Los peligros ocultos de cocinar en microondas

Desde hace ya bastante tiempo, anda circulando por Internet un texto bastante extenso y pretendidamente científico (con numerosas citas a supuestos estudios) titulado de la misma forma que el presente artículo: Los peligros ocultos de cocinar en microondas. Con una simple búsqueda, pueden encontrar innumerables copias, tanto del artículo original en inglés como de su traducción (bastante cochambrosa, por cierto) al castellano (aquí hay una, por ejemplo).

Pues bien, en el fantástico blog El Tamiz, su autor, Pedro, ha realizado una perfecta disección [¡peligro!, ¡artículo largo!, ¡leer cansa!] de indispensable lectura de este texto —Pedro es más correcto en las formas, pero yo no lo voy a ser— falso, falaz, magufo y tendencioso, lleno de invenciones y citas a artículos inexistentes o de nula calidad científica. La conclusión es clara, y un lector mínimamente avispado la intuiría tras leer las dos primeras frases del artículo original:

Mi conclusión, por lo tanto, es que el artículo no tiene la menor base científica creíble y que contiene las suficientes incorrecciones o manipulaciones para que, además, desconfíe de cualquier otro texto escrito por los mismos autores si me lo encuentro en el futuro. Tiene varias características de texto pseudocientífico y así lo calificaría yo.

De la carga de la prueba

Resulta bastante corriente entre los religiosos el hecho de que, cuando se los enfrenta a un ateo, acaben pidiendo a este que demuestre la inexistencia de dios. La réplica preferida por los ateos —entre los que me incluyo— es, por supuesto, que la carga de la prueba recae sobre el que realiza afirmación tan extraordinaria —esto es, que dios existe—, dado que no es posible demostrar la inexistencia de algo.

Yo pensaba que esto era algo muy básico que todo el mundo podía entender. Pero, en mi última discusión con un agnóstico, me he dado cuenta de que no: hay quien no lo tiene tan claro y trata de aportar pruebas de demostraciones de inexistencias. En el caso concreto del enlace anterior, tienen que ver con las matemáticas y con Pasteur. Pero ¿realmente existen tales casos? Vamos por partes.

En matemáticas, es cierto que existen multitud de teoremas que proponen la no existencia de algo (p. ej.: no existen tres números con tales características que cumplan tal otra) y están perfectamente probados. Pero ¿cómo funcionan estas demostraciones en matemáticas? Dado que las demostraciones en negativo son bastante comunes, por desgracia, lo primero que se aprende son las reducciones al absurdo. Esto es, un atajo: asumimos la hipótesis afirmativa —la existencia— y tratamos de demostrarla hasta que llegamos a una imposibilidad o un absurdo. Por tanto, no demostramos la inexistencia en sí, sino que damos un rodeo y vemos que tal camino no tiene salida; por lo tanto, se deduce que el otro camino es el correcto.

El otro caso mencionado se refiere a Pasteur y la generación espontánea. La teoría de la generación espontánea (o autogénesis) era una creencia arraigada desde los tiempos de Aristóteles que sostenía que puede surgir vida compleja a partir de elementos inertes. Existen diversos experimentos que fueron destinados a desterrar esta hipótesis, y el definitivo fue el de Louis Pasteur. Pero ¿de verdad Pasteur probó la inexistencia de la generación espontánea? Respuesta rápida: no. Respuesta elaborada: sigan leyendo.

El experimento de Pasteur consistió (simplificando) en dos matraces con la misma cantidad de caldo de carne hervido para eliminar los posibles microorganismos. En ninguno de los dos matraces había signos de vida, así que cortó el cuello de uno de ellos. El contenido del matraz abierto no tardó en descomponerse, mientras que el del matraz cerrado permaneció sin vida. Con esto, Pasteur demostró que los microbios se originaban a partir de otros microorganismos, y también demostró que en su matraz cerrado con su caldo de carne esterilizado no se originaba nada. Pero realmente no demostró la inexistencia de la autogénesis. Sin embargo, esas pruebas, unidas a la ausencia de pruebas a favor de dicha hipótesis, unidas a lo descabellado de la afirmación, nos es suficiente para desechar la autogénesis como válida.

