The Young Person’s Guide to the Orchestra Op.34, de Britten

Últimamente os tengo un poco abandonados, lo sé, pero entendedme: los días 5 y 6 han sido todas mis vacaciones. Vuelvo con ganas; sirva este post de aperitivo.

Ya sé que hoy no es domingo, pero me apetecía colgar una de las obras que he interpretado con la EGO los días 2, 3 y 4 en Vitoria, Bilbao y San Sebastián respectivamente. Por cierto, el concierto del domingo en el Kursaal fue espectacular: qué auditorio, qué acústica… impresionante. Salimos especialmente motivados y el público lo notó.

Vamos ya con la obra. Se trata de The Young Person’s Guide to the Orchestra, o lo que viene siendo «guía de la orquesta para jóvenes» — ¡vaya!, según cómo se traduce queda un poco confuso—. Es una obra del compositor, director, pianista y violista británico Benjamin Britten que data del año 1946. Fue un encargo del gobierno británico para acompañar una película educativa con narrador cuyo propósito era el que indica el título: servir como una especie de presentación de la orquesta sinfónica para los más jóvenes. La obra consta de tema —tomado de Abdelazar, de Henry Purcell—, variaciones y fuga final.

El Tema A en la tonalidad principal es presentado por toda la orquesta al comienzo en un forte generoso. Después, la sección de viento madera presenta su propia versión del tema con el Tema B. Lo mismo hace el metal con el Tema C, las cuerdas con el Tema D y la percusión con el Tema E. Finalmente, el Tema F es idéntico al A, esta vez en fortíssimo.

Llegados a este punto, comienzan las variaciones. Cada instrumento de la orquesta tiene la suya propia para demostrar sus cualidades. En este orden, se suceden flautas, oboes, clarinetes, fagotes, violines, violas, violoncellos, contrabajos, arpa, trompas, trompetas, trombones junto con tuba, y percusión. Todas las variaciones son de una gran calidad, ya que utiliza una escritura muy propia de cada instrumento que permite el lucimiento del mismo. A mí las que más me gustan son la de los oboes, los clarinetes (por supuesto), los violines, los contrabajos, las trompetas y los trombones.

La obra termina con una gran fuga final que se va embarullando poco a poco con la entrada paulatina de todos los instrumentos en el mismo orden que en las variaciones. Cuando todos los instrumentos han hecho su correspondiente entrada, los metales retoman el tema principal en compás binario mientras la cuerda y la madera siguen con la fuga en compás ternario, para acabar encontrándose en un final apoteósico.

Que lo disfrutéis. Os dejo con la Orquesta Sinfónica de Londres, bajo la dirección de Michael Tilson Thomas.

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Adagio de Albinoni, de Remo Giazotto

Animación de Garri Bardin:

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No os libraréis de los rusos tan fácilmente. Esta vez, para variar, os presento a un compositor contemporáneo italiano, Remo Giazotto. Pero para ilustrar su obra más conocida, el Adagio en sol menor, no podía faltar esta interesante animación de Garri Bardin (¿lo adivináis?): un artista ruso. La música de la animación tiene un breve corte en torno al minuto 3, (corte que, a mi parecer, resulta una interrupción torpe e innecesaria), así que añado también un link a la interpretación de Karajan al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, para que escuchéis la obra original.

La mayoría de vosotros seguramente habréis escuchado esta obra con anterioridad. Muchos no conoceríais su autor, otros (entre los que he dejado de incluirme hace apenas un par de horas, gracias a San Google), se la atribuiríais erróneamente a Tomaso Albinoni, compositor barroco. Pero en realidad, el Adagio es una composición de 1945 del musicólogo italino Remo Giazotto. Giazotto es especialmente conocido por su clasificación y catalogación de las obras de Albinoni. Cuando la Bilioteca Nacional de Dresde fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, gran parte de la obra de Albinoni se perdió. Fue entonces cuando Giazotto dijo haber encontrado un fragmento manuscrito de 6 compases del compositor barroco, en el que se había basado para reconstruir este Adagio en sol menor. Sin embargo, investigaciones posteriores han revelado que tal manuscrito jamás existió y que la obra había sido compuesta enteramente por Giazotto. ¡Curiosamente, este autor contemporáneo en lugar de reclamarla, delegó la propiedad intelectual de su obra! Quizás Giazotto era consciente de que una obra así no tenía cabida en el repertorio «culto» contemporáneo y pretendía darla a conocer como barroca. En cualquier caso, el resultado de su estratagema es cuando menos paradójico: al final resulta que Albinoni es más conocido por la única obra de su catálogo que jamás compuso.

Contemporáneo o barroco, este magnífico Adagio ha pasado a formar parte de la cultura popular: se ha utilizado en numerosas películas, anuncios, programas y actuaciones de todo tipo. Se ha transcrito para otros instrumentos solistas, agrupaciones instrumentales o corales. Se han realizado adaptaciones a otros estilos musicales (The Doors, por ejemplo, utiliza el Adagio como fondo en su tema Feast of Friends, mientras Jim Morrison recita un poema, Yngwie J. Malmsteen se inspiró en él para componer su Icarus Dream Suite Op.4, Sarah Brightman le ha puesto incluso letra). Ha pasado, en definitiva, a formar parte de nuestra cultura y nuestra sensibilidad común, por encima de otras obras supuestamente más «contemporáneas», que sin embargo, tan poco nos conmueven y tan poco nos representan.

Nocturno Op.48, No.1 de Chopin

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Al hilo de lo que comentábamos el otro día sobre la diferencia entre el dolor descrito por Prokofiev y el «dolor chopiniano», aquí os dejo, interpretado también por Alexandre Moutouzkine, un ejemplo del segundo maestro: Friedrich Chopin, Fede para los amigos.

