos copas de cristal de Bohemia brindando por el porvenir: ¡clin! Y el mundo se transforma en un lugar mejor donde vivir.
En mi facultad, la teta es una superficie curva en la que se posa la luz dando lugar a un juego de claroscuro sumamente estético. Eso dicen en mi facultad, pero mi facultad está llena de hippies. Por ello, lejos de ocultarse o condenarse, el pecho femenino es exhibido y reverenciado, situado sobre tarimas y peanas, expuesto a la luz, ante la paleta y el cincel. En consecuencia, los hippies de mi facultad estamos razonablemente preocupados y es que, a juzgar por las últimas noticias, ya no van a poder enseñarse las tetas en la universidad.
Como todos sabréis, hace algunas semanas unas estudiantes madrileñas fueron a mostrar su tierno amor ante uno de los altares de la Universidad Complutense. Ejemplificaban así una de las enseñanzas de Jesucristo, según la cual hay que ofrecer siempre la otra mejilla ante las agresiones. Así, las valientes estudiantes, pese a haber sido humilladas y estigmatizadas como mujeres, amenazadas con sufrir tormentos durante toda la Eternidad (que se dice pronto) por el mero hecho de amar a una compañera, decidieron acudir a la capilla con la mejor de sus intenciones, no a insultar o a reproducir una violencia análoga a la ejercida sobre ellas, sino a ofrecer de forma altruísta porno lésbico gratuito y en directo, torsos desnudos femeninos, la más bella creación de Nuestro Señor, la prueba definitiva de un diseñador inteligente. Cómo iban a adivinar ellas, pobres corderas, que los asistentes a la capilla rechazarían semejante presente. Cuando se piensa en el éxito que habrían tenido en Internet…
Pero es que las tetas adquieren distintas lecturas según el contexto y el lector. Una teta en una capilla universitaria supone un problema gordo. No por la teta, que en sí es bella y tierna, sino porque una «capilla universitaria» es un oxímoron sin solución posible. Una capilla es un lugar diametralmente opuesto a una universidad. Es más, debe serlo: las Verdades incuestionables de la primera, deben ser refutadas necesariamente por la segunda, la actitud pasiva que ensalza la religión es incompatible con el pensamiento crítico que debe imperar en la universidad. También por ello, las normas que rigen cada lugar son diametralmente opuestas y, donde una teta es una protesta necesaria, a otros les parece una profanación digna de denuncia y arresto a domicilio.
Solución (de perogrullo): no los mezcles. Quizás alguien se ofenda porque yo me ponga a desayunar delante de otro que está cagando. Pero es que él ha sido el idiota que ha colocado un retrete en medio de la cocina. Mientras ese retrete siga en un lugar inapropiado, no es pertinente que nadie se escandalice porque su culo sea expuesto o nos riamos de sus heces. Las capillas, como los retretes, tienen su lugar en el ámbito de lo privado, de las debilidades y necesidades de cada cual, donde, sin duda, deben ser respetados. Fuera de ahí, no sólo es ilícito que exista una protección especial para las «sensibilidades religiosas», es que además resulta ofensivo y contraproducente que todos debamos soportar el hedor de sus secreciones. Resulta ofensivo que haya un lugar en la universidad donde se deba respetar la misoginia, donde se fomente la homofobia sin oposición, donde se estigmatiza la sexualidad y se obstaculiza la lucha contra el SIDA. Entre otras lindezas.
Una capilla universitaria debería ser, en definitiva, un lugar imposible. De lo contrario, como dice Isaac Rosa, «es la propia universidad la que queda profanada».
Amén. Tetas.