Así de simple. Lo hace la ciencia constantemente y lo hacemos en nuestra vida diaria por necesidad. Por ello, yo soy tan ateo de cosas como la autogénesis, Caperucita, los dragones o cualquier cosa que puedan imaginar en este momento como lo soy de dios. Lo gracioso es que también piensan así de tales cosas los declarados agnósticos. Pero de dios no. La idea de dios, por alguna extraña razón, sigue gozando de cierto estatus superior.

La historia más absurda jamás contada

Desde hace meses, tenía un artículo aparcado en la carpeta «textos largos que ya leeré mañana…»: hoy, por fin, lo rescato. Y me pena no haberlo hecho antes porque es verdaderamente imprescindible. Se titula La historia más absurda jamás contada, su autor es Diego Lafuente y se publicó en el blog Desde Alfa Centauro. No hagan como yo y empleen diez minutillos en leerlo atentamente ahora mismo.

Soy un ateo convencido. No agnóstico, sino ateo. Niego la existencia de dios. Qué barbaridad, ¿cómo puedes negar la existencia de dios? Demuéstramelo. Parafraseando al gran Richard Dawkins en su legendaria charla de TED de 2002, respondo: no me corresponde a mí demostrar la no-existencia de dios. Sois vosotros, los creyentes, los que tenéis que probar que dios efectivamente existe. Personalmente, yo también niego la existencia de los unicornios, de los centauros y de los concejales de urbanismo honrados. Dios es simplemente una cosa más en la que no creo. Por qué no, yo podría defender la existencia de una cafetera orbitando alrededor de Marte, fundar una religión en torno a eso, acusar de hereje a todo aquél que lo niegue, y además pedirle que justifique esa no creencia con algún tipo de prueba so pena de quemarle en la hoguera. Es curioso que lo de la cafetera sideral le resulte un despropósito a cualquiera con dos dedos de frente, y lo de la religión no. Conozco a unos cuantos eminentes científicos e ingenieros que además son profundamente religiosos. Gente que sabe de la eficiencia del método científico y que le confían a ese método la construcción de aviones, barcos y puentes de los que dependen vidas humanas. Y nunca les falla. Lo sorprendente es que esa misma gente luego trague con las inmensas ruedas de molinos de los dogmas religiosos. Si yo le digo a un físico teórico que he construido una máquina que contradice cualquiera de los principios de la termodinámica, me dirá que es imposible, me lo demostrará en un papel, y ni siquiera me dará la oportunidad de enseñarle mi diseño. Sin embargo si ese físico teórico es además católico en algún momento habrá tenido que tragar y asumir como ciertas cosas como que Jesús de Nazaret nació de una virgen, que hizo milagros que contradecían a la vez varios principios de la termodinámica y que resucitó y ascendió a los cielos, entre otras perlas. Me sorprende tanto rigor para unas cosas y tan poco para otras. Tan meticulosos en unas cosas y tan relajados y permisivos en otras. Sobre todo cuando unas cosas y otras son contradictorias, porque la multiplicación de los panes y los peces y la ley de conservación de la masa no parecen, así a primera vista, demasiado compatibles. Al principio pensaba que estos científicos creyentes eran capaces de distinguir entre mito y realidad, pero me temo que estaba profundamente equivocado. Un creyente no piensa que su religión es un mito. Yo sí que pienso que su religión es un mito, pero ellos no, porque creen en ella. Creo que es muy importante poder distinguir entre mito, parábola y realidad. Poder discernir entre hecho histórico contrastado, ley física probada empíricamente y personaje mitológico más o menos inventado con el objetivo de contar una historieta con moraleja. Se pueden extraer buenos hábitos y buenas enseñanzas de las religiones, incluso sin ser creyente. También se pueden extraer buenas enseñanzas de la trilogía de El Señor de los Anillos, y sin embargo saber que lo que se cuenta ahí realmente no sucedió. Si esto se toma demasiado en serio, se corre el peligro de que alguien llegue a creer de verdad que Gandalf fue un personaje histórico, que Sam, el hobbit, derrotó heroicamente a una araña gigante en la legendaria batalla de Torech Ungol durante su peregrinación anual a Módor, y acabar vendiendo estampitas conmemorando los triunfos de Sam, el hobbit, frente al reino de los artrópodos.