Chopin es sin duda el autor que mejor encarna el estereotipo del compositor romántico. Pianista, tímido, enamorado, enfermo de tuberculosis durante toda su vida, hasta que la enfermedad acabó con él a los 39 años… Su nombre es probablemente de los primeros que aparecen en nuestra mente al hablar del Romanticismo y sin duda el primero cuando alguien menciona el piano. Piano es Chopin y Chopin es piano, hasta el punto de que raro es el pianista que no se enroló en este gremio con la ilusión adolescente de llegar a tocar un día sus obras.

Adolescente… sí, como el propio romanticismo. Adolescente como sólo lo es ese dolor lastimero, autocomplaciente, desgarrado, que nos lleva a escribir poemas a una princesa de 16 años. Ese dolor idealizado e idealizante, que se siente por el mero gusto de padecerlo, de regodearse en él, un dolor visceral, irreflexivo, un dolor, en fin, profundamente egoísta y apasionado, como sólo lo son los adolescentes.

Quizás por ello, a la mayoría, Chopin se nos cura con el paso del tiempo. Pero siempre quedarán obras, como este nocturno, mi preferido, que nos recuerden por qué empezamos a tocar el piano. Son símbolos, son banderas, de las que quizás ya no estemos enamorados, pero a las que les somos fieles para siempre, como a las princesas de 16 años.

(La nostalgia ya no es lo que era…)

Actualización (13/09/09): A sugerencia de Ton petit cadavre he sustituido la interpretación de Lugansky por la de un pianista que, hasta ahora, no conocía, pero me ha sorprendido gratamente: Alexandre Moutouzkine.

Concierto Op.16, No.2 de Prokofiev

¡Más rusos! Por si aún lo dudabais, os lo confirmo: son mis preferidos.

Sergej Prokofiev es un compositor soviético del siglo XX. Tiene un estilo musical bastante propio y reconocible. Quizás por ello llegó a tener algunos problemas con la censura comunista, que imponía a los músicos escribir en el estilo del realismo socialista. Lo sorprendente es la integridad que demuestra la obra de este autor a pesar de las presiones del régimen. Al final de su vida, no obstante, recibió el premio Stalin por su Sinfonía No.7. Una anécdota curiosa es que murió el mismo día que Stalin el 5 de Marzo de 1953.

El sonido de Prokofiev es algo siniestro, mecánico, percusivo. Sus armonías a veces hacen daño, pero no es un dolor chopiniano, dramático y llorón, es un dolor cínico, mecánico, en cierto modo cerebral. Prokofiev siempre me ha parecido precisamente eso, un compositor de la mente, su música es extremadamente inteligente y en cierto modo «fría», aunque no por ello poco expresiva. Quizás es un retrato adecuado de la época misma en la que se enmarca su autor: en plena Revolución Industrial, rodeado de máquinas, carentes de sentimientos, precisas y, hasta cierto punto, aterradoras.

Su Concierto para Piano No.2 fue compuesto entre 1912 y 1913. No obstante, la partitura original se quemó durante la Revolución Rusa y Prokofiev hubo de recontruirla por completo a partir de sus apuntes en 1923. Al parecer no quedó igual que la original y Prokofiev mismo solía decir que la nueva versión, podría considerarse como un nuevo concierto, diferente del anterior. El Concierto No.2 está dedicado a Maximilian Schmidthof, amigo de Prokofiev en el Conservatorio de San Petersburgo que se había suicidado meses antes dejando una carta de despedida para Prokofiev.

La versión de hoy corre a cargo de Nikolai Lugansky al piano. Otro ruso, pues claro, como todos.

Concierto Op.18, No.2 de Rachmaninov

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Lo bueno de estas entradas dominicales es que me permiten redescubrir música que hacía tiempo que no escuchaba. Hace cuatro semanas os presenté a Rachmaninov, un compositor ruso postromántico. Pero para decidir de qué obra hablaría en aquella entrada, primero me puse a repasar todo el repertorio que conocía de este compositor. Al final elegí uno de sus preludios, pero me costó bastante dejar en el tintero este maravilloso Concierto, considerado como una de sus obras maestras. Llevo un mes redescubriéndolo y no podía esperar más para presentároslo.

Cuando en música clásica hablamos de un concierto, no nos referimos genéricamente a la música en directo, sino que hacemos referencia a una forma musical concreta. Una forma musical es una «manera de hacer» música, una estructura que caracteriza una pieza musical, del mismo modo que en literatura hablamos de géneros (novela, ensayo, soneto). La forma concerto o concierto, se empezó a cultivar en el Barroco cuando contaba con unas características ligeramente distintas a aquellas por las que lo conocemos hoy. En general un concierto es una pieza musical en la que un instrumento solista dialoga con la orquesta: alternan temas, se imitan entre sí, se acompañan mutuamente.

En el siglo XIX el piano se convirtió en el instrumento romántico por excelencia. Todos los grandes compositores le dedicaron parte de su repertorio y algún que otro concierto. Esto conllevó a que la técnica del instrumento evolucionase, la figura del pianista cobrase relevancia y apareciesen los primeros virtuosos del piano (sobre todo a partir de Liszt). Los conciertos de Rachmaninov sin duda siguen esta línea, sin bien son algo posteriores (el segundo fue compuesto en 1901). Como anécdota os contaré que pocas obras dan tanto prestigio a un pianista como haber tocado el Concierto No.3 de Rachmaninov: se considera de una dificultad extrema.

La interpretación de hoy corre a cargo de Yevgeni Kissin al piano y Sir Andrew Davis dirigiendo la BBC Symphony Orchestra.