La causa nunca es la víctima

Asesinan a alguien y hay quien asume de inmediato que es por ostentar un cargo público. Quizás sea apurar mucho el paralelismo, pero es como si, tras un caso violación, se despertase un debate público sobre la minifalda… y curiosamente, en Twitter, ha suscitado comentarios parecidos. Que si ella se lo estaba buscando (unos). Que si existe un clima de violencia que lo ha propiciado (otros).

La cuestión es, como siempre, que la víctima de un crimen absurdo y arbitrario no debería ser el objeto de análisis. El único centro de atención debería ser el criminal: su locura, su odio injustificable, su terrible e inmenso problema. La única causa de un crimen atroz es siempre, exclusivamente, aquel que lo comete. Incluso si el criminal se disfraza de otros motivos (Alá, Euskal Herria, iba provocando). Esta vez, no llevaba ni disfraz.

Lo curioso del caso es que, como con las minifaldas, el incidente ha sido la excusa perfecta para desvelar lo que estaba ya en la cabeza de todos: que ya estaba tardando. Tenemos tan asumido el cabreo generalizado, que creemos que sólo falta una chispa. Sólo alguien un pelín más quemado de la cuenta. Sólo un arma fuera de su sitio. Putas, son todas putas…

Pero… ¿quizás sea así? La verdad, no lo sé: quiero pensar que existe un salto conceptual lo bastante amplio entre fantasear con cortarle los huevos a Gallardón y encontrarte con Alberto y lanzarte a por su bragueta. Y ese salto es, precisamente, lo que debería tener en mente Alberto al leer comentarios en Twitter sobre Gallardón.

Es muy difícil volcar tanto odio sobre una persona, si bien uno puede desfogarse tranquilamente cuando maneja asépticos conceptos. Lo que me preocuparía, si fuese político, no es la retahíla de insultos dirigidos a unos apellidos. Difícilmente tanta bravuconería constituye realmente una amenaza personal. Pero sí me alarmaría el nivel de hartazgo ante aquello que «represento», el cansancio y el asco que inspira a día de hoy la política. Twitter no deja de ser la versión legible de un pulso social mucho más amplio y mucho más preocupante. En 140 caracteres no cabe todo lo que se dice en los bares o lo que ni siquiera se dice. Por eso, la solución no es prohibir el síntoma, retirar el estetoscopio y fingir que todo va bien mientras nadie suelte un exabrupto. El verdadero problema seguirá latiendo, creyendo que sólo falta una chispa.

2 comentarios sobre “La causa nunca es la víctima

  1. Libertad de expresión y de conciencia… una de esas raras costumbres del hombre blanco que nos intentan enseñar, sin éxito, en las clases de ética.

    Para que haya libertad de expresión primeramente hace falta libertad de conciencia, y es precisamente cuando aparece alguien con un pensamiento discordante cuando se nota si ésta existe o no.

    Para que haya libertad de conciencia, imagino, hace falta algo tan elemental que ni siquiera se nombra: libertad de sentimiento.

    Nadie puede imponerte lo que debes sentir. No es mi caso, pero al parecer hay personas que se han alegrado por esta muerte. Y poco o nada se puede hacer… el sentimiento no solo es libre, es inimponible, ya sea por la muerte de un político o por la del mismísimo Santa Claus.

    Como buenos españoles que somos, no dejaremos una ocasión para la reflexión y el cambio sin desperdiciar. Toda reforma que se proponga, curiosamente, acerca nuestra legislación y nuestra política al tercer que al primer mundo. Sin apenas excepciones.

    De pronto, el problema son las redes sociales, los exaltados, los escraches, la gentuza que se obstina en pasar penurias pese a la evidente reactivación económica, …

    Culpar al mensajero y cerrar los ojos después. Una vez más.

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