Hay un detalle que Eugenio, en todas sus argumentaciones contra la conspiración lunar, siempre ha pasado por alto. Si los Estados Unidos hubiesen llegado realmente a la Luna…
Categoría: Humor
Si parece serio y está aquí, se llama IRONÍA.
Romance matemático
De algún número de 1990 de la revista de la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid. Visto en CienciaNet.
Veraneaba una derivada enésima en un pequeño chalet situado en la recta del infinito del plano de Gauss, cuando conoció a un arcotangente simpatiquísimo y de espléndida representación gráfica, que además pertenecía a una de las mejores familias trigonométricas.
En seguida notaron que tenían propiedades comunes.
Un día, en casa de una parábola que había ido a pasar allí una temporada con sus ramas alejadas, se encontraron en un punto aislado de ambiente muy íntimo. Se dieron cuenta de que convergían hacia límites cuya diferencia era tan pequeña como se quisiera. Había nacido un romance. Acaramelados en un entorno de radio épsilon, se dijeron mil teoremas de amor.
Cuando el verano pasó, y las parábolas habían vuelto al origen, la derivada y el arcotangente eran novios. Entonces empezaron los largos paseos por las asíntotas siempre unidos por un punto común, los interminables desarrollos en serie bajo los conoides llorones del lago, las innumerables sesiones de proyección ortogonal.
Hasta fueron al circo, donde vieron a una troupe de funciones logarítmicas dar saltos infinitos en sus discontinuidades. En fin, lo que eternamente hacían los novios.
Durante un baile organizado por unas cartesianas, primas del arcotangente, la pareja pudo tener el mismo radio de curvatura en varios puntos. Las series melódicas eran de ritmos uniformemente crecientes y la pareja giraba entrelazada alrededor de un mismo punto doble. Del amor había nacido la pasión. Enamorados locamente, sus gráficas coincidían en más y más puntos.
Con el beneficio de las ventas de unas fincas que tenía en el campo complejo, el arcotangente compró un recinto cerrado en el plano de Riemann. En la decoración se gastó hasta el último infinitésimo. Adornó las paredes con unas tablas de potencias de «e» preciosas, puso varios cuartos de divisiones del término independiente que costaron una burrada.
Empapeló las habitaciones con las gráficas de las funciones más conocidas, y puso varios paraboloides de revolución chinos de los que surgían desarrollos tangenciales en flor. Y Bernouilli le prestó su lemniscata para adornar su salón durante los primeros días. Cuando todo estuvo preparado, el arcotangente se trasladó al punto impropio y contempló satisfecho su dominio de existencia.
Varios días después fue en busca de la derivada de orden «n» y cuando llevaban un rato charlando de variables arbitrarias, le espetó, sin más:
—¿Por qué no vamos a tomar unos neperianos a mi apartamento? De paso lo conocerás, ha quedado monísimo.
Ella, que le quedaba muy poco para anularse, tras una breve discusión del resultado, aceptó.
El novio le enseñó su dominio y quedó integrada. Los neperianos y una música armónica simple, hicieron que entre sus puntos existiera una correspondencia unívoca. Unidos así, miraron al espacio euclídeo. Los astroides rutilaban en la bóveda de Viviany… ¡Eran felices!
—¿No sientes calor? —dijo ella.
—Yo si. ¿Y tú?
—Yo también.
—Ponte en forma canónica, estarás mas cómoda.
Entonces él le fue quitando constantes. Después de artificiosas operaciones la puso en paramétricas racionales…
—¿Que haces? Me da vergüenza… —dijo ella.
—¡Te amo, yo estoy inverso por ti!… ¡Déjame besarte la ordenada en el origen! ¡No seas cruel!… ¡ven! Dividamos por un momento la nomenclatura ordinaria y tendamos juntos hacia el infinito…
Él le acarició sus máximos y sus mínimos y ella se sintió descomponer en fracciones simples.
(Las siguientes operaciones quedan a la penetración del lector)
Al cabo de algún tiempo la derivada enésima perdió su periodicidad. Posteriores análisis algebraicos demostraron que su variable había quedado incrementada y su matriz era distinta de cero.
Ella le confesó a él, saliéndole los colores:
—Voy a ser primitiva de otra función.
Él respondió:
—Podríamos eliminar el parámetro elevando al cuadrado y restando.
—¡Eso es que ya no me quieres!
—No seas irracional, claro que te quiero. Nuestras ecuaciones formarán una superficie cerrada, confía en mí.
La boda se preparó en un tiempo diferencial de «t», para no dar que hablar en el círculo de los 9 puntos. Los padrinos fueron el padre de la novia, un polinomio lineal de exponente entero, y la madre del novio, una asiroide de noble asíntota. La novia lucía coordenadas cilíndricas de Satung y velo de puntos imaginarios. Ofició la ceremonia Cayley, auxiliado por Pascal y el nuncio S.S. monseñor Ricatti.
