No seré yo quien diga que lo del PP y el PSOE en Euskadi es una perversión, ni soltaré burradas como las que ya se ha oído soltar por esos lares. Para nada: la coalición es lícita (aunque extraña), e incluso coherente con la idea de que «hace falta un cambio en Euskadi» (idea que tampoco es mía, vaya). Me cuesta entender, eso sí, cómo la postura respecto al nacionalismo (una cuestión cultural, de «identidades», cosas poco tangibles, que «no existen» en realidad), puede llegar a pesar más que las cuestiones referentes a política económica, por ejemplo, o políticas sociales que sí influyen de facto en el nivel de vida de la gente, en su bienestar. Aunque, a estas alturas ¿existe una diferencia significativa entre PP y PSOE en cuestiones económicas o sociales? Quizás deberían pactar también en el gobierno central y así nos quitábamos de líos. En cualquier caso, si un pacto entre PSE y PNV (partido de derechas), parece factible, no veo por qué iba a ser más extraño un pacto PSE-PP.
Ahora bien, hay formas y formas… Las elecciones vascas las ganó el PNV con un 38,56% de los votos. El PSE ha aprovechado el aumento de su electorado (hasta un 30,71%) para intentar hacer amigos en el Parlamento. Pero está claro que el PP, la tercera fuerza política de lejos, con apenas la mitad de votos que el PSE (un 14,09%), no pincha ni corta en esta cuestión, y puede saborear las mieles del poder por una cuestión puramente circunstancial. Vale que no regale sus votos, vale que reclame lo suyo… nada de esto es ilícito, insisto. Pero hacen falta muchos huevos para elegir como Presidenta del Parlamento Vasco a una representante de la derecha más conservadora y recalcitrante de su partido, cercana al Opus Dei y que no habla Euskera. Desde luego, es un gesto que se podrían haber ahorrado, precisamente en una situación delicada, como la actual, donde los gestos lo son todo.