Hace no mucho que regresé de un viaje por Siria y Líbano, los dos países que me quedaban por conocer de Oriente Medio. Hay algo de esa zona del mundo que me atrae enormemente. Posiblemente el mar de contradicciones en el que viven todos y cada uno de sus habitantes. Unas contradicciones que resultarían muy divertidas de no ser por las demoledoras consecuencias políticas y sociales que están teniendo en la zona.

Hay 2 tipos de musulmanes en este mundo: los suníes, que representan al 90% del Islam y los chiíes que son el otro 10%. La principal diferencia entre ambos radica en un sobrino de Mahoma llamado Alí. Los chiíes creían que Alí era el sucesor legítimo de Mahoma, y los suníes no. ¿Ah, no? Pues me escindo. Y ya no te adjunto en Facebook. Desde el año 632 en el que sucedió esto hasta la fecha, no sólo no se han puesto de acuerdo, sino que se han ido distanciando cada vez más hasta el punto de haber provocado guerras por un “quítame de aquí a este sobrino”. Muy parecido a la rivalidad entre el Frente Judáico Popular y el Frente Popular de Judea de La Vida de Brian, pero en macabro. En 1948, la ONU metió con calzador al estado de Israel en lo que los británicos conocían como Palestina. En una especie de Principio de Arquímedes religioso, la entrada de los judíos desplazó a los palestinos (musulmanes suníes en su totalidad) fuera de su recipiente, y muchos de ellos fueron a caer a la cacerola del Líbano. Allí se encontraron con unos simpáticos falangistas cristianos y se lió la de dios es cristo (nunca mejor dicho) desencadenando la guerra civil del Líbano (1975-1990). Moros contra cristianos. Sólo hacía falta soltar una vaquilla por el pueblo. Y esa vaquilla se llamó Israel, que aprovechó la confusión para meter unos pocos tanques en su país vecino con la excusa de ayudar a los cristianos. No es que los judíos se hayan llevado históricamente bien con los cristianos (fueron los judíos los que condenaron a Jesucristo a la cruz e hicieron rico a Mel Gibson), pero entre cristianos y palestinos, la verdad, no parecía haber mucho color. ¿Y los chiíes? Pues ahí está lo sorprendente: en lugar de tomar partido por los suníes (musulmanes como ellos, al fin y al cabo), salieron a la calle a jalear la entrada de los tanques Israelíes, simplemente porque iban a apoyar a los cristianos que iban en contra de los suníes. Están locos estos asirios. Estos mismos chiíes son los que en la actualidad forman Hezbolá, una ONG de carácter ecologista que recoge escombros del Líbano, los mete en un cohete y se los lanza al país vecino para que los recicle. Y vive dios que los reciclan. Los reciclan y los devuelven multiplicados por mil.

Hay una mezquita impresionante en la ciudad vieja de Damasco, la mezquita omeya (los omeyas fueron precisamente los que se cargaron a aquel famoso sobrino de Mahoma, Alí, al que siguen los chiíes). Al lado de esa mezquita hay varios carteles en los que sale Bashar Al-Assad (el cacique local Sirio y posiblemente el tipo más fotografiado del planeta) abrazando a Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolah, chií de pro, y por lo tanto seguidor acérrimo de Alí, al que, repito, se cargaron precisamente los omeyas. Es como si en la plaza de San Pedro hubiese una foto del Papa jugando al parchís con Lutero. Hemos perdido el norte.