Hoy día el arcotangente tiene un buen puesto en una fábrica de series de Fourier, y ella cuida en casa de 5 lindos términos de menor grado, producto cartesiano de su amor.
Nuevos usos de las redes sociales
(Abstruse Goose dándole ideas a Apple…)
La lógica de la fe (2)
(Visto en Alberto Montt en dosis diarias)
La verdadera historia de Jesús
En el fondo, todas las historias son iguales: malos malosos putean al bueno hasta la extenuación, el bueno reaparece y se carga hasta a María santísima. Esto se puede complementar con la presencia de «la chica», que, o bien se queda con el bueno, o se vuelve malosa y también sufre la ira de este.
Ese mismo camino llevaba la historia de Jesús en el evangelio de San Marcos, pero no lo terminó, y algún manazas lo hizo por él. ¿Qué hubiera ocurrido si se hubiera encontrado con el manuscrito un Alejandro Dumas, por ejemplo? La respuesta en La segunda parte:
A Jesús, como es natural, lo crucifican en las vísperas de un día festivo, lo cual ya es motivo suficiente para cabrearse. Antes, lo azotan, le ponen una corona de espinas, y encima pierde un concurso de popularidad con un tal Barrabás. Para colmo, lo cuelgan entre dos manguis, y uno de ellos se pasa la tarde dándole la brasa con el Reino de los Cielos (era testigo de Jehová).
Es poco probable que Marcos pretendiese matar realmente a Jesús. Es cierto que el Mesías tiene algunos superpoderes en su historia, pero no tantos como para resucitar a un muerto que llevaba tres días fermentándose. Y es una opinión personal, pero por resucitarte a ti mismo a los tres días seguro que dan más puntos que por revivir a otro. De modo que supondremos que, aunque parecía más muerto que el pavo de Acción de Gracias, Nuestro Salvador estaba mal herido, disimulando sus constantes vitales gracias a sus conocimientos del yoga saduceo. De manera que cuando José de Arimatea, que estaba en el ajo, destapó la tumba, le bastó un par de bofetadas para despertar a Nuestro Señor, que murmuró:
—Pepe, mamonazo, si pudiese moverme te ibas a enterar…
Pepe cargó con el no-muerto a cuestas, y lo llevó a casa de Lucas, que era médico, para que le hiciera algunos arreglillos. Y así pasaron unos cuantos meses.
Un hermoso día de verano, Jesús abrió por fin la puerta de casa de Lucas, y salió a la calle. Iba cojeando un poco, por culpa de la lanzada en las costillas y albergaba en Su Santo Pecho un cabreo monumental. Enfiló la burra hacia el barrio romano, mientras consultaba la dirección del chalet de Poncio Pilato que San Matías El Chivato le había apuntado en la palma de la mano. Al llegar a su destino, se deslizó sigilosamente al patio trasero, y trepó por una higuera hasta el dormitorio del prefecto de Judea. Una sorpresa le aguardaba:
—¡María Magdalena! —exclamó el Mesías.
—¡Jesús! —respondió, asustada, la susodicha.
—¡La Virgen! —profirió Pilatos, poniéndose los calzoncillos.
La pecadora intentó disculparse mientras se ponía la túnica:
—Mi Señor, es que mi carne es débil, ¡pero te juro que mi espíritu es fuerte!
—¡Serás puta! —replicó Jesús de Nazaret, sacudiendo la cabeza con amargura— ¡Vete, y no vuelvas a pecar… sobre todo porque no podrás!
Y haciendo uso de sus superpoderes, le contagió a distancia el primer herpes genital de la historia. Si lee con atención el Antiguo Testamento, verá que no se habla, para nada, del herpes genital, pero sí de la lepra, de modo que el herpes es un milagro posterior.
La Magdalena abandonó la habitación a duras penas, llorando por sus dolores, y Jesús se abalanzó sobre Pilatos, agarrándole por el pescuezo. El Prefecto tuvo tiempo para susurrar:
—Pero, Señor, ¿acaso no predicabas lo de poner la otra mejilla!
—¡La otra polla pondría, si tuvieses dos ojos en el culo, truhán!
A continuación, rebanó las orejas del romano, y sus testículos, y los arrojó a los cerdos. Las margaritas y las perlas no, pero sí que está bien arrojar los cojones de Pilatos a los gorrinos. De propina, el Hijo de Dios convirtió a Pilatos en obsesivo-compulsivo, condenándole así a lavarse las manos constantemente, per secula seculorum. Chúpate esa, Conde de Montecristo.
Luego, Nuestro Salvador empuñó la lanza del destino y salió a por Judas…