Poco se puede contar sobre la biografía de Mozart que no os suene a todos, después de ver Amadeus. De alguna manera, la figura del «genio austriaco» ha sido estereotipada hasta el aburrimiento, hasta convertirse sólo en el niño prodigio, el tocado por los dioses, el mártir de muerte precoz… antes que en el autor de la música de Mozart. Quizás por eso, debo confesar, le tengo cierta manía. Por eso, y por la candidez y la cortesía que rezuman muchas de sus obras. Interpretar a Mozart me suele traer a la mente las pelucas y las normas de protocolo, por eso, mientras mis dedos intentan torpemente reproducir ese sonido preciso, equilibrado, exquisito (tan «andante expressivo molto grazioso») que idealiza mi cabeza, me convenzo de que nunca seré lo bastante educada y que me sobran cinismo y 3 kilos de mala leche para tocar bien sus obras. Interpretar a Mozart es darme cuenta de que tengo unos dedos de carne y hueso (hedonistas, para colmo), que el aire de la sala contiene impurezas, que hasta las cuerdas del piano son demasiado reales y matéricas, como para estar a su altura.
Entre tanto corset y tanta finura, me sorprende que Mozart siga teniendo tanta popularidad hoy en día (aunque, insisto, sospecho que es más popular el personaje, Amadeus, que su música). La contención, está visto, no es para mí, pero tampoco parece muy propia del siglo XXI, más bien romántico. Y, sin embargo, me entusiasma que, incluso dentro de esa contención, de ese idealismo puramente clásico, haya cabida para emociones más oscuras. Prueba de ello es el Réquiem, claro. Pero también otras piezas como la obra que hoy os presento.
La Sonata No.8 en la menor de Mozart fue compuesta en el verano de 1778. Consta de 3 movimientos (rápido-lento-rápido) y es, probablemente, una de sus sonatas más temperamentales y pesarosas. De hecho, es su primera y una de sus dos únicas sonatas escritas en una tonalidad menor. Cuando la compuso, Mozart se hallaba de viaje en París con su familia, en busca de empleo y pasando apuros económicos. Por eso, cuando su madre enfermó, tardaron demasiado en llamar a un médico y no pudieron hacer nada cuando empeoró y falleció, el 3 de julio de 1778. Es posible que la inquietud y desesperación que se escucha en el primer movimiento corresponda de alguna manera a esa impotencia. En el segundo, en cambio, la música se llena de melancolía.
La intérprete de hoy es Mitsuko Uchida. Por otra parte, si alguno se anima a analizar el primer movimiento, es fácil encontrar la forma sonata que presentamos hace semanas: La exposición, con sus temas A (0’00») y B (0’41»), se repite a partir de 1’30». El desarrollo comienza en 2’58» y la reexposición en 3’52» (esta vez, con el tema B en la menor, 4’36»). Ambos (desarrollo y reexposición) se repiten en 5’30».
[…] Sonata en la menor No.8, KV 310 de Mozart http://www.enchufa2.es/archives/sonata-en-la-menor-no-8-kv-310-de-m… por Tanatos hace 4 segundos […]
Bueno, una vez oi que Bach es el maestro, Mozart es el artista y Beethoven es, simplemente, el musico… Ya sabeis que estas cosas van por modas (acordaos de la paliza que dieron con Mahler!).
Coincido con tu opinión, la película hizo de Mozart un personaje. Es cierto que su música tiene ese tono «galante» que sobrevolaba la época. Pero ¡cuánto quisiera tener algo de su talento! La gracia, el toque que está en sus obras es sólo patrimonio de él. Verdaderamente nos han cansado con la Nº 40, la Eine Kleine Nachtmusik y hasta la «Praga» creo que la incluyó Woody Allen en Manhattan. Pero las sonatas para piano según Uchida son algo supremo.
El Clasicismo no es el período musical que más me atrae, prefiero el Barroco y wel Romanticismo. Mucho menos iría en busca de la música de Haydn salvo buscando alguna obra en particular (¡y no podría mencionar ninguna de memoria salvo que escribió un montón de sinfonías!). Beethoven me interesa por el aspecto de enojado de sus retratos, aunque con la Nº 5 y la 9 nos han saturado. Las 32 sonatas para piano y las Bagatelles son maravillosas. Saludos.
Ricardo, desde Buenos Aires.