Según el informe Global restrictions on religion de 2009 [PDF] España pertenece al grupo de países que experimentan en el mundo un menor grado de hostilidad social contra la religión y donde menos restricciones gubernamentales existen para la práctica religiosa. Merece la pena recordar que este informe de Pew Research Center’s Forum on Religion Public Life guarda silencio acerca de las restricciones específicas contra los no creyentes y ateos. […]
Podéis seguir leyendo el resto del artículo titulado La mentira del «laicismo agresivo» en cifras en el siempre recomendable blog La revolución naturalista, de Eduardo R. Zugasti.
Catedral de Granada. Foto: Antonio Zugaldia (pincha sobre la foto para ir a su página de Flickr)
La foto que veis sobre estas líneas está tomada de la fachada de la Catedral de Granada. Pregunto: esto es ilegal a todas luces según la Ley de la Memoria Histórica, ¿no? ¿Algún abogado en la sala? Me consta que hay otros símbolos dispersos por Granada. Además, según he podido ver, la Catedral de Granada es una del puñado de templos cristianos que, cada 20 de noviembre, realizan una misa en honor a Franco y a Primo de Rivera.
Y yo que pensaba que estas cosas ya no pasaban. Inocente…
Como el Papa es mu listo, se ha enterado de que el verde está de moda y, con el respaldo de todo su equipo de marketing, ha anunciado que debemos defender la «familia natural». Sin embargo, yo que soy un poco tonta, no entiendo muy bien qué significa eso de «natural». Más que nada porque, como el verde está de moda, lo he oído ya tantas veces y en tantos contextos tan diferentes… que nunca me queda del todo claro. Siempre según mi experiencia, he concluido que «natural» puede significar varias cosas (en orden de relevancia):
Que tiene mucha soja.
Que lo inventaron los chinos (o algún otro pueblo de Muy muy lejano).
Que suenan pajaritos de fondo.
Que no tiene químicos (bien porque es inmaterial, bien porque no es frecuentado por licenciados en química).
Que no es de plástico o sintético.
Que no es un producto «animal», sino «cultural», esto es: que no ha sido producido por el hombre en sociedad.
Por el contexto, he deducido que el Papa se refería a esta última acepción. Más que nada porque no creo que tenga nada en contra de que los químicos formen familias; pero tampoco creo que las parejas orientales, en su viciosa costumbre de no acudir a misa, le parezcan especialmente modélicas. Ahora bien, asumiendo como válida esta conclusión, la postura del Papa me parece sumamente contradictoria: y es que pocas cosas hay tan «culturales», tan cargadas de significados consensuados socialmente y alejados, por tanto, de lo «instintivo» o «innato», como dos personas que recurren a un ritual simbólico, validado por una religión institucionalizada, para poder mantener relaciones sexuales.
Abstruse Goose
Tampoco puedo afirmar cuál sería el estado «natural» de las cosas. Dado que el hombre es un animal que acostumbra a vivir en grupos, parece difícil averiguar cómo gestionaría el sexo al margen de la «sociedad». Un planteamiento habitual consiste en afirmar que, como la cultura ha ido cobrando cada vez más relevancia a lo largo de los siglos, para encontrar al hombre «natural» debemos ir hacia atrás en el tiempo hasta toparnos con el hombre primitivo. Pero claro, como este tipo no dejó fotos de familia, es complicado averiguar con quién o con cuántos decidía procrear. Algunos antropólogos hablan de sociedades matriarcales, otros de poliandria, otros de simple promiscuidad. Lo que no parecía muy común en aquella época era el Santo Matrimonio Cristiano, basado en el pecado, la postura del misionero y la fidelidad desde el primer coito hasta la muerte.
Sin embargo, en general no estoy de acuerdo con esa bucólica visión que divide las acciones humanas en «naturales» y «artificiales». La naturaleza del hombre es vivir en sociedad y, por tanto, aprender una cultura. Nada sería más «artificial» que un hombre aislado de las invenciones de otros hombres.
En tal caso, ¿qué sentido tiene afirmar que una construcción social (a saber, «familia cristiana») es más «natural» que otra? Con base en qué, ¿en su antigüedad? ¿Y lo verdaderamente artificial no será oponerse al paso del tiempo? A fin de cuentas la cultura es un mecanismo de adaptación al medio, más ágil y flexible que la propia evolución genética. Desde ese punto de vista, lo verdaderamente artificial es oponerse por sistema a que la sociedad avance e invente nuevas formas de convivir. Nuevos tipos de relaciones y de familias que no giran exclusivamente en torno a los hijos, o que los tienen gracias a los nuevos medios que ha facilitado la ciencia y la sociedad (reproducción asistida, subrogación o incluso adopción), también familias monoparentales, o familias que se pueden separar sin dejar en la miseria a una mujer dependiente de su marido.
[La homeopatía] utiliza las mismas sustancias que en algún momento pueden provocar una enfermedad y dar una serie de síntomas. Es una medicina reaccional, que pone en marcha el mecanismo de defensa del organismo.
¿De qué me suena esto? No parece una idea tan descabellada. Oh, un momento… Eso ya se inventó más recientemente y se llama vacuna. El funcionamiento de las vacunas se basa en la inyección de antígenos en el organismo (para los amigos, bichitos vivos en pequeña proporción o directamente muertos) para generar una respuesta del sistema inmune antes de que se produzca la inoculación del patógeno (para los amigos, reforzamos las murallas y entrenamos a los soldados antes de que se abalance la caballería enemiga). En tal caso, ¿por qué las vacunas funcionan y la homeopatía no? Porque la homeopatía falla en dos aspectos básicos: trata de curar, no de prevenir, lo cual es ridículo (si el cuerpo ya está enfermo y no reacciona contra la enfermedad, ¿cómo vamos a ayudarle proporcionándole más patógenos?), y, segundo, se basa en un mecanismo de actuación mágico (la cantidad de principio activo es tan baja como que es inexistente).
Realmente la idea de Hahnemann, fundador de la homeopatía, era brillante. Sin embargo, como subrayo en el título de este artículo, no sólo una gran idea es suficiente. Este es uno de los mejores ejemplos de cómo la creencia sin ningún fundamento —en este caso, la creencia en que una sustancia puede actuar de manera mágica tras haber permanecido en el agua, pero, de hecho, sin estar presente— puede echar por tierra una idea brillante y no llevarnos a ninguna parte —en este caso, la homeopatía—, y de cómo el método científico engrasa su maquinaria para proporcionarnos resultados probados que revolucionan nuestra calidad de vida —en este caso, las vacunas—.