«Cada día que amanece, el número de tontos crece», suele decir Álvaro en su blog, tanto que se ha convertido en seña de identidad del mismo (te invito a que pongas la frase como subtítulo del blog). Y tiene razón. ¿La causa? Sin duda Forges la clava en su viñeta: la abundancia de padres tontolhabas.
Hoy en día existe un déficit educacional importante, sobre todo en áreas relacionadas con las nuevas tecnologías, producto de la ignorancia generalizada y la falta de madurez social en estos ámbitos. Esto, aparentemente, tiene una fácil solución: si una persona tiene déficit de hierro, por ejemplo, el médico le receta hierro y santas pascuas. Parece de sentido común que un déficit de algo se compensa con más de ese algo. Pero no debe ser tan de sentido común, porque no se está haciendo. Así, podemos ver últimamente que la solución que se propone desde las instituciones, lo que proponen los medios de comunicación y la gente intelectualoide con barba y gafas de pasta que discute sobre estos temas, es un mayor control, y esto, a mi modo de ver, es muy peligroso. ¿Que a mi coche le falta la rueda de repuesto? Pues no paso de 50 km/h y solucionado.
Eso sí: control dospuntocero. Hoy en día no hace falta encerrar a los niños en un cuarto sin que salgan. Para qué, si existen estupendas cárceles inalámbricas que permiten saber en todo momento dónde estás y qué haces, y que te limitan lo que puedes y no puedes ver o hacer. La prensa recoge excelentes ejemplos: se proponen filtros para Internet, control mediante grupos especializados en la protección del menor (vete a saber tú…) e incluso programas que alertan a los padres vía SMS sobre los contenidos a los que acceden sus hijos (atentos a este último enlace, que no tiene desperdicio).
Pero la noticia que me ha hecho saltar de la silla a la hora de comer y me ha impulsado a escribir este artículo ha sido la siguiente: Imaginarium lanza un móvil para niños de seis años. La primera pregunta es obvia: ¿para qué cojones quiere un móvil un niño de seis años?, ¿y si me apuras, de 10, 12 ó 14 años? La tienda de juguetes responde: el móvil está «pensado exclusivamente para ayudar a los padres a educar a sus hijos en el correcto uso de este sistema de comunicación». Mentira cochina. ¿Así los queréis educar? ¿Pegándolos a un móvil ya con seis años? Y añaden, en la nota de prensa, que «el producto está pensado para que los niños se familiaricen pronto con los móviles» —no: se van a familiarizar con un aparato de siete botones que sólo les permite llamar a papá y mamá— «y para que los padres estén más tranquilos». ¡Ajá! Eso último ya es otra cosa. Ahí les doy la razón: es un producto para los padres única y exclusivamente. Control, para que el tontolhabismo crezca sin impedimentos.
Y digo yo que, puestos a hacer el tontolhaba, hagámoslo bien. Se me ocurre que podríamos ponerles a los niños una pulserita muy mona desde que nacen que albergue un transmisor de radio. Mediante un Sistema Automatizado de Telemetría por Radio (¡anda!, ¡si ya están experimentando con monos!) conoceríamos en todo momento la posición, altitud, orientación y velocidad de los pequeños. Las posibilidades son ilimitadas. Añadámosle un conector para el ordenador (o Bluetooth, que queda más cool) de forma que podamos programar la pulsera. Un software con Google Maps nos permitiría seleccionar un área de nuestra ciudad de la que no queremos que salga el niño. E incluso un itinerario: ¿se va al cole?, pues marcamos el camino. Y si se desvía, rápidamente llega un mensaje a nuestro móvil, avisándonos, y otro a la policía, por qué no, y una pequeña batería le aplica 10.000 voltios en fila india al chaval. Seguro que, con lo que avanza la tecnología, enseguida crean un chip implantable en el cerebro.
Lo que quiero decir es que estas cárceles inalámbricas no crearán más que una nueva horda de analfabetos tecnológicos sobreprotegidos que el día de mañana volverán a aplicar los mismos métodos para perpetuar su especie. ¿Es eso lo que queremos? Entonces no es el camino correcto. El conocimiento y, sobre todo, los métodos para conseguir conocimiento por uno mismo son las herramientas que forman personas libres, responsables y autónomas, capaces de defenderse por sí mismas. Educación, en resumidas cuentas.