Y no se puede decir que al otro lado del río Jordán estén mucho mejor de la cabeza. Es probable que no sea un hecho demasiado conocido, pero cuando David Ben Gurión fundó el estado de Israel en 1948 con el beneplácito de la ONU, encontró sus más rebeldes opositores en…los judíos ortodoxos. ¿Por qué? Siéntense que ésta es de traca. Según la versión de El Señor de los Anillos de los judíos, el estado de Israel se debe refundar sólo después de la llegada del mesías. ¿Y cómo nos enteraremos de la llegada del mesías? Pues muy sencillo: cuando llegue el mesías, se levantarán los muertos que hay enterrados en el Monte de los Olivos (actualmente un cementerio judío), que tras lavarse los dientes entrarán en Jerusalén por la Puerta Dorada, arrasarán la ciudad y, junto con el mesías, reconstruirán el Templo de David donde ahora mismo hay una mezquita refundando así el estado de Israel. Y no ahora, Ben Gurión, que no te enteras. Manda huevos. Con lo sencillo que sería que el mesías se apareciese en Twitter anunciando su buena nueva. Lo cachondo es que los árabes se han tomado en serio esta majadería y, no se lo pierdan, han tapiado la Puerta Dorada de Jerusalén, porque oye, con el jet-lag que van a tener los muertos cuando se levanten, no creo que se pongan a trepar muros. Eso y construir un cementerio árabe al lado del Monte de los Olivos, que muy mal se nos tiene que dar para que llegue el salvador, despierte a los muertos judíos y deje a los árabes durmiendo. Desde luego, cuando llegue el mesías en cuestión, se va a montar la de Puerto Hurraco. En versión zombi. Esto y sólo esto (su oposición a la formación del estado de Israel en el 48) es la razón por la que los ortodoxos son los únicos judíos Israelíes que están exentos de hacer la mili, y que, además, reciben una subvención del estado por pasarse la vida golpeándose la cabeza contra un muro. Hay un estado que paga a sus ciudadanos para que se den cabezazos contra un muro mientras esperan la rebelión de los zombis. Muy fuerte.

Estos chiflados, que resultarían entrañables encerrados en cualquier manicomio, son los responsables de decenas de miles de muertos que se ha cobrado conflicto de Israel con Palestina y que dura ya más de 60 años. Estos tipos se llevan pegando tanto tiempo básicamente por culpa de una piedra. Una piedra que, según El Señor de los Anillos judío, fue donde Abraham intentó sacrificar a su único hijo Isaac como prueba de fe hacia dios, y donde un arcángel sin identificar (sospecho del Juez Garzón) le paró la mano y le puso un cordero donde antes estaba Isaac, porque oye, el caso era matar algo, y es de muy mala educación dejar a Abraham con el hacha en la mano. Encima de esa piedra Salomón construyó su templo, Nabuconodosor lo destruyó y David lo recalificó para que finalmente fueran los romanos los que pusiesen fin a tanta locura especulatoria. Ya es mala suerte que esa misma piedra figure en El Señor de los Anillos islámico como el sitio en el que Mahoma ascendió a los cielos. La misma piedra, no la de al lado. Así que los árabes aprovecharon su paso por la zona para construir una templo islámico encima de la piedra en cuestión y lo rodearon de la famosa esplanada de las mezquitas, de forma que en la actualidad los musulmanes rezan justo encima de donde los judíos se golpean la cabeza. Y todo eso con el beneplácito de la comunidad internacional. Yo personalmente soy partidario de poner esa piedra en órbita y mandarlos a todos a pegarse por ella a la Estación Espacial Internacional.

La religión es una herramienta inventada por el hombre, y que en su día servía para morir más tranquilos, explicar lo inexplicable y dotarnos de cierta transcendencia. La humanidad ha ido evolucionando y la religión no. Su papel se ha ido reduciendo gracias al avance de la ciencia y aunque sigue siendo una herramienta útil para mucha gente hay que saber acotarla para que no se convierta en un boomerang y te acabe partiendo una ceja. Hay que educar muy bien a la gente en las artes profanas y tener mucho cuidado con lo que se cuenta sobre las religiones, porque es muy fácil mezclar a Jesucristo con los elfos, pensar que Gandalf es tan real como Sócrates o Julio César y estropear una sociedad entera cuya única obsesión será encontrar el anillo de poder y llevarlo a Mórdor para destruirlo.

Mala ciencia al servicio de los charlatanes

(Esta anotación se publica simultáneamente en Amazings.es)

Muchos de vosotros veréis la palabra homeopatía e inmediatamente pensaréis que la recurrencia comienza a ser cargante. Y es cierto, pero no menos recurrente resulta el hecho de que, a los autores de blogs como este, no dejan de llegarnos comentarios de personas que siguen defendiendo este timo a capa y espada. Esto, por lo menos a mí, me produce una sensación de impotencia en un primer momento para después dejar paso a las ganas de seguir combatiendo contra la charlatanería.

