Nikon’s Small World 2009

Desde 1947, Nikon celebra un concurso anual de fotografía microscópica, llamado Nikon’s Small World. El pasado mes de octubre se fallaron los ganadores de 2009. Estas son algunas de mis fotografías preferidas, pero podéis encontrar todas las premiadas (un total de 20) y muchas otras con menciones de honor (hasta 137) en la galería del concurso.

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Segundo premio: Gerd A. Guenther (Düsseldorf, Alemania). Sección del pedúnculo de la flor Sonchus asper, parecida al diente de león (150x).
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Décimo premio: Dr. Arlene Wechezak (Washington, EEUU). Algas y diatomeas (10x).
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Duodécimo premio: Dr. Tsutomu Seimiya (Tokyo, Japan). Patrón de flujo en una fina capa de jabón (10x).

Coincidiendo con el premio, Wired Science ha recopilado las micrografías premiadas a lo largo de los últimos 35 años. Os recomiendo echarle también un vistazo a esta otra galería.

(Vía: De cero a ciencia)

Arte y religión: El dogma (3)

Dogma No.3:

No pienses, déjate llevar.

escanear0005El año pasado cursé el segundo curso de pintura, y sí… creo recordar que pinté algo, pero, desde luego, escribí el triple. Cada lienzo requería una explicación, cada proyecto una investigación teórica de 50 páginas, cada trazo una excusa conceptual. Ningún trabajo se corregía sin su correspondiente pirueta erudita, y, de hecho, cada calificación se asignaba en tutorías, después de haberse explicado ante la profesora: «Yo aquí he querido representar…». Ahora vendo motos como caramelos (de hecho saqué una notaza). Sigo pintando de pena, eso sí, aunque por suerte mejor que mi hermano, que me ayudó a rellenar la mitad de los lienzos: la imagen es un ejemplo de su «talento».

Resulta paradójico que, en una época en que se ensalza hasta tal punto el concepto, en que la obra se valora más como una propuesta teórica que por la imagen que muestra, un consejo frecuente a la hora de disfrutar este tipo de creaciones sea el «déjate llevar», «no intentes entenderlo», «sólo siéntelo». No digo que no haya obras contemporáneas que se dejen degustar por los sentidos, pero en la mayoría de los casos, no es este el motivo (la imagen) por el que se las valora. La fuente de Duchamp, los «drippings» de Pollock, la Caja de Brillo de Warhol, no están en los libros de texto por «cómo son», sino por «lo que son», por lo que su discurso supuso en un momento dado de la historia del arte. Lo mejor y más importante de la obra está fuera de la propia obra.

El otro día, un lector comparaba el arte contemporáneo con un poema en chino, imposible de valorar si desconoces el idioma, y yo, no podría estar más de acuerdo: gran parte de estas obras revelan su contenido a través de un código, cuya relación con la obra es puramente abstracta, simbólica. Para valorar la obra es necesario conocer el código. Toda obra de arte de cualquier época, hasta cierto punto, se sirve de este nivel abstracto. Cuando vemos un Cristo con una aureola al rededor de la cabeza, o una corona de espinas, podemos reconocer al protagonista porque conocemos el significado de esos símbolos. La diferencia es que, hasta cierto punto, estas obras también tienen una relación icónica con su contenido: esto es, quizás no sepa que ese tipo es Cristo, pero su posición en el centro del altar, su actitud magnánima, el trono en que se sienta, los millones de seres rubios con alas que le cantan alrededor, me indican que es un señor importante. O… quizás desconozca a Caín y Abel, pero, desde luego, la mirada agresiva del feo de la izquierda me indica que no está tramando nada bueno. Más cultura me permite una apreciación más profunda de la obra, extraer más significados, pero menos cultura no implica necesariamente que no pueda acceder a ella. Hasta cierto punto, esa obra está usando un código general, se está valiendo de las posibilidades narrativas de la imagen, de sus características, de la información que extraemos gracias a nuestros mecanismos de percepción de manera automática.

