(Esta anotación se publica simultáneamente en Naukas)
Todos sabemos qué es el daltonismo, o creemos que lo sabemos. Si le preguntamos directamente a Google, nos responderá:
Defecto de la vista que consiste en no distinguir ciertos colores o confundirlos con otros.
Pero aquí cabe preguntarse, ¿cómo vemos? La vista es una interfaz de entrada más que nos permite desenvolvernos en el mundo que nos rodea. En concreto, es una pequeña ventana por la que asomarnos a una parte del espectro electromagnético que nos aporta mucha información para formarnos una imagen detallada (nótese que no digo precisa) de nuestro entorno.
Nuestra vista tiene como dispositivo de entrada el ojo, una pieza de hardware bastante compleja a la par que complicada. Aparte de enfocar la luz en un punto mediante una lente, tiene células especializadas en la captación luz y posterior transducción en la correspondiente señal neuronal. Hay dos tipos de células fotorreceptoras: los bastones y los conos. Los primeros tienen una gran sensibilidad y su señal nos sirve solo en condiciones de muy poca luz. Los segundos son los responsables de nuestra visión en condiciones normales.
Pero un momento… todavía no nos hemos hecho una pregunta incluso más pertinente que la primera: ¿qué es el color? Nuestro ojo posee tres tipos de conos, y su respuesta en frecuencia (qué parte del espectro captan) se encuentra sobre estas líneas. Como se puede observar, tenemos receptores de onda corta (que se corresponde con el azul), onda media (verde) y larga (rojo). ¿Esto quiere decir que captan azul, verde y rojo respectivamente? No: simplemente quiere decir que los tres tipos de conos envían una señal diferente al encéfalo. Es este último el que, mediante dichas señales, se hace una composición de lugar y forma la imagen que vemos y los colores que percibimos.
Por tanto, podemos decir que los colores no existen —como concepto absoluto—; lo que existe es la luz a diferentes frecuencias. El color no es más que la respuesta a la primera pregunta: cómo vemos. El cerebro dispone, gracias a los conos, de tres señales diferentes, de los valores de intensidad en —podríamos decir— tres dimensiones independientes de un universo de frecuencias. Esto nos permite discernir entre un gran conjunto de frecuencias del espectro visible (pero, cuidado, no todas las existentes), y se traduce en lo que experimentamos como color. Ver dos colores es diferenciar dos espectros de luz, pero lo contrario no se sigue: dos fuentes de luz pueden diferir en su espectro y, para nosotros, corresponder al mismo color.
Esto nos lleva de vuelta al daltonismo. Así pues, un daltónico es aquella persona cuya percepción del color es diferente a la normal, entendido como habitual dado nuestro hardware y su funcionamiento. Dejando de lado aspectos neuronales que también pueden afectar a la visión y ciñéndonos al ojo, este daltonismo se presenta de tres posibles formas:
- Monocromatismo: Por ausencia o disfunción de dos o tres tipos de conos, la visión queda reducida a una sola dimensión, por lo que el cerebro solo puede formar una imagen en base a la luminosidad; en blanco y negro, para que nos entendamos.
- Dicromatismo: Por ausencia o disfunción de un tipo de cono, la visión queda reducida a dos dimensiones. Esto simplemente significa que la percepción del color es diferente de forma que se disciernen menos frecuencias: hay colores que se perciben como el mismo. Lo habitual suele ser que los rojos y los verdes se perciban como una misma gama. No es que se confundan los colores, como se suele decir, —lo que nos lleva a pensar que a veces el verde parece rojo y el rojo, verde— no: es como si, en lugar de rojos y verdes, viésemos toda una gama de marrones.
- Tricromatismo anómalo: La visión normal es tricromática, por los tres conos o tres dimensiones que percibimos. En esta disfunción, lo que sucede es que la respuesta frecuencial de dos tipos de conos se solapan (las montañitas de la imagen de más arriba se superponen de forma que su cumbre casi coincide), y, de nuevo, lo habitual es que suceda con los conos verdes y rojos. Esto significa que el cerebro recibe señales muy similares de dos tipos de conos, por lo que pierde una dimensión. El resultado perceptivo es el mismo que el producido por el dicromatismo. La diferencia radica en que aquí de hecho funcionan los tres tipos de conos, pero mal.
Finalmente, llegamos a lo que la ciencia y la tecnología pueden hacer por estas personas. Y es que una empresa estadounidense llamada EnChroma vende unas gafas de sol que prometen corregir el daltonismo. ¿Puede funcionar algo así? ¿Cómo? Lo cierto es que sí, pero solo en el último tipo de daltonismo, que precisamente es el más común.
Estas gafas llevan un recubrimiento especial que actúa como un simple filtro, pero un filtro muy particular. En concreto, son opacas a dos rangos de frecuencia estratégicamente situados entre los máximos de la respuesta de los tres tipos de conos (véase la imagen superior). Dicho de otro modo, las gafas no dejan pasar la luz más conflictiva, la que produciría una señal más parecida en dos conos solapados (de ahí que necesariamente sean de sol: no son transparentes, por construcción). Como resultado, el cerebro recibe tres señales distintas y vuelve a ganar la dimensión perdida. El cerebro tiene una gran plasticidad y, con esa nueva información, el daltónico pasa a ver automáticamente como vemos los demás. Impresionante.
La empresa en cuestión pide a sus clientes que se graben en vídeo al estrenar las gafas y lo compartan en YouTube (no se me ocurre mejor publicidad…). Recomiendo encarecidamente ver sus reacciones, porque encogen el corazón un poquito. Ahí va un ejemplo (y otro, y más):
Como reflexión final, fijaos en que nuestra representación del color en cámaras, ordenadores, etc., —el sistema RGB— no es más que un reflejo de nuestra propia percepción. ¿Qué ocurriría si, como los daltónicos que pasan de dos tipos de conos a tres gracias a estas gafas, pasásemos de tres tipos a cuatro? Que ganaríamos otra dimensión, ni más ni menos, y, por tanto, distinguiríamos muchas más frecuencias y nuestra percepción del color sería mucho más rica. De hecho hay personas con esta rara cualidad, que se denomina, como no podía ser de otra forma, tetracromatismo.
(Gracias al compañero @BioTay por proporcionarme los punteros que han propiciado este artículo).