La fauna de defensores de la homeopatía cuenta con miembros de muy diversos tipos. Los hay que directamente no tienen ni idea de qué es ni de qué hablan, y lo denotan rápidamente cuando hacen mención a prácticas que nada tienen que ver como la medicina llamada «natural», las hierbas, los remedios tradicionales, etc. Hay quien sabe perfectamente de qué se trata, pero cree ciegamente en sus propiedades mágicas, e incluso hay quien le da lo mismo todo lo anterior y simplemente se escuda en el ya mítico «a mí me funciona». No obstante, muy de vez en cuando, aparece alguien pretendidamente científico —y que acusa, por consiguiente, al resto de «anticientíficos»— que enarbola con orgullo algún que otro estudio.

Estos últimos son los que me interesan en esta ocasión porque los estudios a los que aluden representan a menudo los casos más flagrantes de mala ciencia. Véase si no este comentario recibido en una entrada reciente. En él se referencian dos artículos concretos que podemos encontrar en PubMed: Large-scale application of highly-diluted bacteria for Leptospirosis epidemic control (homeopatía para el tratamiento de la Leptospirosis) y Homeopathy for childhood diarrhea: combined results and metaanalysis from three randomized, controlled clinical trials (homeopatía para el tratamiento de la diarrea infantil). Para el primer artículo, pueden encontrarse rápidamente referencias que diseccionan a la perfección los numerosos fallos que lo invalidan como pieza científica. Para los ávidos lectores, aquí un buen análisis en español y otro más exhaustivo en inglés; para los más vagos, desvelo su error de diseño más importante: no existe un grupo de control con placebo.

El segundo no es un estudio propiamente dicho, sino un metaanálisis. Un metaanálisis es una revisión sistemática y estructurada de los estudios clínicos (bien realizados, se entiende) existentes hasta el momento sobre un tema determinado. Son de gran relevancia ya que nos ofrecen una visión global: es como si convirtiéramos un montón de pequeños estudios en uno solo con un tamaño muestral mucho mayor, por lo que los resultados tienen mayor peso estadístico… si se hace bien, claro Supongo que los lectores de esta entrada, al igual que yo, no serán grandes expertos en realización de metaanálisis. No obstante, el que tenemos entre manos tiene errores tan claros que cualquiera con unos mínimos conocimientos puede identificarlos.

Todo empieza con la selección de estudios que hacen los autores —la señora Jacobs (quédense con ese nombre) et al.—. Los estudios sobre los que se centra el análisis son tres (referencias 10, 11 y 11): Homeopathic treatment of acute childhood diarrhoea, de Jacobs et al.; Treatment of acute childhood diarrhea with homeopathic medicine: a randomized clinical trial in Nicaragua, de Jacobs et al., y Homeopathic treatment of acute childhood diarrhea: results from a clinical trial in Nepal, de Jacobs et al. ¿Ven algo raro? Efectivamente: solo hay tres estudios, todos dan resultados positivos y todos tienen como investigadora principal a la señora Jacobs, la misma que firma el metaanálisis. Esto tiene un nombre: selección ventajosa o, en lenguaje llano, «yo me lo guiso, yo me lo como».

Esto no es prueba de nada, por supuesto, pero, de entrada, debe ponernos alerta. Y es que resulta que esos tres estudios que analiza no están bien realizados. Podríamos entrar a inspeccionar y refutar cada uno de ellos, como ya se ha hecho; sin embargo, no merece la pena porque, aun asumiendo que son completamente válidos, los fallos del propio metaanálisis nos permiten desecharlo.

Veamos los materiales y la metodología: 247 niños en total con edades comprendidas entre los 6 meses y los 5 años, todos ellos con una diarrea de no más de 7 días. Los que habían recibido medicación antidiarreica, así como los pacientes con una diarrea severa que requería hospitalización, fueron excluidos del estudio. Se describe un método de aleatorización del todo ineficaz, como se verá, para dividir la muestra en dos grupos: uno con tratamiento homeopático y otro de control con placebo. El tratamiento de rehidratación indicado para estos casos, sin embargo, no se interrumpió.

