Pintura, escultura y arquitectura. El modelo
El caso es que, como decía, derecho o no, financiable o no, todo ello me parecen cuestiones más bien secundarias respecto a la cultura. Y me explico: la difusión gratuita de la cultura, beneficia también a la industria cultural, y en el peor de los casos, no la perjudica. Esto sucede así en todas las ramas del arte destacando la pintura y con una excepción muy notable en la música. Pero trataré de ir desarrollando el fenómeno caso por caso, pues cada campo artístico impone unas condiciones propias para su reproducción mecánica y su distribución, que repercutirá en distintas de consumo y financiación.
Empecemos por el caso de la pintura. Odin mencionaba los museos públicos de acceso gratuito (según el día). Se entiende que este “día gratis” funciona precisamente como un medio más de promoción del museo, que obtendrá ganancias durante el resto de la semana. Pero la difusión gratuita de esta “cultura” no se limita a los domingos por la tarde en el Prado. Internet, postales, camisetas, pósteres… la reproducción mecánica de la imagen de un cuadro no hace sino aumentar la popularidad del mismo, el número de visitantes y las ganancias de su museo, las ventas en la tienda de recuerdos, incluso el precio de la obra…
Lo mismo se podría decir de la escultura, con la salvedad de que es más difícil y más caro, a la par que hortera, llevarse una reproducción en miniatura del Beso de Rodin a casa. Con la arquitectura pasa algo parecido: las copias (fotografías) del original no hacen sino aumentar el valor del original. Y es que ese “original” es especial, su valor radica en su supuesta unicidad, pese a sus miles y miles de “clones”, él es el primero, el auténtico, tiene un carácter simbólico que hace que merezca la pena ir a visitarlo, en el museo que sea, en la ciudad que sea.
(Dos escenas de La ciudad de los niños perdidos, de Jean-Pierre Jeunet)