Ya hablamos en su día de los cuatro acordes que se repiten en infinidad de canciones pop o de la, también omnipresente, estructura del canon de Pachelbel, pero en Wulffmorgenthaler han descubierto una realidad mucho más inquietante sobre la música de hoy en día…
Categoría: Música
Anotaciones sobre música, principalmente clásica y quizás unos tintes de jazz.
La velocidad del sonido
No, no están haciendo la ola: el público levanta las manos cuando escucha el estribillo, solo que las últimas filas oyen el concierto con cierto retraso. Aproximando la anchura, sabiendo que el sonido viaja a una velocidad de 331 m/s y que «la ola» que vemos dura casi un segundo, y estimando unas 4 personas por metro cuadrado, podemos calcular que el número de personas que acudió a ese concierto fue… ¡un huevo!, exactamente.
Concierto para violoncello Op.85 de Elgar
No es la primera vez que hablamos de Edward Elgar. Se trata de uno de los compositores más representativos del nacionalismo inglés, hasta el punto de ser el autor del himno nacional del Reino Unido.
Elgar compuso su Concierto para Violoncello durante el verano de 1919, a los 62 años. Está considerado como su última obra de importancia. Un año antes Elgar había sufrido una operación que puso en riesgo su vida. Según cuentan, nada más despertar, pidió papel y lápiz para anotar la melodía que sirve de tema principal a este concierto. También pudiera ser que el aire trágico del primer movimiento se debiera a la desilusión causada por la Primera Guerra Mundial en el ánimo del autor. El caso es que el Concierto para violoncello supone un cambio respecto a las primeras obras de Elgar: más nobles y joviales, típicamente inglesas, como una taza de porcelana llena de té a media tarde.
Por recomendación de una buena amiga (y mejor pianista) os dejo la interpretación de Jacqueline Du Pré, gracias a la cual se hizo inmensamente popular este concierto. Dicen que el propio Rostropovich lo eliminó de su repertorio después de escuchar la versión de la afamada violoncellista. El director es Daniel Barenboim. ¡Espero que os guste!
La música de Elgar es maravillosa en su heroica melancolía.
(William Butler Yeats, poeta y dramaturgo inglés)
Mala fama
La verdad es que mi instrumento, el clarinete, es desconocido para mucha gente poco cercana a la música: sí, esa gente que va con su niño, señala a un trompetista y grita: «¡Mira, Pedrito! ¡Mira a ese chico, cómo toca el saxofón!», y en general llaman saxofón a cualquier cañería sonora con una punta por la que se sopla. Así que la siguiente conversación, con más o menos variaciones, es bastante habitual para mí:
—[…] Ah, y ¿qué tocas?
—El clarinete.
—Oh… y… ¿qué instrumento es ese?
Bien. Llegados a este punto, uno ya lleva asumido que va a tener que explicar que es «ese tubo largo negro con anillos plateados que abunda en las bandas de música», lo cual resulta sumamente desagradable para mí, por decirlo con mesura. Pero todavía hay algo que me revienta infinitamente más, y es la gente a la que le suena un poco. La conversación, en estos casos, viene siendo de la siguiente manera:
—[…] Ah, y ¿qué tocas?
—El clarinete.
—¡Anda! ¡Como Woody Allen!
Y aquí se me empieza a hinchar la vena del cuello y los ácidos gástricos entran en ebullición, pero me acabo mordiendo los cojones y entre dientes esbozo un «sí, como Woody Allen». Pero ¡NO! ¡demonios!, ¡como Woody Allen no! ¡Dios me libre! Porque lo que hace ese hombrecillo no es tocar el clarinete: ¡es un crimen!, un asesinato musical de la figura, el tono y el timbre de este bello instrumento que en sus manos se convierte en el esperpento puro.
Qué a gusto me he quedado. Mas a los hechos me remito. Vean y juzguen ustedes mismos:
Por favor, que alguien se atreva a decirle de una vez a este señor que se dedique a hacer películas y vídeos promocionales para la Conselleria de Turismo de la Generalitat de Catalunya y que deje de una vez esto de la música a los profesionales, que no es lo suyo. O que no lo deje, pero que no se aproveche de su popularidad para sacar los cuartos mientras no hace más que darle mala fama al clarinete.
Tengo que hacerme tarjetas de presentación con la dirección de esta anotación para, a todo aquel que me pregunte qué instrumento es el clarinete, dársela mientras dibujo una sonrisa fingida y cuento hasta cien.
Si quieren ver qué es tocar el clarinete e improvisar con el clarinete, aquí tienen:
Ahí queda eso.
Lamento de Dido, de la ópera Dido y Eneas de Henry Purcell
Es difícil hablar de ópera en un formato como este. Se trata de un género de grandes dimensiones de tipo dramático más que musical y por ello requiere una explicación del argumento resumida y una fragmentación que no permiten llegar a conocer bien la ópera. No obstante, pueden existir arias y otras piezas dentro de una ópera, que funcionen bien incluso de forma independiente. Este es uno de esos casos. Al margen de su significado y su contexto, el Lamento de Dido es una pieza conmovedora, que se puede escuchar una y otra vez aunque no conozcamos bien la ópera a la que pertenece.
Henry Purcell fue un compositor inglés del periodo Barroco. En 1689 compuso Dido y Eneas sobre un libreto de Nahum Tate. Está considerada una obra de gran importancia para la música dramática inglesa. Se divide en tres actos y dura alrededor de una hora. El libreto está basado en la Eneida de Virgilio y narra la historia de amor entre Eneas, héroe troyano y Dido, reina de Cartago. Tras la guerra, Eneas huye para fundar Roma, la nueva Troya, pero, en el camino, sus barcos naufragan en Cartago. Es entonces cuando Eneas y Dido se enamoran. Pero los dioses (siempre dando por culo…), le advierten a Eneas que debe partir en busca de su destino, fundar Roma. Dido, que no puede vivir sin su amor, se deja morir.
El Lamento de Dido es el aria que escenifica la muerte de la reina. Esta temía la partida de Eneas antes de entregarse a él y, pese a ello, quiso arriesgarse por su amor. Por ello, pide que, cuando yazca en la tierra, la recuerden a ella y olviden sus errores, su destino (Remember me, but forget my fate). Podéis leer la letra del aria pinchando en el link a la Wikipedia. La melodía principal va acompañada por un bajo siempre descendente, presentado por los violoncellos en el minuto 1’03 (cuando acaba el recitativo y comienza verdaderamente el aria). Tratad de escuchar este bajo (la melodía más grave) durante todo el aria: Purcell utiliza ostinadamente el mismo movimiento de los cellos hundiéndose en las profundidades, a los que van sumándose los demás instrumentos. El ritmo evoca un avance lento, sin prisas, pausado como el de una marcha fúnebre, pero imparable. Este bajo cobra protagonismo de nuevo al final del aria (4’10), y cuando ésta por fin finaliza y da paso al coro (4’55), vemos cómo la nueva melodía está basada también en fragmentos descendentes que se repiten sucesivamente en tesituras (voces) cada vez más graves. Este recurso (motivos descendentes y lentos, repetidos obsesivametne) es usado habitualmente por los compositores para representar la muerte, su avance imparable. Iñaki ya se refirió a ello al hablar de la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky.
La interpretación de hoy corre a cargo de la soprano Maria Ewing y está dirigida por Richard Hickox. Es un aria muy conocida así que encontraréis infinidad de versiones en Youtube, algunas más que recomendables, si bien la mayoría no están escenificadas. ¡Espero que la disfrutéis!