Como ya anuncié el otro día, esta mañana ha tenido lugar una charla titulada “Gestión de derechos de autor de los creadores musicales”, a cargo de Ignacio Casado Casado, Delegado General de la SGAE Zona Norte. Yo he asistido y he salido contento: con tan sólo tres preguntas hechas con total corrección y respeto, he conseguido que hayan intentado echarme de la charla y, no pudiendo, la hayan terminado precipitadamente «por falta de tiempo». Ha quedado patente el carácter sectario que hace que sean la asociación más odiada de este país. Está claro que no tienen ninguna intención de entrar a debate ni de dar ningún tipo de explicaciones.
La charla ha durado una hora y media, más o menos. Ha comenzado hablando de la Ley de la Propiedad Intelectual. Primero un poco de historia: los derechos de autor nacen en la Revolución Francesa y en España no surge una ley en este sentido hasta 1879, ley que no es modificada hasta 1987; «tal vez por eso ocurre esto de la piratería y las descargas de Internet en España, porque estamos acostumbrados a que el 99% de las descargas sean gratuitas» –añade–. Primeras explicaciones, primeros pullazos indiscriminados y primeras mentiras, como podéis ver.
Después, ha pasado a explicar de qué se componen los derechos de autor: derecho moral, que no se paga con dinero, y por el cual el autor tiene potestad para decidir qué uso se le da a esa obra, si se puede modificar, etc.; y el derecho de explotación, que es el remunerado, por reproducción, distribución, comunicación y transformación de la obra. Aquí llegamos a un punto muy curioso, que coincide con una diapositiva que ha pasado muy rápidamente y no me ha dado tiempo a leer (no sé por qué). Se trataba de los casos que no requieren autorización del autor (aviso que no está completo, porque no me ha dado tiempo):
- Reproducción para dejar constancia de procedimientos judiciales.
- Obras musicales para actos oficiales del Estado o para actos religiosos.
- Cuando existe parodia.
- ¿? [No he llegado a ver el cuarto punto]
El caso es que tú, como autor de una obra musical, puedes negarte a que (por ejemplo) un determinado partido político la use para autopromocionarse, y serás compensado y tu obra retirada. Sin embargo, si tu obra es usada en actos oficiales del Estado o religiosos, no puedes hacer nada. Probablemente te pagarán, pero ese derecho moral inviolable y defendido tan a capa y espada, simplemente se esfuma en esos casos.
Tras esto, ha pasado a hablar de las entidades de gestión y de la SGAE en particular. Ha hecho hincapié constantemente en lo equitativo del reparto, en la transparencia y la auditoría constante de las cuentas, en «una sociedad formada por los autores para los autores», etc. Todo muy bonito, maravilloso, el mundo es perfecto y Heidi pasa canturreando: «qué buenos somos y qué cabrones los demás», en definitiva… Otra cosa que tengo apuntada por aquí es que la SGAE destina el 15% de los cobros a labores administrativas. Según el ponente, esta sociedad es por ello la más barata (recordemos que su última recaudación ha sido de 400 millones de euros, por lo que en adminstración habrán gastado unos 60 millones de euros; barata, barata).
Ha terminado la exposición a las 12:30 h. más o menos, y ha comenzado el turno de preguntas. Sólo deciros que a las 12:45 h. yo ya estaba en clase, no os digo más. Tenía un montón de datos preparados para ser expuestos y escuchar las pertinentes explicaciones, pero sólo me han dado tiempo a tres preguntas. En el próximo post os desgloso mis preguntas y las respectivas respuestas (o, más bien, los respectivos «balones fuera» con los que me he topado), y también os cuento cómo han intentado echarme y cómo se ha terminado precipitadamente el turno de preguntas.
Cómo me hubiese gustado verlo…
¿Auditoría constante? ¿¿Auditoría constante?? Les habrás mencionado lo del Juzgado de Alicante, ¿no? Por no hablar del reparto equitativo… al que sólo tienen derecho <10% de sus asociados. Diossss…
¿por qué no lo publicas también en el blog del conservatorio?
[…] Domisoldo en: Charla de la SGAE, primera parte […]
Primero, porque yo no puedo hacer eso. Segundo, porque desconozco quién es el encargado de escribir en el Conservatorio y no sé si le interesaría tal artículo. Tercero, porque el «caballero» al que me refiero en la segunda parte de este artículo es un profesor del Conservatorio que probablemente me dé clases en 4º, y según me han dicho, toma represalias con facilidad.
En cualquier caso, el tercer punto me lo saltaría con gusto si me dijeses quién es el encargado del blog del Conservatorio.