Dos años tiene ya la última edición de la Ortografía de la lengua española. Dos años y todavía muchos no se han enterado de que los pronombres demostrativos (este, ese, aquel, etc.) y el adverbio solo han perdido su tilde. Otros muchos simplemente reniegan de la nueva norma por peregrinas razones que lo único que esconden es el a mí me lo enseñaron así. Por mi parte, aunque estoy de acuerdo con los que promulgan que el idioma es de sus hablantes, también creo que hay que reconocer cuando la RAE hace las cosas bien. Y en lo que a este asunto se refiere, siempre la he defendido en este y otros foros.
Sobre esto precisamente trata el último artículo de Miguel A. Román, Con tildes a porfía (de obligada lectura), en Libro de Notas:
La función diacrítica de la tilde se ha de emplear, en puridad, para distinguir entre dos palabras distintas que, sin ella, serían homógrafas pero no homófonas, pues una presenta pronunciación tónica y la otra átona.
Así que, si lo vemos con perspectiva, el susodicho cambio ortográfico no supone más que una vuelta a la norma general, norma en la que se incluyó injustificadamente —a mi modo de ver— estas excepciones en el año 1952. Algunos académicos, como Ángel Rosenblat, ya se expresaban así por aquel entonces:
Así, convierte en potestativa la acentuación de esos pronombres (pronombres sustantivos), lo cual conspira contra la fijeza de las reglas de acentuación, que hasta ahora era absoluta. La Academia ha decidido no extender esa posibilidad de acentuación a otros pronombres (otros, algunos, pocos, muchos, etc.), contra su criterio anterior. Me parece que la decisión académica es un primer paso para la supresión definitiva del acento de los pronombres demostrativos, con lo cual corta por lo sano una serie de discusiones: por ejemplo, el uso o no de acento en ‘aquel que’ («¡Dichoso aquel que se contenta con lo que tiene!»). En realidad no hay por qué distinguir con la ortografía lo que no se distingue con la pronunciación.
Lo suscribo. Y quien no lo haga, debería leerse la ristra de ejemplos que proporciona Miguel A. Román en el citado artículo de palabras homógrafas y homófonas que pueden dar lugar a equívocos. Obviamente, estas situaciones, como sucede con este, ese, aquel, solo, etc., son de forzada probabilidad. Véanse si no los ejemplos que se solían procurar al respecto:
A veces se ha recurrido a ejemplos de insólita ocurrencia para denunciar el riesgo de ambigüedad, como en textos escolares que ejemplificaban: “Compraron aquéllos libros”; o en el texto de la ortografía académica de 1999: “Dijo que ésta mañana vendrá”, donde el pronombre tildado ejerce de sujeto. Pero, claro, si como el maestro Yoda hablásemos, normas distintas falta harían. Lo normal, sensato y conforme al uso común del castellano es interponer el verbo entre el sujeto y los complementos de aquel: “aquellos compraron libros”, “Dijo que esta vendrá mañana”; o, para culteranos irredentos, emplear una adecuada puntuación: “compraron, aquellos, libros”, “dijo que, esta, mañana vendrá”.
“Estaré allí solo dos días” presenta la tan traída y llevada ambigüedad que durante años ha hecho preceptiva la tilde diacrítica. Sin embargo, si la frase fuese dada de viva voz, el oyente tendría que discernir por su conocimiento el sentido correcto (ya que, insisto una vez más, no hay prosodia distintiva); y, si fuese escrita, se cuenta con varias opciones para no dar lugar a confusión: “solo estaré allí dos días”, “estaré allí, solo, dos días”, “estaré allí solamente dos días”, “estaré allí dos días yo solo”, etcétera.
Lo que más me sorprende de los que justifican el uso de estas tildes es que recurran a este apaño precisamente para renegar de algo que es totalmente deseable: una correcta ordenación de la oración y una puntuación diligente con el objetivo de que el mensaje quede codificado de manera fidedigna.
Dejo que el propio Miguel A. Román cierre este texto por mí:
Sin embargo, si no existe justificación lingüística, es una excepción a la norma general, nunca fue taxativamente obligatorio y, encima, embarulla el ya de por sí accidentado oficio de escribir correctamente, no sé a qué vienen las reticencias a liberarse de una vez por todas de esa tilde cojonera. Ganas de complicarse la vida.
Vaya, tengo que reconocer que me has convencido. Dejaré de cascarle la tilde al solo.
Ahora, por mucho que te empeñes no voy a dejar de escribir guión. ;)
@Camarada Bakunin: No me empeñaré en lo contrario: yo también escribo y escribiré «guión». ;-) Principalmente porque decimos «guión». ¿O alguien en este país dice «guion»?
@Iñaki: Por lo visto, según los académicos. Discutiendo acerca del criterio prosódico me sacaron una vez el ejemplo de «dios» —si dices «guión» y «muón», ¿por qué no «diós»? Hubiera sido un buen momento para desenfundar el argumento cartesiano de la existencia divina, versión cachondeo ortográfico: a) Dios es perfecto. b) A Dios le podría faltar una tilde. c) Si a Dios le falta algo es que es imperfecto. d) Luego «Dios» debe ser escrito así para significar a Dios. Y eso siendo ateo.
@Iñaki: Y una cosa: mírate ese -moz-hyphens de la hoja de estilos…
Mierda, ahora tendré que echar otro repaso a mi tesis y cambiar todos los «sólo» por «solo» :(
Dios no quiere que termine mi tesis, solo me pone trabas. :'(
@animanegra: Pero si es un «buscar y reemplazar todo» de nada…
En realidad de verdad de la buena, la nueva Ortografía no ha tirado de su fuerza normativa para la eliminación de las tildes diacríticas en el adverbio solo y en los pronombres demostrativos, sino que ha convertido tal eliminación en la recomendación general. Como tal, es mejor ir dejando de usarlas pero, en puridad, ninguna incorrección comete quien, por las razones que sean, desea seguir usándolas.