Las formas musicales sirven para clasificar distintos tipos de piezas, atendiendo a la «estructura» que utilizó el compositor para idearlas. Del mismo modo que podemos distinguir una basílica o un rascacielos en función de sus componentes, su tamaño, su «lógica interna», en la historia de la música existen una serie de formas a las que los compositores acuden recurrentemente debido a su efectividad y sus posibilidades creativas.
La más popular de estas formas es probablemente la sonata. Si bien esta forma tiene sus orígenes en el periodo barroco, el término se suele utilizar para referirse a la sonata clásica, periodo en el que se fijó definitivamente su estructura, tal y como se utiliza hasta la fecha. Muchas de sus características, no obstante, son deudoras de sus orígenes, cuando las «sonatas», en oposición a las «cantatas», se definían como piezas instrumentales que alternaban movimientos rápidos y lentos. También en la sonata clásica encontramos esta alternancia y este carácter instrumental, pero además, ciertas características formales más concretas, que sirven para identificarla: suelen constar de tres movimientos (rápido-lento-rápido o viceversa), de los cuales, el primero tiene una estructura muy determinada y llamada asimismo «forma sonata».
La forma sonata es una forma ternaria. Consta de una exposición (I), un desarrollo (II) y una reexposición (III). En la exposición, como su propio nombre indica, se presenta el material musical que se va a utilizar a lo largo de toda la pieza, consistente en dos temas contrastantes, A y B, escritos en tonalidades diferentes. La exposición se suele interpretar dos veces seguidas. En el desarrollo, ese mismo material se utiliza y varía de forma más libre, sin un orden preestablecido. Por último, la reexposición vuelve a mostrarnos todo en su sitio, de forma parecida al comienzo de la pieza. Pero no idéntica: mientras en la exposición los temas representan dos centros de atención antagónicos, irreconciliables, la reexposición neutraliza este antagonismo, vuelve a presentar los dos temas, escritos, esta vez, en la misma tonalidad. El desarrollo y la reexposición también se pueden repetir.
Si os fijáis en la sonata del ejemplo (a cargo del genial Horowitz), el tema A (0’00») es contundente, de notas rápidas, ascendente. B (0’28»), en cambio, es más dulce, amable, su movimiento es descendente. La exposición se repite en 1’08» y a partir de 2’14» nos encontramos en el desarrollo: aunque ya se hayan oído todos los temas (todo suena familiar), aquí Mozart los varía, los cambia de tono, los lleva por caminos insospechados. Toda esta parte resulta mucho más caótica e impredecible (más difícil de memorizar), hasta que en 3’02» volvemos a oír el trino del comienzo que da paso a la reexposición. A partir de aquí, todo es igual que al comienzo de la pieza, salvo cuando reaparece el tema B (3’29»), esta vez, menos agudo y en la tonalidad principal. El desarrollo y la reexposición también se repiten a partir de 4’09».
De algún modo, el desequilibrio, el conflicto representado en un primer momento (los dos temas de la exposición), atraviesa un periodo de cambio aún más conflictivo y caótico (desarrollo), para finalmente resolverse y encontrar el equilibrio esperado (reexposición). No es de extrañar que en un periodo como el neoclásico del siglo XVIII (llamado clásico en el caso de la música, por no contar con los modelos de la antigüedad griega y romana), empeñado en resucitar los valores de equilibrio, proporción y estructura propios del clasicismo, esta forma tuviese verdadero éxito.
La forma sonata, sin embargo, sobrevivió a los valores que la consolidaron, probablemente, gracias a sus muchas posibilidades creativas: ofrece a los compositores un armazón lo bastante rígido como para excitar el ingenio y lo bastante flexible como para dar rienda suelta a la imaginación. De hecho, tanto la sonata como su gemela orquestal, la sinfonía, se han seguido utilizando hasta nuestros días y han servido de modelo a la mayoría de los compositores. Con el tiempo, la forma se flexibilizó —a veces aparecen más de dos temas en la exposición, a veces consta de 4 movimientos o de uno solo, a veces se omite el tema A en la reexposición— pero, en esencia, la estructura sigue siendo la misma.
Con tus posts se nos olvida pestañear Almudena. Menos mal que sigues escribiendo por aquí incluso estando en época de exámenes.
¡Muchas gracias jose! Por suerte los exámenes de mi carrera, tampoco es que me quiten mucho el sueño. Y los proyectos y trabajitos, que sí me lo quitan… mejor dejarlos para mañana que para hoy.
[…] Explicación de la forma musical 'sonata' y como ejemplo la Sonata nº 3 de Mozart K 281 http://www.enchufa2.es/archives/la-forma-sonata-sonata-no-3-k-281-d… por Magec hace 4 segundos […]
[…] Por otra parte, si alguno se anima a analizar el primer movimiento, es fácil encontrar la forma sonata que presentamos hace semanas: La exposición, con sus temas A (0′00”) y B […]
[…] con forma sonata, con o sin introducción […]