Me ha encantado este vídeo de Veritasum en el que describe un curioso fenómeno: cuando, sobre una superficie de aceite de silicona, se generan pequeñas gotas, estas permanecen vibrando algún tiempo dando lugar a una serie de ondas con las que interaccionan.
Hasta aquí, el tema mola. Gotas rebotando sobre una piscina en la que, intuitivamente, deberían hundirse. Pero es que, a partir de aquí, mola muchísimo más, porque este sistema onda partí gotícula puede ponerse en movimiento (walking droplets) y atravesar barreras, dobles rendijas, confinarse en un espacio… cualquier tipo de condiciones. Preferiblemente, condiciones que recuerden poderosamente a algún experimento cuántico. Cuando así sucede, la gota andante, perfectamente clásica, visible y palpable, resulta reproducir las mismas aparentes paradojas que se dan en los sistemas cuánticos.
Es la caña. Y ni siquiera necesariamente porque nos «revele» nada sobre el mundo cuántico. La primera norma del club de la cuántica es que no puedes hablar de nada que no te hayas medido experimentalmente, y ningún experimento te pintará jamás un fotón vibrando con semejante realismo. Pero, incluso si no fuese «cierto», el modelo de la gota nos ofrece un símil, una imagen que anclar en nuestra cabeza para intentar entender un mundo mucho más pequeño y menos intuitivo. Mola mucho mucho.