Se dice: «Heifetz hace lo que quiere con su violín». ¿No será el violín el que hace lo que quiere con Heifetz?
Esto es un piano, dado e inmutable. El chico que quiere ser pianista tiene manos torpes (pero torpe significa siempre disponibilidad, kilómetro cero de innúmeros caminos; ser torpe es ser libre); manos plásticas, la antítesis del teclado que se ríe de ellas con todos sus dientes.
Gradus ad Parnassum, Czerni, arpegios —la técnica. Pero el piano no cambia, se limita a conformar al hombre, a hacer de él un pianista, un hombre-piano, un servidor con libreta negra que corre el mundo. Las manos libres se transforman en manos hábiles para… (Un martillo, un papel de armar tabaco —problemas de otro mundo; la mano del pianista es cada vez más del piano y cada vez menos del hombre).
Todo esto no es una defensa del torpe y del libre inútil (inútil libre) pero me interesa como esponja lavaprejuicios. Ojo con supuestas libertades, Andrés, que no son sino la perfección de la entrega.
Veo así el concierto: el violín se hace llevar por Heifetz, y reposa en el mentón y la mano del criado. Ajustándose estrictamente a la voluntad del señor, el criado cumple los movimientos necesarios para que el violín suene. La poca libertad que le queda a Heifetz, mecánicamente atado a su tirano, se le diluye en la peor servidumbre a los tiranos muertos, las tres B, el italiano misterioso, la jota de Falla, la fuente de Aretusa tusa caricatusa.
(Julio Cortázar, escritor argentino al que idolatro, en El diario de Andrés Fava)
Tengo un drama similar: no consigo ver claro si mis piernas sostienen mi cuerpo o mantienen el suelo a distancia para que no me golpee. Pero medito mucho mientras paseo un globo y veo a mi perro flotar ayudándome a mantener el suelo abajo y que no suba gracias a que lo empujo con la correa.
Te recomiendo la montaña rusa, probablemente encuentres allí bastantes momentos de paz.
el individuo nace libre,y pierde su libertad cuando el «yo» es atrapado por las circunstancias….