Es curioso cómo un espacio tan aparentemente frío como un buque se puede ir convirtiendo en un lugar “habitable” según pasan los días y lo vamos haciendo nuestro. En sólo una semana, ya se han consolidado lugares y rutinas, tradiciones a pequeña escala: en la sala de oficiales suenan las guitarras cada noche.
Mateo, el médico del Hespérides, dirige la coral de villancicos. El espumillón ha conquistado los laboratorios. Siempre hay música en cada sala y en cada camarote. Ayer nos terminamos el calendario de adviento que colgaron las tres chicas de contaminantes: Laura, Belén y Gemma, aunque todos las conocemos como los ángeles de Charlie o las Supernenas. Gerardo de biogeoquímica y su gorro de Papá Noel con luces. Tantas otras cosas que no sabría enumerar, etcétera.