Los autores admiten que el proceso de aleatorización produjo una disparidad de altura y peso entre los dos grupos: el grupo del placebo estaba constituido por niños significativamente más jóvenes y más pequeños que los del grupo del tratamiento. Y, sin embargo, esto no les impide afirmar con contundencia en las conclusiones que el tratamiento homeopático reduce «de forma consistente» la duración de la diarrea en… 0.66 días.

Resumiendo, las evidencias científicas existentes dejan claro que la homeopatía no funciona más allá del placebo; por enésima vez, queda dicho. Y ante cualquier viejo estudio que quieran esgrimir para defenderla, enarquen las cejas: con toda probabilidad se trate de un ejemplo de mala ciencia de libro.

Ladran, luego cabalgamos

Hace unas semanas, publicábamos por aquí un artículo titulado Su vidente le aconseja acudir al homeópata. En él se recogía la bochornosa actuación del autoproclamado vidente Sandro Rey en la que se atreve a dar peligrosos consejos sobre salud a una oyente de su programa en La Sexta.

En el día de ayer, recibimos un mensaje a través del formulario de contacto del blog de una persona que decía ser el abogado de este señor (solo daba su nombre de pila). Nos amenazaba con una denuncia por supuesta difamación y exigía la retirada de dicho contenido (por cierto, el mismo fragmento por el que se clama fue objeto de mofa y befa en su día en El Intermedio, programa del Gran Wyoming de la misma cadena donde aparece Sandro; ¿por qué no amenaza también a La Sexta?). Yo, por supuesto, respondí a la dirección de contacto preguntando por su nombre completo y número de colegiado: estaría feo que alguien profiriese tales amenazas haciéndose pasar por abogado (por no hablar de que el intrusismo es un delito penado incluso con prisión). La respuesta por email ya se identificaba como el mismísimo Sandro Rey, y ponía por excusa que el abogado se encontraba de viaje. Curioso, ya que la IP del supuesto abogado se localiza en… efectivamente, Barcelona: el mismo lugar donde al parecer vive Sandro. ¿Estaría de viaje… al otro lado de la ciudad?

El artículo va a seguir en su sitio. Como le hice llegar al implicado por email, sobre él simplemente se exponen unos hechos muy concretos y en ningún momento se le difama. Creo que él solito se descalifica a sí mismo al jugar con la salud de las personas. Sí que se afirma, en cambio, que la videncia y la homeopatía son timos reconocidos y estafas; quizás no en el sentido jurídico, pero está claro que sí lo son con el diccionario en la mano:

estafar.

1. tr. Pedir o sacar dinero o cosas de valor con artificios y engaños, y con ánimo de no pagar.

Personalmente, creo que sigue siendo una gran lacra el hecho de que se siga dando coba y se sigan cediendo espacios en medios de comunicación de todo tipo como la televisión, los diarios, etc., a este tipo de personajes. No obstante, mucho más grave es que encima se vean con patente de corso para acallar cualquier voz que se anime a criticarlos por acciones a todas luces poco éticas.

Ayer les contábamos todo esto a nuestros amigos de Amazings.es y ellos han decidido mostrar su apoyo hoy reproduciendo nuestra entrada allí, así como en otros muchos blogs personales. También ha habido gran movimiento en Twitter y en Facebook. Por todo ello, queríamos dar las gracias por las muestras de apoyo recibidas. Cada «Me gusta», cada «retweet» y cada reproducción del artículo aparecido aquí ayudan un poquito a que el sano ejercicio del pensamiento crítico llegue cada vez a más gente.

A continuación, una recopilación de los blogs que han reproducido nuestra entrada (si detectáis que falta alguno, por favor, notificadlo en los comentarios):

Por cierto, ante casos como este, uno no puede dejar de preguntarse… si es un vidente, ¿por qué no se puso en contacto con nosotros antes de que publicásemos dicho artículo? Y una vez publicado, ¿para qué nos amenaza si debería haber sabido que no íbamos a retirarlo? Oh, wait!…