La cuestión que quiero plantear aquí es: por qué utilizar códigos particulares, abstractos, pudiendo usar un código general, icónico. ¿Por qué despreciar las posibilidades narrativas y comunicativas de la imagen (o del sonido, en el caso de la música), pudiendo explotarlas para hacernos entender como artistas? Si el objetivo del arte fuese comunicar (concepción que parece bastante común), ¿por qué encriptar el mensaje haciéndolo más inaccesible? Más bien cabría argumentar que el arte consiste en comunicar y manipular dicho mensaje, explotando las peculiaridades de los mecanismos perceptivos del que contempla la obra de arte.

Paisajes marcianos

Me han encantado estas imágenes publicadas en The Big Picture. Fueron tomadas por la sonda espacial MRO («Mars Reconnaissance Orbiter») de la NASA, que orbita Marte a unos 300 km de altura desde el año 2006. Su principal objetivo (aunque no el único) es mapear el planeta y obtener datos sobre posibles lugares de amartizaje para futuras misiones. Esto es posible gracias a una cámara de alta resolución llamada HiRISE («High Resolution Imaging Science Experiment»); todo un «microscopio en órbita», según el científico de la NASA Jim Garvin, con una resolución de apenas pulgadas por píxel. Estas son algunas de mis fotografías preferidas, pero hay muchas más.

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Parte del campo de dunas de Abalos Undae. El color azulado de la arena se debe a su composición basáltica, mientras las zonas más claras están cubiertas, probablemente, de polvo.
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Las dunas cubren el fondo de un valle en Ladon Valles, una especie de canal.
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Erosión de la capa de hielo residual del polo sur, con estratos expuestos en hoyos, rodeados de rasgos agrietados poligonales.
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Surcos, vetas, ondas y rastros de remolinos en Rusell Crater Dunes.

Arte y religión: El dogma (2)

Advertencia al lector: En estos posts generalizo. No desprecio todo el arte contemporáneo (malo sería). Más bien me incomodan una serie de planteamientos y justificaciones que, a mi modo de ver, alejan el arte de su función y despiertan el escepticismo del espectador.

Dogma No.2:

El arte contemporáneo es progresista.

Como muchos ámbitos culturales, pero de forma aún más acusada, el arte contemporáneo se suele relacionar con las ideas de izquierdas (los hippies, que hacen unas cosas más raras…). Y por supuesto, si lo criticas, quedas como un fascista. Un día, discutiendo con un amigo, me explicó esta curiosa idea en pocas palabras:

—La vanguardia fue revolucionaria porque destruyó el concepto idealizado de «belleza», típicamente burgués.

Y supongo que tenía razón, ya que, como todo el mundo sabe, el Reina Sofía está lleno de proletarios…

Lo que no niego es que muchas vanguardias surgiesen con una intención vindicativa o social, pero, desde luego, les salió el tiro por la culata. En efecto, el dadaísmo nació como crítica del arte de los bonitos bonitos burgueses. Pero su intención era destruir el museo y sus santificadas obras, no ayudar a construirlo. El arte conceptual, por otra parte, nació como denuncia de los precios desorbitados que alcanzaba el arte contemporáneo, y lo hacían inasequible a la gente. Por ello, la verdadera obra, gracias al estímulo del artista, se manifestaba en la imaginación del espectador, donde podía poseerla plenamente. El objeto estimulador, debía ser insignificante, absurdo y, por tanto, invendible. Oh, ingenuos: el mercado del arte puede venderlo TODO. Por ejemplo, un artista (cuyo nombre no recuerdo) fue colocando pegatinitas por su ciudad. Estas pegatinas, miradas sobre el plano, formarían una figura dada. La figura, su verdadera obra de arte, sólo era imaginaria, ni siquiera resultaba visible desde ningún punto, por lo que, previsiblemente, tampoco se podría vender. Pero las pegatinas sí… por millones de millones.

El conceptualismo, ni democratizó el arte ni eliminó el objeto de arte único, tampoco escapó de la especulación ni revolucionó la propiedad de las obras. El mercado del arte, sencillamente se expandió en su infinita flexibilidad. Estas vanguardias, que tenían su razón de ser, quizás no como obras de arte, pero sí como reivindicación y protesta desde fuera del sistema, dentro de él, sólo lograron hacerlo invulnerable.